Dominar a la Bestia

La persona que alguna vez vio las Luces del Norte o los colores del pavo real, ¿cómo es posible que no se quede perdidamente enamorada de HaShem?...

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 17.03.21

La persona que alguna vez vio las Luces del Norte o los colores del pavo real, ¿cómo es posible que no se quede perdidamente enamorada de HaShem?…

Dominar a la bestia

Rabi Shimon bar Yojai nos enseña en el Zohar que el principal objetivo de la Creación del mundo fue para que conociéramos a HaShem. El profeta Isaías hace una alusión a esto cuando dice que todo fue creado para revelar la honra de Di-s. En otras palabras, tenemos alrededor toda clase de estímulos que revelan Su honra y nos ayudan a que Lo conozcamos. Una magnífica puesta de sol, una majestuosa cordillera, las alas de la mariposa… todos son ejemplos de esto.

Lo único que tenemos que hacer es mirar más de cerca al ojo de la abeja o al corazón del ser humano y enseguida entonaremos las alabanzas de HaShem. Si alguna vez fuiste de visita a Cánada o a Alaska, tal vez hayas sentido mucho frío, pero basta con mirar una sola vez a la Aurora Boreal, las Luces del Norte que bailan en el cielo, para empezar a sentir calor en el corazón. La persona que alguna vez vio las Luces del Norte o los colores del pavo real… ¿cómo es posible que no se quede perdidamente enamorada de HaShem? Solamente falta eso para demostrar cómo nuestros cuerpos gruesos y burdos se interponen en el verdadero goce que siente el alma en este mundo.

Rabi Najman de Breslev encara el tema del cuerpo y el alma en su gran obra Likutey Moharán I:37. Rabi Najman enseña que el cuerpo y el alma son dos cosas paralelas y que corresponden a los aspectos opuestos de humano vs animal, espiritual vs material, sabiduría vs ignorancia, luz vs oscuridad, vida vs muerte. En otras palabras, el cuerpo, lo animal y lo material son sinónimos y están asociados con la oscuridad y la muerte. Son finitos y siempre llegan a su fin. Por el contrario, lo verdaderamente “humano” es el alma, que está asociada a la luz y la espiritualidad –ésa es la vida que nunca termina. La daat o conciencia espiritual, significa elegir la luz por sobre la oscuridad y permitir que lo espiritual prevalezca por sobre lo material.
 

La diferencia entre hombre y animal es que el hombre tiene un alma, el potencial de alcanzar alturas espirituales ilimitadas. El animal no es más que un pedazo de carne con un instinto básico de supervivencia. Los animales quieren y no quieren: quieren a la persona o a la cosa que mejora su existencia al proveerle alimento y no quieren a aquello que le causa dolor o que pone en peligro su existencia. Pero el animal siempre permanece igual: espiritualmente estancado –no puede ascender la escalera espiritual para acercarse a HaShem.

La persona que se estanca como algo meramente físico, sin ascender la escalera espiritual, no está cumpliendo con la tarea para la cual llegó al mundo. Ése es el clásico caso de la persona con bajo rendimiento, cuyos logros espirituales no son más grandes que los del animal. Pero el animal fue creado para satisfacer sus necesidades físicas a fin de sobrevivir. Los animales no se dedican a gratificar el cuerpo si no se trata de asegurar su supervivencia. Por eso, en ese sentido, cuando el ser humano sucumbe a la satisfacción de sus apetitos corporales, se encuentra en el mismo nivel que un animal, que una bestia. Y aún peor: cuando esos apetitos no tienen nada que ver con la supervivencia y el bienestar de él como persona, e incluso le causan daño al cuerpo, entonces ese ser humano es peor aún que un animal. Los animales huyen del fuego y del humo. Los seres humanos toman tabaco, lo queman y luego inhalan el humo dentro de sus pulmones con todo el alquitrán y las toxinas. Ningún animal en toda la creación no va a hacer algo así.

Por eso, vemos que así como está el humano versus el animal, también está lo espiritual versus lo material. El alma es nuestro ser espiritual y es capaz de obtener un nivel de refinamiento espiritual que ni un arcángel es capaz de lograr. Y otra vez: el cuerpo es lo material, lo físico. Si elegimos el camino de los placeres corporales y las búsquedas materiales, estamos a un nivel inferior al de los animales. Pero si hacemos del cuerpo un vehículo para cumplir con los deseos del alma, entonces estamos por encima de los ángeles. En esencia ésa es nuestra libre elección: elegir la luz de la conciencia espiritual por sobre la oscuridad de la ignorancia y el autoengaño, elegir el alma por sobre el cuerpo y elegir lo espiritual por sobre lo material.

No me entiendan mal: el cuerpo es el que lleva a cabo los Preceptos. Si hacemos aerobics una hora en el gimnasio para mostrar los bíceps mientras nos paseamos por la pileta, entonces no somos más que animales. Pero si hacemos esa misma hora de ejercicios para poder tener un cuerpo sano con el que servir a HaShem con más fuerzas, entonces nuestros músculos se vuelven herramientas espirituales. Si comes un jugoso bife de costilla para obtener la vitamina B12 que necesita tu cerebro para poder estudiar Torá con más concentración, entonces estás cumpliendo un Precepto. Pero si comes carne fuera del contexto de la comida del Shabat con el solo objetivo de obtener un goce físico, entonces aquí no hay ningún Precepto.

Rabi Shimon bar Yojai explica en el sagrado libro del Zohar el sentido intrínseco de la vara de Moisés, la cual acabó transformándose en una serpiente. Él afirma que si tomamos algo de este mundo en pos de la gratificación del apetito corporal, entonces es como si estuviéramos consumiendo una serpiente. Pero si tomamos esa misma substancia con la intención de cumplir un Precepto y servir a HaShem, entonces esa substancia se transforma en una vara como la de Moisés, que sirve para fortalecer el alma. Eso fue lo que quiso decir el Rey Salomón cuando afirmó: “HaShem creó esto a diferencia de esto” –todo en la creación puede ser usado para bien o para mal. El átomo puede iluminar el mundo o destruirlo. Podemos alimentar el cuerpo o alimentar el alma. Podemos usar este mundo para obtener conciencia espiritual y perfeccionar nuestras almas o podemos usar este mundo para sucumbir a las enfermedades cardíacas, respiratorias y digestivas que contraemos al consumir comida basura, alcohol, tabaco, drogas y demás placeres corporales.

La Torá y los deseos del cuerpo son mutuamente excluyentes. HaShem les da la Torá a aquéllos que tienen la capacidad de controlar el cuerpo y ponerlo al servicio del alma. Si uno tiene la cabeza puesta en los apetitos corporales, entonces su estudio de la Torá  -aunque tenga un coeficiente intelectual muy elevado-  va a ser, como mucho, superficial. El hecho de que el así llamado “Estudiante de Torá” fume cigarrillos y mire todo el tiempo a mujeres es una clara señal de que no ha internalizado nada de lo que aprendió.

Nuestros Sabios relatan la historia de Aristóteles.

Todos sabemos que Aristóteles tenía un coeficiente intelectual extraordinario. Sin embargo, una vez lo encontraron borracho como una cuba tirado en una cuneta en Atenas. Varios de sus alumnos, ataviados con sus aristocráticas túnicas blancas como lirios lo encontraron tirado en el barro y la suciedad. Sin poder creer lo que estaban viendo, se agacharon y le preguntaron:

“¿De veras eres tú, Aristóteles?”.

Y el famoso filósofo respondió en un estupor: “En  la sala de estudios, soy Aristóteles. Acá afuera, soy solamente un borracho”.

Nosotros, los judíos, no cambiamos de personalidad al salir de la sala de estudios. Por eso es que nos llaman Bnei Torá, los hijos de la Torá: porque vivimos según la Torá 24 horas al día. Feliz de aquél que puede afirmar con orgullo que ha logrado domar a la bestia que lleva adentro. El buey es un animal excelente, siempre y cuando lleve encima el yugo de la Torá y los Preceptos.

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1. Nancy

9/11/2019

Si hemos podido sentir a HaShem en nuestras plegarias, no es posible vivir sin Emuna

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