El Álbum de Fotos

Alguien ve algo aparentemente inocente, como un coche último modelo y entonces la mente le empieza a galopar: ¿Cuánto costará esta maravilla de auto?

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 05.04.21

Nuestra batalla de todo un año contra la Mala Inclinación asume especial importancia en este mes de Elul, en que Hashem nos ofrece ayuda especial para hacer teshuvá.

¿Y cómo nos cuidamos de la Mala Inclinación?

Rabí Velvel Jeshin, de bendita memoria, solía parafrasear el Zohar, diciendo que la puerta de la Mala Inclinación son los ojos.

Todo aquello que la persona ve, le queda grabado en la mente, siempre disponible para recordar en todo momento. Los recuerdos del cerebro moldean los pensamientos que tenemos, tanto los buenos como los malos. Dice Rabí Najman (Likutey Moharán I:49) que los pensamientos positivos son la manifestación de nuestra buena inclinación y que los pensamientos negativos son la manifestación de la Mala Inclinación . Por consiguiente, al cargar  los ojos, el cerebro y el corazón con Torá y con Emuná, estamos reforzando nuestra inclinación a hacer el bien y obtenemos una perspectiva mucho más positiva y sana de la vida. Pero cuando uno se llena los ojos de imágenes lascivas, entonces está alimentando a su Mala Inclinación y corroyendo su propio bienestar emocional y espiritual.

Los pensamientos negativos no son únicamente pensamientos de transgresiones sino todo pensamiento vano que hacen que uno derroche su energía mental en pavadas. El Baal Shem Tov nos enseña que la persona está allí donde están sus pensamientos: si estos son elevados, entonces la persona también lo es. Pero si sus pensamientos están en el tacho de basura, entonces uno también está allí. Los pensamientos vanos, si bien parecerían ser totalmente inocuos, conducen al aburrimiento y finalmente, a la locura. La mente que no se desarrolla es una mente que retrocede.

Dado que la vista influencia tanto los pensamientos, incluso sin ver cosas prohibidas, uno no puede acercarse a Hashem si no se cuida de lo que ve. Por ejemplo: supongamos que alguien ve algo aparentemente inocente, como un Mercedes último modelo. Dado que su vista influencia en sus pensamientos, la mente le empieza a galopar: ¿Cuánto costará esta maravilla de auto? ¿Qué hizo este tipo para merecérsela y yo no?”. Y ahí le entran en la mente todo tipo de pensamientos, de envidia, de competencia, de insatisfacción, por nombrar solamente unos pocos. Esta clase de pensamientos pueden llegar a salir a la superficie más tarde en la forma de malas lenguas, habladurías y calumnias.

Nuestros Sabios enseñan que el corazón ansía aquello que ven los ojos. Uno puede engañar a los demás, llevando barba y vistiéndose con traje negro, pero no puede ocultarle sus pensamientos a Hashem. Y eso es muy avergonzante, porque sus pensamientos son un álbum de fotos de alta resolución de todo lo que ve.

El verdadero temor a Hashem consiste en saber y sentir que Hashem ve todo lo que tenemos en la mente y en el corazón. Menos que eso es solamente un “disfraz” o un temor “externo”. Los demás ven nuestros actos, pero Hashem ve nuestros pensamientos.

Y dado que la visión moldea nuestra dimensión interior, tanto en lo emocional como en lo espiritual, el poder del libre albedrío empieza con lo que vemos. Una vez que vemos algo – click! Es como si hubiéramos tomado una foto y la imagen ya hubiera quedado grabada en el cerebro. Por eso, si uno quiere mantener su mente en un lugar limpio, tiene que evitar mirar cosas malas. Únicamente cuando uno se cuida muy bien de lo que ve puede aferrarse a Hashem como lo desea su alma. Pero cuando uno mira a cualquier lado, entonces pierde el libre albedrío, porque pierde la opción de aferrarse a Hashem. Samsón era un hombre santo, que se consagró  a una vida de santidad desde el momento en que nació. Y el comienzo de su caída fue cuando puso lo sojos en la malvada mujer filistea, Dalila. El corazón ve a través de los ojos y los ojos son la principal influencia del corazón.

Con los ojos cerrados, uno puede concentrarse exclusivamente en Hashem, en la Torá y en su propia futilidad humana. Por supuesto que sigue teniendo libre albedrío, pero cuando abre los ojos, pierde su libre albedrío por completo, porque entonces se pone a pensar en lo que ve.

Toda la lujuria comienza por los ojos. Por eso, uno tiene que rogarle constantemente a Hashem que lo ayude a cuidar los ojos. Es por eso que los tzadikim siempre acostumbraron a imaginarse las letras de la Torá o las letras del Nombre de Hashem dondequiera que fueran, para poder mantener su libre albedrío. Eso es exactamente lo que quiso decir el Rey David cuando dijo: “He colocado a Hashem siempre delante de mí” (Salmos 16:8).

Idealmente, uno debería tener los ojos cerrados o dedicados al estudio de la Torá o a un libro de plegarias, y si está solo, a mirar el cielo azul, o un manantial, o un águila en pleno vuelo, o un huerto floreciente o una majestuosa montaña. No debemos permitir que no nos entre al corazón nada que pueda inhibir o anular nuestro anhelo por Hashem y por la santidad.

Incluso el simple hecho de mirar algo inocente y aparentemente inocuo deja una impresión en el cerebro y en el corazón. La imagen de una mujer deja no sólo una gran impresión en el cerebro y en el corazón sin que desencadena deseos lujuriosos y destructivos y enciende toda clase de fuegos lascivos. El hombre “religioso” que siente despertar su deseo ante la visión de una mujer no le va a importar si se trata de una mujer casada… se olvidará de su propia mujer y de sus hijos y renunciará a toda su pureza y espiritualidad en un minuto… y todo debido a que miró a una mujer. Pero si pudiera monitorear sus propios pensamientos, vería que le están poniendo en peligro toda su vida, y cortándolo de su conexión con Hashem. ¿Por qué se hace algo semejante a sí mismo? Esto solamente demuestra que el hombre no tiene ni la menor idea de lo que le sucede cuando mira a una mujer.

Seamos sinceros: ¿qué fotos tenemos en nuestro álbum mental? Si nos da vergüenza lo que vemos, tiremos las fotos a la basura y reemplacémoslas con fotos nuevas: con páginas de Salmos, con páginas de Talmud y con los rostros de los tzadikim.

¡Y que podamos seguir sus pasos! Amén!
 
 
 
 
 
 

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