Los Ojos y la Emuná

Escribe Rabí Natan (Likutey Halajot Masa UMatan 4) que la Emuná está fuertemente conectada con los ojos, porque la persona con Emuná es como alguien que “ve a HaShem”. En otras palabras, el ojo de su mente está siempre dirigido a HaShem, y en efecto, está “Mirando a HaShem”.

Dice el Rey David (Salmos 25:15): “Mis ojos están siempre mirando a HaShem”. Él ejemplifica el nivel espiritual al que se refiere RabíNatan. Rabí Natan agrega que el libre albedrío depende de los ojos, porque la persona es libre de mirar todo lo que quiere, cada vez que quiere. Puede mirar a HaShem o puede mirar a cosas que le impurifican la mente y el alma. Cuanto más uno cuida los ojos, más puede concentrarse en HaShem.

Rabí Natan nos enseña un principio espiritual de enorme importancia: las acciones y el comportamiento de la persona desencadenan una conducta equivalente en el mundo espiritual. Por ejemplo, cuanto más la persona “mira a HaShem”, más HaShem “mira a la persona”, o sea, más HaShem ejercita Su providencia personal en la vida de esa persona, protegiéndola y proveyéndole todas sus necesidades. Y viceversa: cuanto más la persona aleja los ojos de HaShem, y mira cosas prohibidas, menos va a disfrutar de los beneficios del a intervención Divina en su vida. Y eso no es nada bueno, por no decir más…

¿Acaso vale la pena perder la constante protección de HaShem, como así también Su constante guía y asistencia, por mirar una imagen prohibida? Únicamente un necio total estaría dispuesto a renunciar a la Providencia de HaShem por el placer imaginario de mirar la imagen de una mujer. Por eso el Rey David Le suplicó a HaShem: “Abre mis ojos para que vea las maravillas de Tu Torá” (Salmo 119:18). El Rey David no quería abrir los ojos si no veía algo santo. Cada uno de nosotros puede decidir exactamente lo mismo.

Si bien el acto de ver es algo externo, en realidad es algo muy interno. La vista desencadena los pensamientos y los deseos del corazón. La observancia de la Torá y los preceptos dependen de la vista, tal como hemos recalcado en numerosas ocasiones.

El Profeta Jeremías escribe en Lamentaciones 2:19: “Vierte tu corazón como agua en la presencia de HaShem”. Cuando vertimos el corazón a HaShem en plegaria personal, pidiéndole que nos ayude a desear las cosas apropiadas (pureza, santidad, y la eterna verdad de la Torá), entonces somos merecedores de estar en la presencia de HaShem.

Sin una extensa plegaria personal, no podemos cuidar los ojos. Y si no cuidamos los ojos, no podemos de ninguna manera observar los Diez Mandamientos, y mucho menos la Torá en su totalidad. Incluso los primero cinco Mandamientos  -los que se refieren a la persona en su relación con Dios- no pueden cumplirse sin cuidar los ojos. El primer precepto: “Yo soy el Eterno tu Dios” es el precepto de la Emuná. La Emuná implica ser feliz con lo que nos tocó en la vida. Por eso, apenas la persona abre los ojos y codicia algo, o bien pierde su Emuná o bien nunca logra alcanzar la Emuná en primer lugar. Además, nuestros Sabios nos dicen que uno no puede sentir la santidad del Shabat si no mantiene su santidad personal, y en especial la santidad de los ojos. Y la forma más grande de honrar a los padres es siendo un hijo íntegro que cumple con los preceptos de la Torá. Todo hijo que no cuide los ojos es como un insulto espiritual a sus padres, Dios no lo permita.
No escuchen a los payasos que se burlan de estas cosas. Es demasiado lo que está en juego como para siquiera prestarles atención. Sean valientes como el león y ágiles como el águila para cuidar los ojos cada vez que estos tienen que estar cerrados. Es necesaria mucha plegaria para fortalecernos frente a todos los obstáculos y todas las dificultades que esto implica. Nadie dijo que fuera cosa fácil. Y es por eso que tenemos que orar tanto para que HaShem se apiade de nosotros y nos ayude a cuidar los ojos.