Deja lugar para las bendiciones

¿Acaso no es esta la lucha sin emuná que todos enfrentamos cada tanto? Todos nos aferramos a cosas hasta el amargo final.

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Sunny Levi

Posteado en 04.04.21

Mi bebita estaba llorando y yo estaba ya hinchada y tenía que darle de mamar.

 

Las dos esperábamos lo mismo, pero por distintas razones. Yo necesitaba aliviarme y ella necesitaba recargarse.

 

Pero de tanta hambre que tenía, ella se había llevado la manito a la boca y estaba chupando los deditos ferozmente. Tal vez pensaba que si se chupaba los deditos con fuerza, iba a salir leche…

 

Pobrecita… no podía más del hambre…

 

Para ayudarla, empecé a quitarle la mano de la boca. Pero ella, se resistió empecinadamente y continuó chupando el puñito con mucho entusiasmo. Me sentí mal de tener que sacarle la mano de la boca por la fuerza. Después de todo, era solamente una bebita de tres meses, pero ¿qué otra alternativa me quedaba? Tenía que liberar espacio en su boca. Así que empecé a aplicar más fuerza, pero ella continuó oponiéndose a mí. Se negaba a soltar…

 

A esa altura, no tuve otra opción más que usar toda mi fuerza para sacarle la mano de la boca. Era como si estuviéramos jugando a ver quién tiene más fuerza. Y por supuesto que cuando la vencí, ella se puso a llorar como un bebé! Desde su punto de vista, yo me debo haber transformado en una bruja despiadada, que le quitaba lo único que la estaba consolando. Pero al ratito todo cambió y yo ya le estaba dando de mamar. ¡Sirvieron la cena! La paz volvió a reinar. El tormento había cesado y una sensación de alivio nos envolvió a las dos.

 

Mientras estaba sentada amamantando y recapitulando el pequeño drama que había tenido lugar, me di cuenta de que NUNCA en todos mis años de dar de mamar a mis hijos tuve que sacarle la mano de la boca a uno de ellos para poder darle de mamar. Esto era algo inusual. Y cada vez que me pasa algo inusual en mi vida cotidiana, lo tomo como un mensaje personal de Dios que contiene una lección, una metáfora, o una chispa de sabiduría dirigida a mí. En este caso, no hizo falta mucho tiempo para encontrar la piedra preciosa

 

Había alcanzado un punto en mi carrera en el que sentí que una cierta parte de mi trabajo estaba llegando a un fin. Después de todos los años de gran esfuerzo que había invertido, sentí como si me hubieran atrancado la puerta en la cara. Con gran tristeza, me resistí a ese final y traté de hacer todo lo posible por aguantar. Si bien este trabajo en particular no era tan divertido, la idea de que se me fuera de entre las manos me resultaba imposible de aceptar. Me sentía apegada a él. Sentía que lo necesitaba. Y ciertamente no podía imaginarme un trabajo mejor en lugar de ese.

 

Pero he aquí que Dios me acababa de demostrar lo contrario. Me vi a mí misma aferrándome al trabajo muerto como un bebé confundido que con su propia mano estaba tapando espacio y evitando que la abundancia pudiera llegar. No tenía confianza en que si soltaba eso, pudiera llegar algo mejor en su lugar.

 

¿Acaso no es esta la lucha sin emuná que todos enfrentamos cada tanto? Todos nos aferramos a cosas hasta el amargo final. Puede ser una relación, un trabajo, una rutina, un emprendimiento, un estado de ánimo, o incluso un objetivo. Por cierto que es natural aferrarse a las cosas en la vida, a resistirse a dejarlas ir y a encontrar consuelo y sentido en ellas. Pero hay algunas cosas que no nos hacen nada bien o que incluso son dañinas y nos producen frustración, tristeza, enfermedad, depresión o estrés. Tal vez, al igual que los bebés, nos aferramos a ellas por la necesidad de sentirnos bien. Tal vez esperamos que algún día las cosas mejoren y empiecen a producir “leche”. O tal vez somos tan dependientes de ella que no podemos imaginarnos nada mejor.

 

Pero recordemos la verdad: Hashem es el ÚNICO que puede darnos y puede quitarnos algo. Por eso, si algo se nos está escapando de las manos, en vez de resistir la realidad y tratar de succionar leche de los dedos secos, deberíamos abrir bien grandes los ojos y ver si es Dios el que nos está sacando! No es el jefe, el abogado, el doctor, el banco, el gobierno, o lo que sea. Hashem es nuestro padre, y está ansioso de darnos. Está “lleno de leche” y cuando Él nos quita algo, Él crea un espacio para proveernos con algo nuevo. Al ser conscientes de que Él hace todo para bien, podemos soltar con calma lo que nos están quitando de todos modos y confiar en que están por llegar cosas mejores. A veces, esas cosas llevan un tiempo, pero cuanto más confiemos, más rápido llegarán. Hashem simplemente está haciendo lugar para las nuevas bendiciones. Fíjense y van a ver que así es!

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1. Alejandra Honigsblum

6/21/2021

Cuán sabias tus palabras Suuny, cuánta verdad encierran, me deleité leyéndolas Que valioso mensaje, Hashen te bendiga “ No hay mal que por bien no venga” ✡️✡️✡️

2. Amalia

10/24/2017

Respuesta a mis plegarias…..tiempo cumplido!!!!!

Me ha venido como anillo al dedo…..tengo la respuesta y refuerza mi fe>>>> hasta me he emocionado!!!! es real

3. Amalia

10/24/2017

Me ha venido como anillo al dedo…..tengo la respuesta y refuerza mi fe>>>> hasta me he emocionado!!!! es real

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