El escarbadientes que me salvó

A veces, hasta la más mínima molestia puede volverlo a uno loco, si Hashem así lo desea. ¿Quién tiene escarbadientes en una oficina?

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 17.03.21

A veces, hasta la más mínima molestia puede volverlo a uno loco, si Hashem así lo desea.

 

En unos pocos minutos, nuestro gerente de la oficina de Breslev Israel en inglés, Aarón Dubinsky, iba a hacer pasar al despacho a las personas que habían concertado cita para hablar conmigo. Aarón todavía no había llegado a la oficina, así que yo estaba terminando rápidamente mi almuerzo.

 

La mala inclinación se disfrazó de un pedacito de zanahoria que había decidido transformarse en ocupante ilegal entre dos de mis dientes. Traté de desalojarlo con mi cepillo de dientes portable pero no lo logré. Traté todo tipo de recursos, pero sin éxito. Cuando yo escucho a la gente, tengo que prestarles toda la atención y este pedacito de zanahoria me estaba volviendo loco. Me fijé en el reloj y vi que Aarón, que siempre es puntual, iba a llegar en un minuto y la primera cita, inmediatamente después.

 

¿Qué hace uno en momentos de necesidad? ¡Le pide a Hashem!

 

“Hashem, soy yo, Tu hijo, Eliezer Rafael ben Jasia. Hashem, dentro de un rato tengo que sentarme con estas personas para asesorarlos y este pedacito de zanahoria me está volviendo loco. ¡Por favor, envíame un escarbadientes! De dónde, no sé, pero por favor necesito un escarbadientes!”

 

No tenía idea de dónde conseguir un escarbadientes. ¿Quién tiene escarbadientes en una oficina? Nadie que yo conozca. Entonces me fijé en el escritorio de Aarón y allí estaba: un escarbadientes envuelto de papel de celofán, como el que te dan en las comidas de los aviones. Yo siempre me cuido de no tomar cosas de los demás sin permiso, pero esto era una emergencia. Saqué el escarbadientes del celofán y ahh…. Qué placer! El pedacito de zanahoria salió volando!

 

 

No saben la alegría que me dio! Le di las gracias a Hashem como si me hubiera sacado la lotería!

 

Entonces llegó Aarón a la oficina con su acostumbrada sonrisa de oreja a oreja. Yo lo abracé y le pedí disculpas por agarrar su escarbadientes. “¿Qué escarbadientes?”, preguntó él.

 

“El que estaba envuelto en celofán encima de tu escritorio”, le respondí.

 

“No sé, no es mío, así que no tiene que darme las gracias”.

 

A mí nadie me va a poder convencer de que Hashem no respondió a mi ruego y no me envió un escarbadientes en el mismo minuto en que se lo pedí!

 

Entonces me quedé pensando: si así es como debo agradecer a Hashem por un escarbadientes, ¿cuánto tengo que darle las gracias por cada respiración, por cada latido del corazón, por cada vez que los riñones funcionan bien? ¿Y qué hay respecto de todos los demás millones de bendiciones diarias de la vida?

 

El pueblo judío no es un pueblo de ingratos. La única razón por la que no Le damos las gracias a Hashem como debemos es porque no abrimos los ojos. No percibimos los milagros y la infinita bondad de Hashem.

 

El profeta Isaías clamó a causa de esto mismo y dijo que esa es la raíz de todos nuestros problemas.

 

 

¿Cuándo?

 

El Shabat previo a Tishá BeAv se llama Shabat Jazón, el “Shabat de la Visión”. Se lo llama así a causa de las dos primeras palabras de la Haftará que se lee: “Jazón Yeshayahu”, que significa “la profecía – visión- de Isaías”. El Profeta Isaías reprende al pueblo judío y les revela el motivo por el cual los acometió todo ese sufrimiento -la destrucción de los dos Templos Sagrados, la Inquisición, los pogromos, el Holocausto y todas las calamidades hasta que venga el Mashíaj.

 

Qué fue lo que hizo de malo el pueblo judío? ¿Mantuvo relaciones prohibidas? No. ¿Adoró ídolos? No. ¿Derramaron sangre inocente? No. Entonces ¿qué fue lo que hicieron para merecer un castigo tan terrible?

 

He aquí la respuesta:

 

“El buey conoce a su dueño y el burro, el bebedero de su amo; pero Israel no sabe. Mi pueblo no contempla (observa, presta atención)” (Isaías 1:3).

 

¿Qué? ¿Todo este sufrimiento de ya tantos siglos por no haber sabido observar y contemplar?

 

Sí. Nosotros somos el pueblo de Israel, Am Yehudi, el Pueblo de la Gratitud. Es hora de que abramos los ojos y empecemos a expresar nuestra sincera gratitud ante Hashem. Y cuando lo hagamos, el éxilio y la Diáspora acabarán y llegará el Mashíaj, muy pronto en nuestros días. Amén!

 

 

 

 

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