La Crisis de la Dieta

Dios quiere que seamos personas sanas, tanto física como espiritualmente. El problema es que ponemos demasiado énfasis en lo físico y nos olvidamos de lo espiritual…

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Rajeli Reckles

Posteado en 05.04.21

Con los años, mi marido ha probado muchísimas dietas. Y la verdad es que me volvió loca con sus exigencias imposibles… Yo siempre odié todas sus dietas, porque eran una terrible molestia para mí y en especial porque nunca vi que perdiera peso… a veces me convencía de que estaba haciendo dieta solamente para molestarme, no para ponerse en buena forma… Por eso, cada vez que él empezaba una nueva dieta para molestarme mientras al mismo tiempo trataba de perder peso, yo iniciaba una protesta y condenaba unilateralmente sus esfuerzos por perder peso…

Por eso, después de años enteros soportando su “No puedo comer nada de lo que tú preparas y además no me gustan las verduras”, él finalmente se despertó y se dio cuenta de que la única forma de perder peso es comer sus tontas verduras. Pero como no le gusta comer  verduras, decidió beberlas. Excelente. Ahora me pasó 30-40 minutos cada mañana preparándole jugo de cada verdura que me llega a las manos. Yo creo que a esta altura él directamente se está convirtiendo en una verdura….

Yo tiendo a ser un poco extremista, y toda la culpa la tiene mi marido!  Pero esperen! Tengo una explicación muy racional para este fenómeno: dado que acepté ser su alma gemela y su santa, abnegada, sufrida y sorprendente esposa, entonces automáticamente acepté también sus mismos atípicos rasgos de carácter, el extremismo siendo uno de ellos. Por supuesto que mi marido les va a decir que él es el equilibrado y que yo soy la extremista, pero no le hagan caso…

El primer día de nuestra extravagancia juguera, yo subconscientemente decidí que iba a dejar de comer a la mañana y que iba a dejar de beber mi acostumbrada taza de café. Bueno, eso funcionó hasta cerca de las tres, cuando me empezó a dar a doler la cabeza como si me estuvieran dando martillazos y llegué a un estado tal que ya no podía funcionar. Entonces llamé llorando a mi marido y le rogué que viniera a casa porque no podía ocuparme de los chicos. Levemente molesto, él llegó a casa y me preguntó si había comido algo. Ups… ¡me había olvidado! ¿Y si había tomado mi taza de café? Ni siquiera le respondí…

A los pocos minutos de comer y tomar algo (y tomarme un analgésico…), se fue calmando el dolor. Al día siguiente, volví a retomar mi último deporte: “juguismo extremo”. El objetivo – ver cuántas combinaciones raras de verduras y aceite de lino puedo formar manteniendo el brebaje capaz de ser bebido… Hasta ahora, nada mal…

Todo fue lo más bien durante los primeros días, empezando la mañana con agua y café y después preparando jugo después de que los chicos fueran al colegio. Para cuando terminaba con la juguera, ya casi era hora de preparar el almuerzo, pero qué le voy a hacer…

Y entonces, pasó lo que pasó. Mi cuerpo empezó a volverse loco. Empecé a sentir toda clase de dolores y achaques. Empezaron a salirme un montón de aftas en la boca. La piel empezó a resquebrajarse. Ay… sin darme cuenta había empezado una crisis de limpieza. Todos los invasores latentes que se habían infiltraado en mis distintos órganos  y sistemas corporales poco a poco empezaron a despertarse de su profundo letargo. Las toxinas, los parásitos, las bacterias, etc, todos empezaron a perder el control de mis órganos, y no estaban muy contentos que digamos…

Y para ser honesta, yo tampoco estaba contenta. A esa altura, habría preferido que me dejaran en paz con mis parásitos y mis bacterias, pero que por lo menos me hubiera sentido bien. Quiero decir: ¿acaso estar sana realmente valía la pena con todo ese sufrimiento? ¿Qué tiene de malo un virus latente que va saboteando mi sistema nervioso?

Entonces me limité a un solo jugo por día, porque simplemente no me podía permitir el lujo de ser demasiado sana…

Pensándolo bien, me parece que cuando llegue el Mashíaj, todos vamos a tener que soportar una cierta crisis de limpieza espiritual. Si hemos estado trabajando en nuestra salud espiritual a ritmo diario, entonces es de esperar que dicha crisis  no sea demasiado fuerte. Pero si no nos hemos ocupado de nuestras almas, entonces me temo que se trate de un proceso muy largo y doloroso.

Dios quiere que seamos personas sanas, tanto física como espiritualmente. El problema es que ponemos demasiado énfasis en lo físico y nos olvidamos de lo espiritual. ¡Pero no se olviden, queridos lectores, que existe una solución!

Igual que sucede con los regímenes muy estrictos, uno puede obtener máximos resultados en un mínimo de tiempo. Si ustedes son serios acerca de su salud espiritual, entonces empiecen el “programa de seis horas para un alma perfecta” de Rabí Najman! En tan sólo seis horas van a poder activar el alma con una tonificante sesión de plegaria personal en un lugar al aire libre! Y para aquellos de ustedes que no son tan aventureros, les propongo el programa de “Una Hora al Día”, con resultados garantizados en apenas un mes!

Y lo mejor de todo es que no les va a costar ni un centavo!

La verdad es que tendría que haberme dedicado a la publicidad, ¿no les parece?
 

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1. Xime

7/03/2018

me encanta

Me encanta, ahora mismo estoy alimentando mi alma. Gracias por el mensaje.

2. Xime

7/03/2018

Me encanta, ahora mismo estoy alimentando mi alma. Gracias por el mensaje.

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