La vida fácil

La gente suele hacerme una muy buena pregunta: si Hashem quiere que me acerque a Él, entonces ¿por qué simplemente no Se me revela?

Imagínense que la compañía de electricidad quiere ahorrar dinero y entonces cierra las estaciones retransmisoras y envía un cable directo desde su generador principal a tu casa. Cuando tú enciendes la lamparita de 100 watts en el living, se transmiten por el cable 50.000 watts de energía. La lamparita se haría polvo en una fracción de segundo.  Y aún peor: los cables de las paredes explotarían y toda la casa se incendiaría. Es por eso que la electricidad no puede llegar a tu casa sin una serie de transformadores y disyuntores que reduzcan el poder de la electricidad generada a una medida que puedas usar en forma segura.

De la misma manera, la luz Divina de Hashem es infinita e ilimitada. Para nuestro propio beneficio, Hashem no nos da una iluminación que sea demasiado fuerte para nuestras almas porque de otro modo nos “quemaríamos” – nos moriríamos, o nos enloqueceríamos, o perderíamos la fe por completo, Dios no lo permita.  Por eso, Hashem que es un excelente “coach”, nos da oportunidades para fortalecer nuestro ser espiritual para que podamos ser vasijas lo suficientemente resistentes como para recibir una porción más grande de luz Divina. Cuanto mayor la iluminación, más cerca uno está de Hashem y viceversa. Al acercanos más a Hashem, la vida se vuelve muchísimo más dulce.

El Talmud cuenta la historia (Tratado Jaguiga 14b) de cuatro sabios que entraron al “huerto de cítricos”, que es una alegoría de los mundos superiores. Uno murió; otro se volvió loco; y otró perdió su fe por completo. Rabí Akiva fue el único que entró y salió sano y salvo. Los primeros tres carecían de las vasijas espirituales necesarias para una exposición tan fuerte a la luz Divina. Por su parte, Rabí Akiva había reforzado su ser espiritual hasta tal nivel que la iluminación no sólo que no le hizo daño sino que le resultó gratificante.

Rabí Akiva era el hijo de dos conversos pobres y humildes e invirtió un tremendo esfuerzo en refinarse a sí mismo, pasando de ser un paisano simple a ser un monumental sabio de la Torá con decenas de miles de discípulos. Rabí Akiva no tenía un padre acomodado . espiritualmente, él era un hombre que se hizo a sí mismo. A la edad de cuarenta años y con tremendas dificultades, inició el largo camino de la teshuvá y la Torá. La guemará nos enseña que él derramó ríos de lágrimas rogándole a Hashem que le permitiera estudiar y entender la Torá. Era tan pobre que dormía en un granero Pero las desventajas de la vida fueron el combustible que alimentaron su ardiente deseo de acercarse a Hashem. Y a través de años de privaciones, esfuerzo, sufrimiento a manos de los romanos y tras ser echado por su suegro, Rabí Akiva continuó poco a poco pero en forma segura su tenaz esfuerzo por aprender Torá y acercarse a Hashem. Y así fue como se construyó una vasija exquisita de espiritualidad que excedía de lejos a la de sus contemporáneos en mejor situación que él, que provenían de familias de alto estatus social y gran nivel de Torá.

Cuando sabemos que las dificultades que tenemos en la vida pueden de hecho fortalecernos el alma y acercarnos a Hashem, nos llenamos de fuerza para encarar cualquier situación. Por eso, cuando miramos la vida con ojos de emuná, de inmediato nos sentimos más fuertes y más felices.

No sientan envidia de aquellos que viven una vida fácil. Eso no es un premio. Todo atleta exitoso sabe que sin dolor no hay progreso. Las personas que no sufrieron pruebas están muy limitadas en su capacidad de entender la fe.

¿Ustedes no tienen una vida fácil? ¿Están bajo presión? Pónganse contenos: eso significa que son uno de los hijos favoritos de Hashem! Él les está haciendo hacer ejercicio riguroso porque quiere que sean fuertes, con un alma más fuerte. ¿Qué mejor que eso?