¡Tenemos el Poder!

La calidad de vida de la persona depende casi exclusivamente de su modo de pensar. Las personas que piensan en positivo viven una vida a full y viceversa… Los pesimistas nunca se sienten felices. Y no hay nada que ayude tanto a pensar con tranquilidad y en forma sana como la santidad personal. La gente que vive plagada por la promiscuidad no tiene paz interior porque su lujuria jamás se sacia y entonces la persona misma nunca está satisfecha.

Cuidar la santidad personal es muy propicio para cuidar el pensamiento y librarse de pensamientos negativos, y en especial de la tristeza y la depresión. Vemos así que cuanto más la persona cuida su santidad personal, más puros, positivos y tranquilos son sus pensamientos y más feliz vive.

La santidad hace que la persona tenga un corazón fuerte –que viva en paz consigo mismo y con los demás, y que actúe con compostura, con calma, con paciencia, con magnanimidad y que tenga satisfacción tanto material como espiritual. Aquel que cuida su santidad y su lealtad tiene el mérito de tener una emuná lúcida y una comprensión espiritual mucho más grande. Esa persona se hace acreedora al verdadero prestigio.

Aquel que cuida su santidad personal alcanza una sublime medida de dulzura espiritual. Para ella, el servicio Divino, y en especial las plegarias, se transforman en un verdadero deleite y no son meramente una carga. Además esa persona no es absoluto cruel y por ser una persona con confianza en sí misma, no tiene necesidad de adular a los demás. No le tiene miedo a nadie: ni a los hombres, ni a los animales ni a ninguna otra amenaza.

Esa persona es capaz de sentir la luz del Shabat y de las festividades. Es una persona mental y físicamente sana.  Y hasta sus sueños se vuelven más agradables, pues su alma recibe la visita de ángeles santos.  Además esa persona tiene hijos que aman la Torá y que cuando crecen son grandes eruditos. Esas personas están protegidas de un posible encarcelamiento y si por alguna causa fueron encarcelados, se los libera rápidamente.

También tienen una memoria mucho más fuerte y suelen salvarse de todo tipo de calamidad, accidentes automovilísticos y muchos daños más.
Muchas personas se desalientan porque piensan que uno no puede cambiar, pero Rabi Najman dice que con una suficiente cantidad de plegaria uno puede dominar por completo todos los rasgos negativos y la lujuria corporal (ver Likutey Moharán I:52).

Explica Rabi Najman: “A través de la plegaria personal, la persona puede anular toda clase de lujuria y rasgos negativos de carácter”. Al revés de lo que suele pensar la gente, uno no tiene que “luchar” contra sus deseos corporales porque piensan que ya perdió la batalla antes de empezarla. Rabi Najman por su parte promete que uno puede anular todas las clases de deseos corporales y rasgos negativos de carácter. Rabi Najman llama a la lujuria “pavada y tontería”!

En el libro “Síaj Sarfei Kodesh” se cuenta que hasta los discípulos más simples de Rabi Najman lograron superar sus bajos deseos. Uno de ellos, Rabi Leib, era un hombre muy santo que una vez se asió la barba y exclamó: “¡Esta barba no hay contemplado ni un solo pensamiento  lujurioso durante los últimos veinticinco años!”.

En su libro Meshivat Nefesh (en español, “Meditación, Fuerza Interior y Fe” de Rabi Najman de Breslev), Rabi Alter de Teplik afirma que el cerebro de la persona es una barrera contra la promiscuidad y la lujuria. La persona tiene que creer que en virtud del poder de su cerebro, él es capaz de superar sus bajos sentimientos. El cerebro y el intelecto son su alma, y el alma de hasta el judío más simple ciertamente son capaces de superar el mundo entero. Porque… ¡tenemos el poder!