¿Quien soy?

Todos anhelamos escalar nuestra propia montaña. Todos ansiamos enfrentar con éxito los desafíos de la vida y terminar en el círculo de los ganadores. Todos queremos llegar a la cima...

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 17.03.21

Todos anhelamos escalar nuestra propia montaña. Todos ansiamos enfrentar con éxito los desafíos de la vida y terminar en el círculo de los ganadores. Todos queremos llegar a la cima…

Todos anhelamos escalar nuestra propia montaña. Todos ansiamos enfrentar con éxito los desafíos de la vida y terminar en el círculo de los ganadores. Todos queremos llegar a la cima.

Lo primero que uno tiene que investigar antes de emprender su viaje para alcanzar el pico de la vida es algo muy básico: “¿Quién soy?”.

Tal vez te suene raro. La persona reacciona con impaciencia. “¡Qué pregunta más tonta! ¿Acaso me quiere decir que yo no sé quién soy?”.
Por desgracia, la sociedad moderna, los medios de comunicación, la presión del grupo y la supuesta necesidad de obtener la aprobación de los demás es lo que agudiza la imagen que uno mismo tiene acerca de lo que quiere pero también le enturbia la imagen que tiene de sí mismo.

En el momento en que uno decide mirar en forma objetiva quién es en la realidad y en el momento en que se acepta por lo que es, está dando el primer paso rumbo a la libertad emocional.

La siguiente parábola te a dar bastante razones para reflexionar:

Había una vez tres perros que iban de excursión por separado en las montañas. De pronto, fuertes vientos y una peligrosa tormenta amenazaron sus chances de volver sanos y salvos a casa. Los tres en forma simultánea llegaron a un claro en medio del bosque. Era un día helado y con poca visibilidad. El primer perro, conocido por su compasión y su dedicación a ayudar a los demás, era un San Bernardo que llevaba un barrilito de ron alrededor del cuello. Él les dijo a los otros dos perros: “¿Qué tal, amigos míos? Al parecer, ustedes tienen mucho frío. Vengan a beber un sorbo de mi ron, para que los caliente y los haga sentir bien. Y si siguen sintiendo frío, pueden venir a acurrucarse conmigo; mi piel es muy gruesa y muy calentita. Por favor, siéntanse libres de hacerlo”.

El segundo perro, un Labrador, que era un perro de guía entrenado con muy buen temperamento, le dio las gracias profusamente al San Bernardo por su generoso ofrecimiento. Y entonces le dijo: “Camaradas, les ruego que se apeguen a mí. Entre la nieve y la neblina, apenas si se ve algo. Es fácil desorientarse y perder la dirección. Yo poseo un sentido muy realzado de la dirección. Es mi función ofrecérselo a los demás. Y en especial a los que no pueden ver. Quédense conmigo y estarán a salvo”.

Después de que el San Bernardo y el Labrador se presentaron, se dirigieron al tercer perro y le preguntaron: “¿Y tú quién eres, hermano?”
El tercer perro aparentemente se sintió insultado cuando los dos caninos lo trataron de “hermano”. “¿Acaso no ven mi abrigo de oso pardo? ¿No tienen miedo de que me abalance sobre ellos?”. El disfraz de Oso Pardo la verdad es que le quedaba un poco grande, porque él era solamente un sabueso doméstico. Pero al súper precio de oferta de 24,99 $ incluyendo el dobladillo, él no podía dejar pasar semejante ganga. Entonces Sabueso se aclaró la garganta y trató de gruñir como un Oso Pardo. De más está decir que el gruñido no fue más que un simple ladrido…

Los otros dos perros sonrieron pacientemente. Los dos eran más grandes que el Sabueso y además mucho más fuertes. Ellos sabían perfectamente quiénes eran y por lo tanto no tenían necesidad de jactarse de su fuerza. Ellos se mostraban confiados y por cierto nada intimidados. “¿Y quién eres tú?”, preguntaron.

“¿Pero es que no ven que soy un Oso Pardo?”. Nuevamente trató de gruñir pero lo único que logró fue rasparse la garganta.
Los otros dos perros volvieron a sonreír con paciencia. No eran la clase de perros que se ríen el uno del otro. Uno no puede ser feliz pisoteando a los demás, ni siquiera si los demás hacen tonterías.

El Labrador puso su pata suavemente sobre el hombro del Sabueso y le dijo: “Querido primo canino: tu intento por ser alguien que no eres es una doble tragedia. Por más que te esfuerces, jamás serás un Oso Pardo. Y mientras tratas de ser un Oso Pardo, no vas a poder ser tú mismo”.

El Sabueso se puso rojo de vergüenza. Lo que dijo el Labrador tenía mucho sentido. Él ya se había dado cuenta de que cuando trataba de impresionarlos con su lastimoso intento de gruñir, ellos ni siquiera ladraban. Cuando uno sabe quién es, no tiene que hacer ruido ni tiene que esforzarse en forma extraordinaria para llamar la atención.

El San Bernardo, que poseía una sagaz visión respecto a las necesidades de los que lo rodeaban, dijo con voz amable: “Los Sabuesos son perros excelentes. Tienen un sentido del olfato extraordinario y además son sumamente leales. En muchos países se los utiliza en la prevención de crímenes y actos terroristas. En los aeropuertos y las fronteras, ellos saben olfatear explosivos, narcóticos y demás formas de contrabando ilegal. No tienes necesidad de ese disfraz, querido Sabueso. Tú tienes la capacidad de ser grande a tu propia manera. Simplemente sé tú mismo y sabe quién eres”.

El sabueso jamás en toda su vida oyó palabras tan alentadoras. Él siempre había tenido envidia de los leones, de los tigres y de los osos. Jamás había oído hablar de un equipo de fútbol o de béisbol que se llamara “Los Sabuesos”. Jamás había visto un sabueso en una publicidad de una revista prestigiosa. Pero todo eso no eran más que fantasías. El Labrador y el San Bernardo sabían funcionar en el mundo real, en el que las condiciones de trabajo no siempre son las ideales.

Él aceptó el consejo de los dos. Y se dijo a sí mismo una y otra vez: “Yo soy un sabueso. Yo también soy digno. Fui creado con mis propios talentos y mis propias capacidades. Yo tengo un fenomenal sentido del olfato…”.

Los tres perros siguieron caminando a duras penas por la nieve, avanzando con valentía por el helado sendero montañoso, mientras el viento y la nieve les golpeaban el rostro como si fuera un látigo congelado. Gracias al San Bernardo, pudieron calentarse un poco cada tanto. Pero gracias al Labrador, el supremo perro de guía, hallaron el camino a pesar de que apenas lograban ver algo. Y gracias al sabueso, que finalmente aprendió a actuar de sí mismo, encontraron comida y se salvaron de morirse de hambre. Juntos llegaron por fin a destino.
Y tú, para poder llegar a destino, también tienes que saber quién eres.
 

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1. Marilyn

5/31/2019

Sobre la historia de los e perros

Me ha encantado.

2. Marilyn

5/31/2019

Me ha encantado.

3. Karen

4/14/2015

Hermosa historia

que historia tan bella, le doy gracias al Eterno por haber encontrado Breslev para conocer, leer y aprender tanta sabiduria!

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