Indicios Divinos

Cuando llegamos, me golpeó el olor a incienso tan fuerte, tenía una sensación extraña, de incomodidad…

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Tali Mandel

Posteado en 18.03.21

Las primeras experiencias en la vida nos dejan una marca, un recuerdo casi indeleble en nuestra memoria. Yo guardo recuerdos bonitos y otros no tan agradables de mis primeras experiencias con la religión.

 

En mi familia, católica poco observante, no acostumbrábamos a ir a la iglesia. Eso sí, durante mi infancia asistí a un colegio católico, donde hacíamos pequeñas celebraciones ocasionalmente y tenía una iglesia anexa a las aulas que visitábamos con frecuencia. Sin embargo, esta era una asignatura más, igual que dibujo o matemáticas. En mi familia se guardan pocas costumbres religiosas y sólo asistíamos a la iglesia para ciertas celebraciones. No obstante, cuando me llegó el turno de hacer una de estas ceremonias, mi madre decidió que sería bueno que me llevara a la iglesia simplemente para escuchar la misa. Claro, no se imaginó la que se le venía encima cuando inocentemente pensó en llevarme un sábado por la tarde a ese lugar.

 

La verdad sea dicha, escogió un día un poco raro puesto que toda la gente suele ir a misa el domingo por la mañana, pero ella lo prefirió así. Yo no estaba muy a gusto teniendo que salir de casa, donde estaba tranquilamente jugando con mis muñecas y viendo la televisión, para ir allá pero no me quedó otra opción. Mi madre se puso “persuasiva” y entonces fuimos las dos. No tenía ni idea de lo corto que iba a ser el paseo… Cuando llegamos, me golpeó el olor a incienso tan fuerte, tenía una sensación extraña, de incomodidad, que no entendía puesto que muchas veces entraba a un sitio similar en el colegio. Pero esta vez era diferente porque iba de forma voluntaria, en mi tiempo libre y con la intención de participar realmente de esa ceremonia. Todas estas ideas empezaron a dar vueltas en mi cabeza, a pesar de contar tan solo 8 ó 9 años en aquel entonces ya me planteaba este tipo de cuestiones. Tanto fue así, que me empecé a encontrar mal, tuvimos que salir cuando apenas acabábamos de entrar y acabé vomitando en el patio de la iglesia. ¡El bochorno fue tal que no volvimos a ir! Ya podía disfrutar de nuevo de mis tardes de sábado jugando con muñecas.

 

En aquel momento no le di mayor importancia, pensé que algo me habría sentado mal y no le di más vueltas al asunto. Pero en el fondo yo sabía que no era esa la verdadera razón. Sentía que había algo más detrás de ese dolor de estómago. Con el paso del tiempo he aprendido que los nervios y los enfados se reflejan en nuestro cuerpo. Cuando hacemos algo frente a lo que nos sentimos reacios pero nos dejamos llevar o nos obligan a ello, esto tiene consecuencias físicas. En el estómago se concentran las emociones que no estamos dispuestos a “digerir” y en este caso está muy claro qué era lo que no estaba dispuesta a “tragar” en mi vida.

 

Me ha costado muchos años darme cuenta de ello, pero el cuerpo ha sido creado por Hashem con un engranaje perfecto, que no tiene margen de error. Todo aquello que no queremos ver, esos sentimientos que queremos ignorar por completo, no pasan inadvertidos a nuestra alma, la cual nos intenta decir lo que verdaderamente sentimos por medio de nuestro ser material, o sea, el cuerpo. Al alma nos grita desesperadamente que eso no va con nosotros, que no es nuestro camino. En ese momento no lo entendí, pero tengo la gran bendición de haberme dado cuenta con el paso de los años.

 

Ahora comprendo lo que pasó en aquella tarde de sábado y no deja de sorprenderme y maravillarme cuánto Dios ha intervenido en mi vida dándome pequeñas pistas, señalándome el camino a seguir y dejando que viera cuál era el camino erróneo. Continuamente vivimos situaciones que parecen casuales, le atribuimos a la casualidad o a la coincidencia las cosas cotidianas que vivimos. Pero debemos darnos cuenta de que la casualidad no existe, que todo está orquestado maravillosamente por Di-s. Incluso la más leve indisposición es enviada por Hashem para enseñarnos algo. Es muy posible que en el momento no nos demos cuenta de lo que pasa, y no entendamos la razón de cada acontecimiento de nuestras vidas pero tengamos por seguro que todo viene de Hashem y si estamos atentos, entenderemos el por qué y seremos capaces de seguir Sus designios. Podemos ignorar las señales, pero esto será tan solo una forma de retardar lo que tarde o temprano tiene que acontecer en nuestra existencia.

 

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