Vaietze – La Guerra Constante

La persona "liberal" cree que el ortodoxo no disfruta de su vida terrenal para así poder heredar el Mundo Venidero, pero...

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Rabino Rafael Freue

Posteado en 08.11.21

La persona "liberal" cree que el ortodoxo no disfruta de su vida terrenal para así poder heredar el Mundo Venidero, pero…

"La guerra constante"

Nuestros Sabios nos enseñan que: "Maazé abot siman labanim", o sea, que todo lo que sucedió con nuestros Patriarcas es una enseñanza para nosotros, sus hijos. Por lo tanto, debemos analizar profundamente cada versículo, aunque, parezca tratarse, tan sólo de una historia intrascendente. Encontraremos ahí la llave de la vida de todas las generaciones.

Al salir Iaacob Abinu, Jacob nuestro Patriarca, de la casa de su padre con destino a Jarán, se encontró con tres rebaños de ovejas al lado de un pozo de agua tapado por una piedra muy grande. En la conversación tan particular que mantuvo con los pastores, y ante el reclamo de Iaacob de por qué no seguían pastoreando a los animales, recibió como respuesta que debían esperar hasta que se reunieran todos las pastores para poder sacar la piedra que cubría el pozo. Cuando Iaacob vio que llegaba Rajel (Raquel) con las ovejas de su padre Laban hizo rodar la piedra y dio de tomar agua a los animales.

Este suceso es comentado por Rashi: "sacó la piedra con mucha facilidad, como el que saca la tapa de una botella, para enseñarte que su fuerza era mucha". ¿Qué importancia tiene para nosotros que Iaacob era fuerte? Nuestros jajarnim nos enseñan que este hecho se repite en fonna cotidiana, ya que la piedra represento al instinto del mal que no nos deja tomar de la fuente de agua espiritual y nos priva de la felicidad que ella contiene.

Debemos ser como Iaacob Abinu, que pudo sacar la piedra porque decidió que realmente podía hacerlo y ahí encontró la ayuda de Di-s para concretar lo que él había empezado.

Existen situaciones en las que aparecen fuerzas que creíamos imposibles en el ser humano y le permiten -por ejemplo- correr kilómetros sin cansarse o levantar cosas pesadas que salvo en ese momento de desesperación no podría hacerlo. La explicación es que Di-s hizo a la persona con fuerzas que están dentro de él, pero que no son utilizadas en la vida, salvo que aparezca un peligro determinado, en donde surgen con todo su poderío.

Podemos vencer al instinto del mal. Tenemos dentro nuestro las fuerzas necesarias para hacerlo pero debemos en principio enfrentarlo y así el éxito estará cercano, Sobre Batia -la hija del Faraón- nos dice la Torá que al ver la canasta de Moisés en el Nilo: "Vatishlaj et amatá vatikajena". Según la explicación de los Sabios: "extendió su mano y la tomó". A pesar de que la distancia era mucha, se produjo el milagro de que la mano se extendió, y de esa forma, pudo alcanzar a tomar la canasta. ¿Para qué alargó su mono si de todas formas no llegaba? la respuesta es coincidente con nuestro tema; el milagro sucedió sólo después que Batia hizo lo que ella podía hacer: extender su mano en forma normal.

Quizás éste fue el reproche de Iaacob a los pastores, según explica el Sefat Emet: ¿por qué no prueban sacar la piedra?, porque no es argumento que una vez no hayan podido. . ya que no se debe caer en desesperanza sino volver a intentarlo para ver que realmente podían hacerlo. Iaacob nos enseña que el instinto del mal nos presenta pruebas pero que ellas no son más pesadas de lo que podemos soportar y, si nos decidimos, podemos vencer ese desafío.

El instinto del mal es comparado con una mancha en la piel que ocasiona cosquillas. Todos pensamos que al frotarnos con fuerza obtendremos un provecho y la picazón se irá. Sin embargo, y para nuestra sorpresa, después de hacerlo, la picazón aumenta y sólo conseguimos provocarnos una herida que sangra. El consejo del médico había sido no tocarla porque sucedería lo que él había vaticinado. La comparación es muy clara: el instinto del mal nos provoca e incita diciendo: "un poco, sólo un poco" y así caemos en sus redes que nos atrapan sin dejarnos salir.

La clave es decirle: "¡no!, ¡nada!", no negociar con él para que nos deje tranquilos en forma definitiva. No existen pomadas mágicas para esa mancha de la piel ni tampoco para vencer al instinto del mal. Sólo el esfuerzo y la decisión, porque la vida fácil no existe.

En forma paradójica el vivir de esta forma es lo que lleva a la felicidad. La persona liberal cree que el ortodoxo no disfruta de su vida terrenal para así poder heredar el mundo venidero. Tranquiliza su conciencia pensando que si bien él no tendrá esa eternidad -al vivir en formar liberal- disfrutará por lo de los placeres de este mundo. Su falta de conocimiento sobre lo que es la Torá lo lleva a esa concepción errónea, ya que los límites que Di-s nos puso son para nuestro beneficio. Para el, que no cumple la Torá, el provecho es el objetivo de la vida pero para el que sirve a Di-s, el mundo y sus provechos son un medio para el objetivo final.

Es ilógico pensar que una madre que no deja a su hijo comer chocolates o caramelos antes de su almuerzo quiere privarlo de ese gusto. Sólo un hijo necio puede pensar de esa manera, ya que la verdadera intención es que coma primero su comida y sólo después -en forma medida y, con límite- pruebe los dulces. El Talmud cita en Julin 109 una lista de comidas prohibidas por la Torá y si alguien quiere saber el gusto de ellas, puede comer otro alimento permitido que tiene el mismo sabor. Por ejemplo, el cerebro de un pez con el nombre de Shibuta (¿la liza?) tiene el mismo gusto que el cerdo, la ubre tiene sabor a carne y leche juntas y el hígado a carne con sangre. El mundo fue creado para la persona e sus limitaciones y sustitutos de los objetos prohibidos. Si alguien de todas formas quiere lo prohibido, es un problema particular digno de consulta con algún especialista psíquico.

Una vaca vive su vida de animal sin saber lo que pierde por no ser persona. Ella ve al ser humano pero no entiende su mundo, cree que el máximo deleite que existe es poner su cabeza en el balde con la comida que le traen. Si supiera por un instante el valor de la persona, se moriría de vergüenza o se suicidaría de desesperanza. El que no conoce lo que es vivir con Torá puede creer que disfruta y que el ortodoxo sufre, pero es por su ignorancia de no conocer la calidad de vida a la que se llega al aferrarse a los principios de Di-s. No se entera de lo que se pierde. Es como aquel pobre que vivió toda su vida en la miseria y al final de sus días supo que en la pared de su casa donde todas las noches dormia estaba escondido un tesoro. Es fácil de imaginar su sensación y sufrimiento al enterarse antes de morir que existía un tesoro al lado suyo y él no lo supo aprovechar.

Como conclusión, Iaacob nos enseña que querer es poder, pero para eso debernos despertarnos de nuestro sopor y acostumbramiento para llegar a ser lo que realmente podemos ser: hombres íntegros en nuestro comportamiento con Di-s y con el compañero, cortando de raíz al instinto del mal que nos incita a pecar. Así heredaremos la eternidad y viviremos con felicidad en este mundo, no siendo esclavos de nuestro deseos y ambiciones, sino libres de verdad al vivir con las indicaciones que el Todopoderoso nos dio en Su sagrada Torá.

(Gentileza: www.tora.org.ar)