Vaishlaj- ¡Tengo Todo!

Para muchas personas -posiblemente la mayoría- su felicidad está atada a lo que imaginan sería su vida si tuviesen un mejor pasar económico…

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Rabino Daniel Oppenheimer

Posteado en 05.04.21

 Para muchas personas -posiblemente la mayoría- su felicidad está atada a lo que imaginan sería su vida si tuviesen un mejor pasar económico

 
¡Tengo todo!

¡Mamá! ¿Adónde vamos de vacaciones este año?".

Mirta había estado esperando esta pregunta con suma angustia. En el pasado, su familia solía ir de vacaciones a distintos lugares. En algunas oportunidades habían podido tomarse hasta casi dos meses de veraneo y Ricardo, su marido, solía ir a la ciudad y venir para estar con su familia sólo los fines de semana. Los últimos años, la situación se había tornado más precaria y, dado que el alquiler de un lugar de descanso es caro, progresivamente fueron acortando sus vacaciones.
 
Este año, después de luchar y agonizar para mantener en funcionamiento su empresa, Ricardo finalmente tuvo que bajar la cortina. A Di-s gracias, y puesto que siempre había actuado en su comercio con total honestidad, varios ex-proveedores y amigos le ofrecieron trabajo. Pagar las deudas no es fácil, y aun menos en épocas de crisis. Ricardo no era una persona de abatirse con facilidad y demostrando responsabilidad y palabra, fue devolviendo los préstamos paulatinamente. Claro está, que este verano lo pasaría al mejor estilo "gasolero". Más que agradecido estaba por tener este trabajo, sabiendo que tantos otros buscan y buscan… y no encuentran.
 
Mirta miró a Sebastián. Siempre había tratado de brindarles todos los gustos a él y a sus otros hermanos. Esta vez sería distinto. No es que los amigos estuviesen en mejor situación. El problema era generalizado. Tampoco era un asunto para tomarlo "a la tremenda". Mirta había conocido épocas peores y de chica tuvo un pasar mucho más sencillo que sus hijos de hoy. La cuestión era cómo explicárselo. Sebastián nunca supo de épocas difíciles. ¿Estaría a la altura de los acontecimientos?
 
Mirta imaginó esta conversación varias veces. En su fantasía le hablaba a Sebastián y éste asentía con la cabeza aceptando todo lo que la mamá le decía. "¡Qué muchacho maduro el mío!" – soñaba. La realidad fue otra. Cuando Sebastián insistió con el tema de que aunque fuese se vayan "por dos semanas afuera", "y qué vamos a hacer en casa todo el día", – su voz la traicionó. Se quebró y le salieron algunas lágrimas de los ojos. Los meses de angustia y dolor brotaron en donde no debían. La conversación quedó allí…
 
Y sí. No es fácil transmitirles nuestras ansiedades de adultos a los niños. Siendo menores, y sin experiencia de vida no podemos ni debemos cargarlos con dificultades que no son de su incumbencia y para las cuales no poseen herramientas concretas (no pueden salir a trabajar) ni intelectuales (no vivieron aún los altibajos habituales de la vida, ni a nivel personal, ni de conocidos que han vivido estados similares) que le permitan enfrentar situaciones inciertas, confusas en su carácter (p.ej. todos los días se escuchan voces por los medios que "culpan" unos a otros por la situación reinante), y -lo que es más- indeterminadas en tiempo (no se sabe cuándo mejorará la situación) y en espacio (no hay un sitio en el mundo -viable para la vida judía- que esté exento de problemas).
 
Por otro lado, tampoco se puede dejar a los niños al margen de los problemas diarios de los cuales ellos también son partícipes, aun si en la mayoría de los casos su injerencia es pasiva.

Sobre este "filo de la navaja" debemos transitar. No alarmar innecesariamente ni evadir. Dado que no tenemos muchas respuestas -nosotros mismos desconocemos el futuro- en lugar de expandirnos en discursos, podemos intentar demostrar una actitud que comunique cierta tranquilidad y confianza en el Todopoderoso, y una enseñanza acerca de las prioridades y de lo que realmente importa en la vida.
 
Para muchas personas -posiblemente la mayoría- su felicidad está atada a lo que imaginan sería su vida si tuviesen un mejor pasar económico. Con esta disposición pueden dejar pasar toda su vida esperando acceder a una vida "mejor". En el transcurso de esta expectativa, la única vida que cada uno tiene, ya pasó. Si queremos conocer otra alternativa -la verdaderamente judía- deberíamos recurrir a nuestras fuentes para inspirarnos y adoptar una actitud madura, diferente y útil.
 
Uno de nuestros antepasados que sufrió y vivió más altibajos en las distintas etapas de su vida, fue el patriarca Iaacov. Aparte de las peripecias de ser perseguido a muerte por su hermano Esav y por su tío Laván, alguna vez no poseyó más que su bastón (Génesis 32:11). A la vuelta de Padán Aram, adonde se había casado, formado su familia y alcanzado una gran riqueza, hizo un fabuloso obsequio a Esav (Esaú) para lograr morigerar de su odio. Al recibir este excesivo presente, Esav intentó disuadirlo diciendo que ya "posee mucho" (Iesh li rav – Génesis 33:9). Ia´acov insistió manifestándole que "tiene todo" (Iesh li kol – 33:11).
 
¿Qué diferencia existe entre ambas expresiones? Rashi explica que el hecho de observar que uno posee "mucho" es jactancioso. "Mucho" es comparativo. En cambio "todo" es un término absoluto. No habla de una cantidad, sino del hecho que no le falta nada.
Más tarde, la Torá cuenta que Iaacov (Jacob) llegó "Shalem" (íntegro) a la ciudad de Shjem. Una de las explicaciones sobre este versículo -(aparte de su connotación corpórea, por la lucha con el delegado de Esav y espiritual, por no olvidar su estudio)- es que Iaacov llegó a Shjem sin que le falte algo material a pesar del cuantioso obsequio con que agasajó a Esav.

 
Una de las enseñanzas importantes que los padres debemos brindar a nuestros niños, es la austeridad. Debido a que en la sociedad "de consumo" en que vivimos, el hecho de gastar es visto como el móvil que impulsa la economía, hablar de moderación, no es -por lo general- visto como una virtud. Después de años de dilapidar lo mucho o poco que había, años en los que el único límite al gasto era el fondo del bolsillo, cuesta pensar en gastar con mesura y responsabilidad.
 
Ahora bien. Como en tantos otros aspectos de la vida, esta sabiduría no se transmitirá sino con el ejemplo. Si mostramos que la carencia de ciertos placeres a los que estábamos habituados, no modifican nuestra alegría de vivir, y que podemos sentirnos satisfechos jugando a cosas más simples, si podemos disfrutar de una simple salida a pie, por el mero hecho de estar juntos, si nos recreamos y divertimos con los "juegos viejos" que ya tenemos hace tantos años, igual como si fuera la primera vez que lo jugamos, si leer de una enciclopedia de niños puede ser tan enriquecedor (porque el saber puede ser interesante, aun más si no se está presionado por la escuela), entonces le habremos dado herramientas valiosas para toda la vida.
 
Cuando hablamos de usar bien los recursos, no nos circunscribimos a los bienes materiales. Todo lo que Di-s provee es valioso. Por lo tanto, debemos hacerle ver que su tiempo (y no sólo el nuestro) es importante y digno de utilizar en cosas útiles, y su inteligencia provechosa para saber y hacer cosas buenas. Obviamente, todo depende de la edad y nivel intelectual. Sin embargo, el judaísmo rechaza todo lo que se define como "Motarot", o sea lujos innecesarios.
 
La felicidad duradera, que aparenta ser una fortuna muy ansiada, y que parece estar escapándose de las manos continuamente salvo por muy breves instantes, no es algo que se adquiere buscándola, ni tampoco es el fruto de poseer muchos o pocos bienes, ni la consecuencia de recibir algún placer o que se cumpla un deseo en particular. La felicidad se crea a través de sentir que uno hace lo que debe hacer.
 
Para que no se tome este texto de manera extrema, quiero aclarar que es también importante el contexto de los compañeros en que vive su hijo, pues si el niño está rodeado de colegas que se glorifican por sus bienes materiales, su vida será un suplicio junto a ellos (porque otros tienen chiches y él no) y es muy posible que busque lo opuesto a lo que le estamos intentando inculcar.
Las vacaciones son momentos de enseñanza no menos importantes que la escuela a la cual acude el niño durante el año… porque tiene más tiempo para observarnos.

 
Ricardo estaba tratando infructuosamente de "ordenar" los miembros de familia para fotografiarlos. No era una tarea para nada fácil. Miriam no dejaba de pelear con Rubén. Benny no quería quedarse quieto sobre la falda de mamá, y casi todos ponían cara de "domingo lluvioso". Exacerbado por la situación, puso la cámara a un lado y los encaró reprendiendo su actitud: "¿No pueden estar quietos y sonreír por veinte segundos?".

A lo cual se escuchó la vocecita – siempre maleducada – de Miriam: "¡Papá! Vos sonreí también…, aunque no salgas en la foto". La sonrisa no debe ser reservada para las fotografías. Debe constituir el modo natural de dirigirnos a todas las personas que nos rodean y – en particular -a nuestra familia-sea cual fuere la coyuntura.
 
 
 (Gentileza de www.Torá.org.ar)

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