Padres que Entienden

La persona emocionalmente sana tiene más probabilidades de vivir una vida íntegra. Por su parte, la persona emocionalmente enferma necesita milagros para poder recuperarse…

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 17.03.21

La persona emocionalmente sana tiene más probabilidades de vivir una vida íntegra. Por su parte, la persona emocionalmente enferma necesita milagros para poder recuperarse y curarse…

La insensibilidad de los padres y la falta de empatía hacia los hijos hacen que a los hijos les resulte difícil amar a los padres. Cuando al hijo le va mal en algo, los padres tienen que intervenir para ayudar a construir la confianza del hijo en sí mismo. Por desgracia, muchos padres hacen exactamente lo contrario y reprenden o humillan y hasta se burlan de sus hijos cuando estos fracasan en algo. Y hasta se consideran “muy buenos padres” por haber “fortalecido” a su hijo dándole una lección para que el hijo se corrija a sí mismo. Pero en realidad estos padres son sadistas porque con sus propias manos –y bocas- están destruyendo el espíritu del hijo.

Dijeron nuestros Sabios: “No mires a la persona en el momento de su caída”. Cuando la persona actúa en forma incorrecta, o fracasa en cierta situación, en ese momento siente en la boca el amargo sabor del fracaso. Y si encima de eso, los demás se los quedan mirando como “papando moscas”, entonces se siente aún peor. Por eso, la persona que está al lado tiene que ser sabia y no mirar cuando uno tiene un fracaso, y en especial si se trata de un niño. Cuanto menos énfasis ponga el padre en el fracaso del hijo, más fácil le será al hijo volver a ganar confianza en sí mismo.

El niño que ve que otros se burlan de él debido a que hizo un error siente que nadie lo ama. Y en cierta forma, tiene razón. La burla está revelando una falta de amor. La persona que hiere al otro está demostrando que no le interesa lo que el otro siente. E incluso si el padre que se burla del hijo después va y le dice que lo ama, el hijo no le va a creer. Y a partir de ese momento el hijo va a interpretar cada acción de los padres como si estos no lo amaran, ¡porque en realidad no lo aman!

A diferencia de lo que muchos piensan, el amor no consiste en meramente declarar: “Te amo”. Las palabras son cosa barata y se deslizan con facilidad por la lengua. El amor es una manifestación de interés y de afecto, de cariño y de respeto por el otro, de palabras de aliento, de regalos pensados con mucha atención, y más que nada, de atención, empatía, paciencia y sensibilidad por los sentimientos del otro. Los padres que no saben construir y proteger la confianza en sí mismo del hijo no van a poder criarlos como es debido porque el hijo no puede aprender de alguien que él siente que no lo ama.

El hijo ama y valora al padre cuidadoso que evita agregar sufrimiento a la angustia que ya de por sí siente el hijo en los momentos difíciles. Pero si el padre no tiene suficiente empatía y no es capaz de enseñarle al hijo sin herirlo, entonces es preferible que directamente ni trate de enseñarle nada. La educación sin amor y sin sensibilidad es destructiva para la psiquis del niño y no es una verdadera educación. Es mucho menos dañino pasar por alto la falta del niño que reprenderlo de la forma incorrecta.

La persona emocionalmente sana tiene más probabilidades de vivir una vida íntegra. Por su parte, la persona emocionalmente enferma necesita milagros para poder recuperarse y curarse de todo el daño que le causaron los padres y/o maestros insensibles.

He aquí una comparación a modo de ilustración:

Un hijo intacto, que es un hijo emocionalmente sano.

Y por otro lado….

Un hijo herido, que es un hijo emocionalmente inválido.

¿Cuál es preferible? Incluso si el hijo intacto jamás recibió una buena educación y sigue siendo un “niño salvaje”, ¡por lo menos está con vida! Si exageramos un poco, es para transmitir la tremenda importancia de proteger la dignidad del hijo y, en consecuencia, la vitalidad de su alma. Sin embargo, únicamente en una situación en la que el niño no es herido a través de las burlas de los padres estamos exagerando. Pero no estamos exagerando en absoluto cuando nos referimos al niño que sí ha sido herido por los padres. Las burlas, las críticas, la falta de sensibilidad y la humillación destruyen la dignidad del hijo y su imagen de sí mismo, convirtiéndolo en un inválido emocional, ¡sin lugar a dudas!

Jamás le resten importancia al hecho de escuchar a sus hijos y darles el regalo de entenderlos. Así como nosotros queremos que nuestro Padre Celestial tenga empatía por nosotros y nos comprenda, de la misma manera tenemos que rezar para que tengamos un corazón comprensivo y entendamos los sentimientos de nuestros hijos.
 

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