Cultura y neurosis

¿Cuál es el efecto psíquico de crecer en una cultura atea y competitiva? ¿Acaso existen formas comunes de neurosis inducidas?

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Dr. Zev Ballen

Posteado en 18.03.21

¿Cuál es el efecto psíquico de crecer en una cultura atea y competitiva? ¿Acaso existen formas comunes de neurosis inducidas culturalmente que se vean reflejadas en los individuos que crecieron en una sociedad competitiva?

 

La vida moderna se basa en el principio de la competencia individual. Se espera de la gente que luchen el uno contra el otro, que se superen el uno al otro y que hasta se saquen del camino el  uno al otro, en caso de ser necesario. Eso significa que si tienes la suerte de asegurarte un convenio para la empresa en la que trabajas, seguramente ha habido una o más personas perjudicadas. A primera vista, esto tal vez no suene tan mal, porque después de todo, aquellos que hemos crecido en este mundo  ya estamos bastante acostumbrados. Pero pensemos un momento acerca de los resultados psíquicos de la competencia. El resultado es que casi siempre hay un cierto grado una tensión hostil entre dos personas.

 

Van a advertir esta tensión especialmente entre miembros del mismo grupo profesional y ocupacional, sin importar lo amables o simpáticos que traten de ser el uno con el otro. La competencia prevalece en casi cada aspecto del mundo moderno: ya sea se trate de popularidad, influencia, atractivo, inteligencia… la rivalidad que resulta de esto hace que a la gente le cueste confiar y depender la una de la otra. El resultado es aislamiento del individuo.

 

Padres e hijos, madres e hijas, un hijo en contra del otro, hombres contra hombres, mujeres contra mujeres: tenemos que entender qué la competencia altera las relaciones normales entre las personas. Rabí Shalom Arush nos enseña el ideal de la Torá: cuando Aarón se enteró de que su hermano menor Moisés era el elegido de Dios para liderar al pueblo judío en su partida de Egipto, él se puso muy contento por su hermano y estuvo dispuesto a ayudarlo en lo que pudiera. Sabemos que Moisés se mostró reacio a transformarse en el líder de Israel debido a las posibles expresiones de rechazo de que podría ser víctima su hermano. No hay lugar para la rivalidad entre hermanos o cualquier otra clase de rivalidad dentro de una cultura en la que se cultiva la fe entre sus miembros. Cuando la gente tiene emuná en que lo que hace Dios es lo mejor para ellos, entonces pueden aceptar el rol que les ha asignado Dios.

 

Una cultura atea competitiva moderna es un caldo de cultivo para que haya tensión y hostilidad entre las personas. Vivimos en una generación de miedo. La gente tiene miedo de las motivaciones hostiles de los demás y temen la represalia de los demás ante su propia hostilidad hacia ellos. Otro temor que es muy realista es el temor al fracaso, ya que las posibilidades de fracasar en esta cultura son mucho más grandes que las de tener éxito. Puede tratarse tanto de un fracaso financiero como de una pérdida de prestigio. De acuerdo con la ideología secular, el éxito o el fracaso se debe a tu propia capacidad intrínseca o la falta de la misma. Si tienes éxito, vales algo. Si no tiene éxito, no vales nada. Incluso cuando tienes éxito, es un cimiento muy inestable para la autoestima, porque solamente tienes valor en proporción a tu último éxito.

 

Dado que estos factores culturales hacen que la gente tenga miedo y se sienta sola e insegura, en nuestra cultura se sobreestima el amor. El amor trae la ilusión de que puede ser la solución para todos los problemas y la gente espera que el amor cubra todas sus expectativas. Hoy en día, la mayoría de la gente busca mucho afecto y le cuesta encontrarlo.

 

La persona contemporánea que quiere emular el ideal de la Torá del amor fraternal, la humildad, la abnegación, la caridad, la tolerancia y el juzgar favorablemente a los demás se encuentra en un dilema si todavía tiene la necesidad de usar la agresividad y sacar a los demás del camino por la fuerza a fin de asegurarse el éxito. Y para poder librarse de ese dilema, tiene que elegir entre lo uno y lo otro. Si realmente trata de hacer ambas cosas, se verá inhibido en ambas direcciones.

 

A fin de poder vivir con alegría y tranquilidad mental es necesario rechazar la filosofía atea de que puedes obtener lo que quieras si tan sólo eres eficiente y energético. La observancia de la Torá le ofrece a la gente una forma de enfrentar la vida sin los conflictos neuróticos que dañan la personalidad y que hacen imposible que la gente tenga buenos sentimientos consigo misma y con los demás.

 

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