Con el Corazón Quebrantado

Ahora nos encontramos en una situación aterradoramente similar. ¿Cuánto tiempo más Hashem seguirá utilizando a Sus perfectos hijos en nuestro reemplazo...?

4 Tiempo de lectura

Rajeli Reckles

Posteado en 05.04.21

Ahora nos encontramos en una situación aterradoramente similar. ¿Cuánto tiempo más Hashem seguirá utilizando a Sus perfectos hijos en nuestro reemplazo como sacrificios por nuestras transgresiones?
 
En el Judaísmo se nos enseña que debemos creer que todo lo que sucede es para bien y que todo tiene un propósito. Eso lo aprendemos directamente de los Trece Principios de Fe del Rambam, o sea, Maimónides. Pero ¿qué ocurre cuando presenciamos tragedias tan horrendas, cuando nos enfrentamos a una forma de comportamiento tan brutal, tan bestial, tan infrahumana? ¿Cómo podemos mantener fuerte nuestra emuná, nuestra fe en que todo esto también es para bien? ¿Qué hacemos cuando nos enteramos de la última víctima de un brutal asesinato  -el precioso, dulce e inocente Leiby Kletzky? Nos preguntamos: ¿cómo es que Hashem permitió que una criatura tan angelical fuera asesinada de la forma más brutal y escalofriante que pueda haber? ¿Cómo es posible que este malvado pueda merecer siquiera un segundo más de vida en este mundo? Siendo la madre de tres niños pequeños, no puedo siquiera imaginarme el insoportable dolor que sufren sus pobres padres. ¿Cómo pueden seguir viviendo? ¿Cómo es que no se derriten en el suelo en un charco de absoluta tortura? Yo tengo el corazón quebrantado por ellos. Que Hashem consuele a sus padres entre los dolientes de Sión e Israel.

 

 

De no ser porque conocí el concepto de emuná gracias al Rabino Arush, yo también estaría ahora abrigando ideas herejes, pensando cómo Di-s pudo permitir que sucediera algo semejante. Muy probablemente, me estaría preguntando de qué forma algo tan terrible puede ser para bien. Tal vez estaría tan desesperanzada que ni siquiera me haría preguntas. Tal vez haría lo que hace la mayoría de la gente, es decir, pensaría que se trató solamente de otra injusticia más en este mundo lleno de injusticias. Pero ¿adónde nos lleva esta clase de pensamiento? Nos volvemos víctimas de la vida, de una vida aparentemente injusta. 

Justamente después de enterarme de esta tragedia, me acordé de una parábola que contó una vez el Rabino Arush, en la que se describe una circunstancia similar, en la que un niño pequeño es secuestrado y asesinado. Después su papá se muere y la madre pierde toda su emuná, toda su fe en Di-s. Pero una noche, la mujer ve a su marido en un sueño y en él, el marido le muestra a su esposa dónde está su hijo. Ahora éste es un gran tzadik que les enseña a los demás en el Cielo, mientras se deleita en la Resplandor de la Presencia Divina. Allí todo es puro deleite, felicidad sin límites. No hay dolor; no hay sufrimiento. Allí todos ven el panorama completo.
 
Pero entonces ¿por qué tuvo que sufrir una muerte tan horrible siendo un niño pequeño? ¿Acaso ésa es la recompensa por ser un tzadik, un justo?
¡Di-s no lo permita! Vivimos en un mundo en el que nuestros sentidos perciben todo al revés. Lo que es malo se ve como algo bueno y lo que es bueno se ve como algo malo. ¿Cuánta gente quiere comportarse con recato y está dispuesta a renunciar a los cocktails de camarones? Muy poca, por lo menos donde yo vivo. Entonces ¿por qué el niño tuvo que morir? El Rabino Arush explica un concepto fundamental de la Kabalá: que cuando hay un juicio severo pendiendo sobre una gran cantidad de gente, Hashem acepta un solo sacrificio perfecto para que expíe los pecados de toda esa gente. Leiby Kletzky fue ese sacrificio perfecto.
 
En un mundo en el que no tenemos (por ahora) el Templo Sagrado al que podamos llevar sacrificios para expiar nuestras transgresiones, ésa es la opción siguiente. Los grandes rabinos de esta generación y de las generaciones anteriores dicen que nos encontramos en el 49º nivel de impureza, igual que los judíos cuando vivían en Egipto. Estamos ahogándonos en nuestro propio libertinaje, nuestros insaciables deseos físicos, nuestro ego y nuestra arrogancia. Nuestra sociedad está saliéndose por completo de control: ya (casi) no hay nada que esté prohibido. No hay un código moral al que puedan asirse aquéllos que no viven según la Torá. Todo está permitido. Si los judíos en Egipto hubieran descendido al 50º nivel de impureza, no habría habido camino de vuelta… Habrían sido borrados de este mundo. Pero para salvarlos de un destino tan horrible, Hashem tuvo que forzarlos a salir de Egipto. Por eso ellos fueron al desierto pateando y gritando, y quejándose todo el tiempo. Esa redención fue un regalo que no nos merecíamos.
 
Ahora nos encontramos en una situación aterradoramente similar. ¿Cuánto tiempo más Hashem seguirá utilizando a Sus perfectos hijos en nuestro reemplazo como sacrificios por nuestras transgresiones? ¿Cuánto tiempo más va a esperarnos para que, de una vez por todas, retornemos a Él y cumplamos con las obligaciones que tenemos con nosotros mismos y con el resto del mundo? Si prestamos atención a la cantidad de asesinatos de personas justas e inocentes, que se han vuelto ahora mucho más frecuentes, da la impresión de que Él no va a esperar mucho más. Y entonces ¿qué? ¿Qué será de nosotros entonces? ¿Cuánto más difíciles tendrán que volverse las pruebas de emuná para que nos despertemos y retornemos a Él por propia iniciativa?
¿O tal vez nuestro Padre otra vez va a tener que arrastrarnos para sacarnos del lodo en el que nos encontramos para poder llevarnos a Su reino de pureza, mientras nosotros pateamos y vociferamos? De nosotros depende y tenemos que elegir pronto. El tiempo se está acabando…
 

Escribe tu opinión!

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario