De orgullo y justicia

La sociedad justa recompensa a la gente en base a sus decisiones. Es por eso que no hay ningún problema en despedir a alguien que llega tarde  al trabajo pero es injusto no darle un ascenso a un empleado que se esfuerza mucho en su trabajo, por el solo hecho de ser negro.

¿Qué es exactamente lo que causa que eso sea injusto? ¿Qué ES el racismo al fin y al cabo?

Las personas negras, de sexo femenino e hispánicas tienen todas algo en común con los hombres, los blancos y los que hablan inglés: que no eligieron nacer como nacieron. Hashem los trajo a este mundo con una raza, una etnicidad y un sexo específicos.

Tratar en forma diferente a alguien debido a la forma en que vino al mundo es condenar la decisión que hizo Hashem. Es burlarse de su misión específica en la vida. El racismo no es solamente profano: también es auto-destructivo.

¿Acaso los gays no merecen tener derechos civiles? ¿Por qué se habría de tratar a los homosexuales en forma diferente?

La persona que nació negra puede elegir conducirse como le gusta. Una sociedad justa ha de recompensarla o castigarla basándose en las decisiones y las acciones que esa persona tome, en la forma en que maneje su identidad física. Lo mismo ocurre con la persona blanca, las mujeres, etc. Vemos con claridad que personas de todas las razas  y todos los sexos toman grandes decisiones, y se gradúan en la universidad, se transforman en capitanes de la industria, y líderes nacionales.

Los gays, como el resto de nosotros, llegaron a este mundo con características y desafíos específicos. Y al igual que el resto de nosotros, ellos también tienen elecciones que hacer. La sociedad justa los recompensa y los castiga de acuerdo con dichas elecciones.

La Torá no condena al hombre por sus deseos físicos. Sin embargo, sí tiene leyes muy estrictas que prohíben que el hombre decida sucumbir a dichos deseos. Se nos manda no cometer el pecado del adulterio, si bien estamos bombardeados de imágenes de mujeres tentándonos a hacerlo. Se nos ordena no cometer el pecado del robo, si bien nos quedamos pensando cómo es que tantos ladrones se salen con la suya, y lo fácil que sería robar nosotros mismos. Se nos ordena no expresar nuestro odio a través de las malas lenguas, el chismerío, el abuso verbal, etc. si bien aquellos que sí lo hacen se vuelven personajes poderosos.

Se nos ordena no cometer ningún acto de indecencia con un miembro del mismo sexo. Si bien, al igual que el adulterio, el robo, y el odio, algunos de nosotros tenemos una pasión innata por esto.

Esto es lo que distingue a los gays de demás grupos étnicos. Los derechos que ellos buscan –casarse, ser públicos acerca de sus vidas privadas, forzar a la sociedad a ver los actos de ellos como los de cualquier otra persona– están basados en elecciones. El hombre negro no decide qué color va a tener y por eso pide protección legal para no ser víctima de injusticia. El gay tiene la capacidad de decidir no hacer algo perverso y no llevar a cabo actos aberrantes.

Permitir que un grupo de personas, cualquier grupo de personas, realice actos de maldad y depravación no es algo que esté protegiendo a nadie. No es ni derecho ni civil.

Las leyes, tanto espirituales como físicas, existen con el fin de que no hagamos maldades, y para que el mundo continúe avanzando rumbo a un futuro mejor. Se las implementa para ejercer la justicia, que es la que mantiene a la sociedad como una unidad cohesiva, que siempre tiende a una mejoría para todos. Cuando las leyes son justas, el sistema funciona. Pero cuando no, el sistema se viene abajo.

Cada uno de nosotros debe recordar que en lo que a elecciones se refiere, existe una sola y única ley:

Confía en Hashem y haz el bien (Salmos 37:3)