Disfrutando el Envejecer

Aquellos años fueron muy especiales para mí. Mi padre no fue el mejor padre del mundo pero se esforzó por hacer las cosas bien. Tampoco yo soy el mejor padre del mundo pero...

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Dr. Juan Ricardo Mayorga Zambrano

Posteado en 05.04.21

<p style=”text-align: justify”> <strong><span dir=”ltr”><span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>Aquellos años fueron muy especiales para mí. Mi padre no fue el mejor padre del mundo pero se esforzó por hacer las cosas bien. Tampoco yo soy el mejor padre del mundo pero también trato de hacer lo mejor que puedo…</span></span></span></strong><br />  </p><p> <strong><span style=”color: rgb(31,73,125)”><span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>Disfrutando el envejecer…</span></span></span></strong></p><p>  </p><p style=”text-align: justify”> <span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>Tengo una foto de cuando tenía unos dos años. Mi padre, muy joven por aquel entonces, me había puesto en un pequeño salido de una de las ventanas de la casa en que vivíamos. No me sostenía. Simplemente me cuidaba y nos reíamos juntos. </span></span><br />  <br /> <span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>La foto está en un álbum. La vivencia vive conmigo, me acompaña, estará conmigo y quizá –aunque ellos no lo sepan– con mis hijos. </span></span><br />  <br /> <span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>El otro día fui al parque con mis hijos. Daniel de diez años con su pelota de fútbol esperando una oportunidad para jugar conmigo. Keren de siete años con su independencia, esperando que no le interrumpan aquello que le gusta hacer. Y Jaia con una seguridad que a veces me asusta. </span></span><br />  <br /> <span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>Dani tuvo que esperar al día siguiente para pelotear pero se divirtió con los juegos infantiles. Keren estaba tranquila pues Jaia no requería su atención sino la mía. Cuando Jaia decidió dejar el columpio por el tobogán, la acompañé y le recordé que debía subir un escalón a la vez. Ella subió al tobogán sin dar siquiera un resbalón. De repente caí en cuenta de que el tobogán era demasiado alta: o bien me ubicaba al final para recibirla cuando bajara como un rayo o bien subía también la escalera para ayudarla a lanzarse. No podía hacer las dos cosas. Pero tampoco parecía atinado subir por la escalera y bajarla por la escalinata – a los problemas no se les corre sino que se les enfrenta, decía mi padre. </span></span><br />  <br /> <span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>¿La solución? Regresé a ver a mi derecha y sin que le dijera nada, Keren se subió rápidamente a la escalera y le dio seguridad a su hermana menor. En un segundo estaba yo recibiendo un bólido de dos años que se paraba feliz de nuevo para correr por una repetición alentada por las palabras de aliento de Daniel: “¡Vamos mi bonita que tú puedes!”. </span></span><br />  <br /> <span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>Continuamos jugando no sin que me invadiera un poco de vergüenza: no debí dejar subir a la pequeña si no era capaz de cuidarla, pensé. Y la idea no me dejó en paz un par de días. Es que mi esposa y yo tenemos claro que la responsabilidad es nuestra.</span></span><br />  <br /> <span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>Pero hoy me desperté con la imagen de mi padre cuidándome. Claramente tenía que ver con la foto a que hice referencia pero desde la posición del niño, como si el director de cámaras hubiera desempolvado esta grabación de lo más recóndito de mi memoria. Ahora veía a mi padre de frente, con su juventud y seguridad; pero por alguna razón pude percibir también algo de preocupación. </span></span><br />  <br /> <span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>Y entonces entendí que no hice mal al dejar que Jaia se subiera al alto tobogán. Comprendí que ya no soy tan joven ni tan ágil. Comprendí que no voy a poder acompañarlos toda la vida y, lo que es más importante, que mis dos hijos mayores –cada uno con su personalidad– son responsables y siempre cuidan a su hermana menor. Comprendí que nunca dejarían de ser mis hijos. Comprendí que, así como ahora me preocupa la salud un tanto deteriorada de mi padre, ellos estarán pendientes de mí. No por obligación sino por cariño.</span></span><br />  <br /> <span style=”font-family: arial, sans-serif”><span style=”font-size: medium”>Aquellos años fueron muy especiales para mí. Mi padre no fue el mejor padre del mundo pero se esforzó por hacer las cosas bien. Tampoco yo soy el mejor padre del mundo pero también trato de hacer lo mejor que puedo. Si Dios quiere, llegará el día en que mis nietos guardarán en sus bancos de memoria imágenes de Daniel, Keren y Jaia –cada uno con sus virtudes y defectos– cuidándolos pero animándolos a avanzar, e imágenes de un abuelo contándoles historias interesantes del bisabuelo y del tatarabuelo… </span></span></p>

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1. Eloina

7/05/2011

Comentario Y qué importante es el intentarlo siquiera…dejamos esa huella en ellos , para bien o para mal, que mejor si es para bien….

2. Eloina

7/05/2011

Y qué importante es el intentarlo siquiera…dejamos esa huella en ellos , para bien o para mal, que mejor si es para bien….

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