El aspecto positivo

Nunca termina.

Balak quería destruirnos. Él sabía que Hashem estaba de nuestro lado así que contrató a Bilaam para que nos maldijera. Bilaam tenía una estrategia: hacer que pecáramos. Si nosotros hacíamos enojar a Hashem, Él no nos iba a proteger y quedaríamos expuestos. Balak podía retener el control de la Tierra de Israel otro poquito más. Podía retrasar lo inevitable un día más…

El plan funcionó.

Bilaam usó a las mujeres midianitas como prostitutas para hacernos caer en la inmoralidad física. Y como resultado, 24.000 judíos murieron en una plaga. Más judíos murieron en esta plaga que en todas las guerras de Israel durante los cien años pasados..

Cuando empezamos nuestro siguiente Éxodo del exilio, el Rey Ajashverosh se puso muy nervioso. Él sabía que íbamos a retornar a casa para reconstruir nuestro Templo al cabo de setenta años. La Tierra de Israel era parte de su imperio así que él no quería que eso sucediera.

Así fue como se aconsejó con su asesor Hamán, y este le recomendó la misma estrategia que Bilaam. Deja que los judíos pequen en el ámbito de la santidad personal. Este pecado, que Le causa gran enojo a Hashem, nos iba a dejar sin Su protección.ellos podían retener todo el Imperio Persa. Podían retrasar lo inevitable un día más.

El plan funcionó.

Nos invitaron a un banquete en el palacio del rey. Supuestamente iba a ser todo muy majestuoso. El baquete tenía comida kasher. Vino kasher. Se mantuvieron todos los standards de recato. El Rey Ajasheverosh hasta había planeado una sorpresa especial para todos los judíos que iban a asistir.

Casi 20.0000 de nosotros llegamos a la gala majestuosa. El vino empezó a servirse….

Nos emborrachamos. Mucho. Lo que empezó como un banquete real, rápidamente se degeneró en algo innombrable y todos perdieron el control. Recién cuando todos estaban totalmente borrachos Ajashverosh sacó la “sorpresa”. Más prostitutas.

Nos hizo pecar. Y en castigo a nuestra lujuria, se decretó que todos íbamos a morir. El imperio persa era el hogar de cada judío del planeta. El pecado de la inmoralidad física trajo aparejado un juicio de total aniquilación.

Hizo falta un arrepentimiento masivo y un milagro de misericordia de Hashem para salvarnos.

Ahora bien. Yo pregunto: miles de años más tarde, ¿algo cambió?

¿Acaso los líderes de la humanidad están tratando de evitar la Próxima Redención empleando las mismas tácticas?

Una vez que llegue el Mashíaj, el estilo de vida occidental llegará a su fin. La civilización será totalmente eliminada y será reconstruida mucho mejor.

No es eso lo que el mundo ve. Ellos solamente ven la inminente destrucción. Y están luchando por sus vidas para evitar que suceda.

¿Es posible que ese sea el motivo por el cual hoy hay tanta lujuria?

Más allá de los reclamos de “libertad de habla” y “libertad de expresión”, ¿es posible que se oculten los oscuros descendientes de Amalek, Hamán y Bilaam, que hacen todo lo que está a su alcance por hacer que otra vez pequemos? ¿Acaso existe un esfuerzo inconsciente por hacer que invoquemos la ira de Dios a fin de proteger su mundo y posponer lo inevitable un día más?

Acaso los líderes culturales del mundo occidental están actuando en una especie de “instinto de supervivencia” sabiendo que deben inundar el mundo de lujuria, pero no saben por qué?

El hecho de que el volumen de toda la basura que vemos en la TV, en el internet, e incluso dentro de nuestros móviles se esté intensificando tal vez sea la señal  más segura de que estamos acercándonos cada vez más a ese día de Redención personal, nacional y mundial.

Mientras se nos empuja más y más a las nubes de la oscuridad, el aspecto positivo de pronto se vuelve más brillante. El pueblo judío está aprendiendo emuná y santidad personal gracias al Rabino Shalom Arush y sus libros y CDs que cambian vidas. Pronto, muy pronto, la creciente luz de emuná ha de irrumpir masivamente y dispersar esas oscurasnubes. Felices de aquellos que ayudan a difundir esa luz en el mundo, pues es la luz de la Redención! Y que todos podamos verla con nuestros propios ojos amén!