La Muerte de las Deudas

Poco después de conocer el libro En el Jardín de la Fe, mi marido y yo decidimos empezar a esforzarnos por cancelar todas nuestras deudas.

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Jennifer Woodward

Posteado en 18.03.21

Poco después de conocer el libro En el Jardín de la Fe, mi marido y yo decidimos empezar a esforzarnos por cancelar todas nuestras deudas. Con los años fui aprendiendo cada vez más acerca del tema de las dudas y las financias, y esta vez desde la perspectiva de la emuná. Tomamos conciencia de lo importante que es que nosotros, en tanto que noájidas, para que vivamos nuestra emuná, nos libremos del ciclo vicioso de las deudas, tan común en estos días.

 

Por una cuestión de conveniencia, las deudas se volvieron algo común, aceptado, sin nada de extraño o de particular. Hasta me atrevería a decir que la falta de pago de dichas deudas por medio de la bancarrota o demás medios se ha vuelto la norma para la gente que quiere librarse de las deudas pero no quieren emprender el largo (y muchas veces doloroso) camino del pago de las deudas mes a mes. Por desgracia, muchas veces aquellos que optan por la bancarrota vuelven a caer en las deudas apenas se lo permite el crédito.

 

¿Necesitan algo? Pasen la tarjeta. ¿Quieren algo? Pasen la tarjeta. Sin los medios de pago inmediato pero con la forma de pensar moderna de uno se merece todo lo mejor, las deudas se han vuelto la norma.

 

Nosotros no éramos diferentes, y todavía estamos pagando el precio de aquella mentalidad. No sólo que la deuda está presente en la vida cotidiana sino que además constituye el principal factor determinante (si bien mucho menor de lo que era hace varios años!) de adónde va a parar el cheque del sueldo.

 

Nosotros, como muchos de ustedes, vendemos más de 40 horas diarias a otra persona a cambio de dinero. Sin embargo, no tenemos control sobre ese dinero, porque vendimos la libertad de elección a alguien cuando decidimos que queríamos toda clase de cosas que no teníamos la posibilidad de adquirir en forma inmediata.

 

Si nos ponemos a pensar, se trata de una tragicomedia que, de ser llevada a la gran pantalla, dejarían al público matándose de risa y al mismo tiempo sintiendo lástima por la pobre familia que aparentemente no logran captar el concepto tan simple de vivir dentro de sus posibilidades. Los espectadores se reirían a carcajadas hasta el punto en que se darían cuenta de que muy probablemente ellos mismos están viviendo la misma triste historia…

 

Y este cuento clásico culmina con la muerte de las deudas a manos de la emuná…

 

Después de leer los libros del Rabino Shalom Arush (y en especial, En el Jardín de las Riquezas, de próxima aparición en español), y de escuchar el CD Ser un Buen Comerciante y el CD Los Canales de la Abundancia, empezamos a darnos cuenta de que nuestras deudas eran muchísimo más que una simple inconveniencia. A decir verdad, era más bien una mancha negra en nuestras vidas, que indicaba una falta de emuná y que sí o sí tenía que ser erradicada. El hecho de volvernos “libres de deudas”, que por lo menos en los EEUU se ha vuelto una frase muy popular, tanto si uno está tratando de pagar sus deudas, como si no, adquirió un significado completamente nuevo.

 

Para mi familia, ese objetivo de una vida sin deudas ha implicado decir NO a nuevas deudas de consumo y tratar de pagar la mayor parte de deudas posibles del pasado. Ha sido un proceso lento a veces; otras veces, rápido, y hemos tenido tanto éxitos como fracasos.

 

La Deuda que No Puede Pagarse

 

Decidimos pagar una deuda privada de ocho años de antigüedad. Era una compra que habíamos hecho y que aún no habíamos pagado, y después habíamos perdido contacto con el vendedor y habíamos dejado la deuda “para más adelante”.

 

Mientras trabajábamos en nuestro proyecto de pagar las deudas, esta deuda en particular ocupó el puesto número uno un día, en que estábamos de visita en la ciudad donde vive el vendedor en cuestión. Tras repetidos intentos por contactarlo, finalmente nos comunicamos con su mamá, y le explicamos nuestra situación. Pero qué grande fue la sorpresa cuando ella nos dijo en tono austero que su hijo había fallecido dos años antes.

 

La realidad es que jamás seremos completamente libres de deudas, por más deudas que paguemos, y por más dinero que donemos para caridad. Porque esta deuda en particular jamás podrá ser verdaderamente saldada.

 

 

Coincidencia? Creo que no…

 

Hace muchos años tenía un gato que se enfermó mucho y lo llevé al veterinario, que lo operó, y el gato se curó. Pero la cuenta era carísima… y no pude pagarla.

 

El verano pasado esta deuda empezó a fastidiarme. Se trataba de una suma muy grande de dinero y además el consultorio quedaba a una hora y media de viaje, y para colmo yo me moría de la vergüenza. Las excusas para no pagarla eran muchas y por eso todo el tiempo la postergaba.

 

Después de varios meses, mi perro empezó a enfermarse. Mi actual veterinario no lograba descubrir qué problema tenía. Durante los próximos meses lo sometieron a radiografías, análisis de todo tipo, ecografías y demás, pero en vano – todos los análisis decían que el perro estaba sano. Sin embargo, estaba enfermo, muy enfermo. Las cuentas empezaron a amontonarse hasta alcanzar la misma suma que le debía al primer veterinario.

 

Hashem, en Su perfecta sincronización, hizo que poco después de que me diera cuenta de esta “coincidencia” de las cuentas, por cuestiones de trabajo tuve que viajar a la ciudad donde vivía el primer veterinario. Había decidido pagar de una vez por todas la deuda que tenía con él, así que entré al consultorio con dinero efectivo en la mano. La señora que estaba sentada al mostrador no tenía idea de qué le estaba hablando. – se trataba de una deuda de 16 años. Ella no quiso tomar el dinero así que llamó a otra persona. Esta tampoco quiso tomar el dinero, así que tuve que rogarles que lo aceptaran. Finalmente una de ellas aceptó y dijo que lo iba a colocar en una caja destinada en forma especial a aquellas personas que no tenían fondos para pagarle al veterinario. También me explicaron que el veterinario que trabajaba antes había vendido el consultorio exactamente el mismo mes en el que se me enfermó el perro!

 

Yo me sentí desmayar, porque me di cuenta de que esta era otra deuda más que jamás podría pagar. La señora dijo algo que me hizo sonreír: que el primer veterinario venía de tanto en tanto a realizar operaciones especiales, y que si llegaba a verlo, le iba a decir que la deuda había sido saldada.

 

Yo volví a casa y en las semanas siguientes le pagué al veterinario de mi perro. Si bien mi perro sigue tomando remedios, ya no tiene síntomas de aquella enfermedad, desde que pagué las deudas.

 

Hashem todo el tiempo se está comunicando con nosotros. Las situaciones de nuestras vidas están hechas a medida a fin de despertarnos de nuestro letargo espiritual y despertar el anhelo de conectarnos con Él y encontrar nuestro camino a la corrección del alma.

 

Las deudas, y su pago son solamente otro medio más para recibir Sus mensajes de amor. Por eso yo me siento tan agradecida por las lecciones que voy aprendiendo, porque incluso los fracasos son perfectos cuando uno los mira con ojos de emuná.

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