La Puerta de Mandelbaum

Durante años, hemos visto como los extranjeros entraban a nuestra Ciudad Santa mientras que nosotros sólo podíamos estar de pie frente a la Puerta de Mandelbaum y mirar...

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Jacob Rupp

Posteado en 06.04.21

Durante años, hemos visto con desesperada envidia y frustración como los extranjeros entraban a nuestra Ciudad Santa sin ser molestados mientras que nosotros sólo podíamos estar de pie frente a la Puerta de Mandelbaum ("Mandelbaum Gate") y mirar.

Nuestra nación está llevando a cabo un sueño. Para algunos, nuestro sueño puede parecer trivial, para otros, imposible de alcanzar. Millones de personas han trabajado en favor de este sueño y miles de años han pasado, pero seguimos siendo imperturbables en nuestros esfuerzos para merecer su cumplimiento.

Durante dos mil años hemos esperado volver a casa. Hemos anhelado reunirnos en Eretz Israel, la Tierra Santa de Israel, para reconstruir nuestro Tercer Templo Sagrado y para renovar la íntima relación con Di-s que una vez tuvimos.

El camino a este objetivo ha estado pavimentado con dificultades. Los monumentos de nuestras luchas y miseria se encuentran dispersos en todo el mundo. Se encuentran en casi todos los países, desde los restos de los Campos de Exterminio a Masada en la Tierra de Israel. Sin embargo, a pesar de todo, perseveramos. Aprendemos de la historia de José (Yosef) y sus hermanos que antes de que Di-s nos da una prueba, El nos da las herramientas para superarla. Al igual que la noche es más oscura antes del amanecer, a menudo, el propio objeto de nuestra desesperación se convierte en una clave para nuestra salvación.

Hoy en día, estamos afectados por un casi irónico sabor de nuestra redención. Llegamos tan cerca de una completa destrucción y luego, de la noche a la mañana, casi podemos sentir el comienzo de nuestra salvación. No podemos no ver la mano de nuestro Creador guiándonos. ¿Quién podría haber imaginado a las ruinosas y ensangrentadas almas cojeando desde Auschwitz, todo el camino hasta la Ciudad Santa de Jerusalén?

Hoy en día, hemos sido bendecidos a vivir y visitar la Ciudad Vieja de Jerusalén. Sin embargo, cuarenta años atrás, esto era imposible. Hoy en día, las calles de Mea Shearim están llenas de comercios, niños gritando, familias, jóvenes, y vibrante "Yidishkáit" (judaísmo auténtico). Cuatro décadas atrás, esta área fue una virtual zona bélica, situada en la frontera entre Israel y sus hostiles vecinos árabes. Donde hoy las escuelas y los hogares están ubicados, un periodista describió la zona en 1948-1967 como "un destartalado conjunto de puntos de inspección fronterizo de hojalata, cada lado separado por una amplia extensión de guijarros de la calle." Los agujeros de bala en los edificios son el testimonio de la violencia casi diaria. Por cerca de dos décadas, hemos sufrido de todo, desde los secuestros y terrorismo a fuego de francotiradores. Pero aún más doloroso que la violencia que sufrimos fue el conocimiento de que el "Kotel", el Muro de las Lamentaciones, el último vestigio de nuestro Santo Templo, se mantuvo tan cerca y al mismo tiempo fuera de nuestro alcance.

Tras la Guerra de la Independencia, toda la Ciudad Vieja, incluido el Kotel, estaban bajo control jordano. Los árabes destruyeron nuestras sinagogas, profanaron cientos de nuestras tumbas, y transformaron a la Ciudad Vieja en una pequeña, abandonada y desolada aldea. Aguas residuales corrían por las calles principales, y animales de granja defecaban sobre las piedras sobre las que nuestros santos Sabios y Profetas habían caminado.

Jerusalén fue dividida entre el Este y el Oeste, lo antiguo y lo nuevo. La Puerta de Mandelbaum fue el único punto de conexión de la tierra de nadie que dividía la ciudad. A través de este pasaje todo tipo de personas – peregrinos cristianos, periodistas occidentales y árabes, pero no judíos – podían entrar a la Ciudad Vieja.

Durante años, hemos visto con desesperada envidia y frustración como extranjeros entraban a la Ciudad Santa sin ser molestados mientras que nosotros sólo podíamos estar de pie frente a la Puerta de Mandelbaum y mirar. Estábamos tan cerca de nuestro enemigo que podíamos ver y hablar con los soldados jordanos que se negaban a permitirnos la entrada. Cada día los veíamos parados sobre nuestra sagrada Tierra, siendo incapaces de expulsarlos. A veces, la zona estaba en calma, otras veces los soldados disparaban contra nosotros y nuestros hijos.

Sin embargo, nunca hemos perdido la esperanza. La gente solía escalar a los tejados de los más altos edificios para ver la puesta del sol en nuestra Ciudad Santa mantenida en cautiverio. Todo esto llegó a su fin, cuando, durante los milagrosos eventos de la Guerra de los Seis Días, la Puerta de Mandelbaum fue derribada. Se nos permitió retornar a nuestra ciudad.

Ahora, avancemos rápido hasta hoy, la Ciudad Vieja ha sido reconstruida y es un popular lugar para visitar, pasar el tiempo, y rezar. Mea Shearim se ha convertido en una joya del judaísmo tradicional. Pero, en el lugar donde la Puerta de Mandelbaum estaba localizada como un triste símbolo de la dividida Jerusalén, algo increíble está sucediendo.

En el sitio de tanta frustración y desesperación, ¡una nueva llama se encendió! Hombres judíos están descubriendo sus raíces. El sonido de los estudios de la sagrada Torá surgen de un edificio que una vez, nos separó de nuestras raíces.

En lo que sólo puede ser descrito como un milagro, las Instituciones "Jut Shel Jesed" ("Hilo de Bondad") han recibido el privilegio de transformar a la Puerta de Mandelbaum de una fuente de frustración espiritual a una fuente de crecimiento espiritual.

Los invitamos a visitar la Instituciones y Yeshiva Jut Shel Jesed en la Puerta de Mandelbaum y comprobar por ustedes mismos la asombrosa transformación, tanto espiritual como física, que está teniendo lugar allí.

Para aprender más sobre las Instituciones de Jut Shel Jesed, teclee aquí.

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