La vuelta 26

Esta persona empezó a insultarlo sin parar. Mi padre se quedó en shock... ¿Y qué hizo entonces?

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David Perlow

Posteado en 05.04.21

Era la rutina normal de mi papá. Había trabajado por lo menos 26 horas consecutivas en el hospital. Había realizado por lo menos dos o tres operacoines cesáreas durante la noche y no había dormido nada. Lo llamaban toda la noche para atender a los enfermos y a las parturientas que tenían que dar a luz. Esa ha sido su rutina diaria durante los veintipico de años qeu trabajó de obstetra de alto riesgo. La mayoría de las personas, trabajando a un ritmo semejante, se vendrían abajo, pero mi papá siempre va al gimnasio después del hospital, para nadar y levantar pesas. En una instancia en particular, lo llamaron, pero no lo llamaron las enfermeras, sino que le enviaron un llamado desde Arriba.

 

Estaba tan contento nadando y haciendo ejercicio… pero en la vuelta 26, como de la nada, se chocó de frente con otro nadador. Esta persona empezó a insultarlo sin parar. Mi padre se quedó en shock y conmocionado por el hecho de que el responsable de la pileta y el salvavidas no reaccionaron en absoluto. Mi papá salió más temprano de la pileta, pensando todo el tiempo: “¿Por qué me pasó algo así?”.

 

Después, cuando me contó lo sucedido, cómo lo insultaron y lo maldijeron en público, yo sabía que era todo para bien. Lo escuché hasta el final y entonces le dije: “Papá, dime algo, ¿en qué vuelta fue el choque?”.

 

Y él me respondió: “En la 26”.

 

Entonces le dije: “Entonces tiene mucho sentido, papá, porque ese es el valor numérico del Nombre de Hashem. ¡Te están enviando una señal desde Arriba!”.

 

Si bien yo ya había hablado con él de emuná desde hacía ya varias semanas, jamás me imaginé qeu fuera a reaccionar de la manera en que lo hizo. Se lo tomó con mucha fe y verdaderamente pensando que tal vez Hashem quería decirle algo. Después de mucho pensarlo, mi papá decidió irse de este gimnasio y unirse al Centro Comunitario de Scottsdale, Arizona. Esto le trajo muchas bendiciones.

 

Y a partir de ese momento él ha estado escuchando los CDs del Rabino Shalom Arush, además de adoptar un estilo de vida bastante más observante. Ahora cumple con Shabat, tefilín, kashrut y además estudia Torá con un rabino ortodoxo. Es algo maravilloso, y no olviden que todo empezó con algo “malo”.

 

Pero lo más sorprendente de todo fue cuando le ofrecieron la oportunidad de dar un discurso en Alaska para médicos de todo el país. Siendo un fanático de la naturaleza, se sentía fascinado con la idea del viaje, que estaba además todo pago.

 

El problema fue cuando vio la fecha del viaje: el regreso estaba programado para el día de Rosh Hashaná. Esta era una tremenda prueba para alguien que recién estaba iniciándose en el camino de la emuná. Entonces empezó a racionalizar: “Es para una buena causa. Voy a poder educar a otros. ¿Cuándo voy a poder volver a Alaska? ¡Voy a ir a rezar todas las mañanas!” . Y así el debate prosiguió en su cabeza hasta que al final él fijó la línea divisoria.

 

Dice en la Ética de los Padres: “Haz que Su voluntad sea como tu voluntad, para que Él haga que tu voluntad sea como la Suya. Anula tu voluntad ante Suvoluntad, para que Él anule Su voluntad ante la tuya”. Enseguida les escribió un email a los coordinadores, rechazando la invitación y dándoles los datos de otros médicos que también iban a hacer un estupendo trabajo. Les dijo que tenía que estar en Phoenix para Rosh Hashaná y que no quería transgredir la festividad.

 

Pasaron dos días y entonces recibió tres emails de abogados que le pedían consejo médico acerca de distintas demandas que estaban atendiendo. En una palabra: acabó ganando ocho veces más que lo que habría ganado aceptando el viaje a Alaska. Y ni siquiera tenía que salir de casa para hacer el trabajo…

 

En el ascenso por la escalera espiritual, llega un momento en el que se te desafía a hacer lo que te resulta más cómodo o bien optar por lo que tu alma te dice que hagas. Los que tienen el mérito de fortalecer su emuná eligen hacer lo correcto, a pesar del dolor momentáneo que sienten al dejar de lado sus propios deseos.

 

 

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