Un triunfo duradero

Como alguien que fue muy atlético en su juventud, recuerdo cuántas cosas buenas aprendí al participar en torneos deportivos...

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Dr. Zev Ballen

Posteado en 04.04.21

¿Qué tienen de malo los deportes competitivos? Está bien: entiendo perfectamente que nuestros Rabinos quieran que nos identifiquemos más con el alma que con el cuerpo, pero no olvidemos que el cuerpo es el recinto del alma, así que ¿por qué no lo vamos a mantener en buen estado?

 

Evidentemente, el problema con los deportes no radica en el ejercicio propiamente dicho (si bien puede ocurrir que uno ponga demasiado énfasis en el ejercicio físico a costa del ejercicio espiritual). El principal problema es que los deportes competitivos hoy en día se han transformado en un reflejo de una sociedad enferma y competitiva que glorifica a los “ganadores” y denigra a los “perdedores”, y en el que el concepto del verdadero triunfo se ha perdido completamente.

 

Como alguien que fue muy atlético en su juventud, recuerdo cuántas cosas buenas aprendí al participar en torneos deportivos, y hasta qué punto el deporte ayudó a formar mi autoestima al lograr más de lo que había logrado antes, aprendiendo a aceptar las derrotas, aprendiendo a anular mi ego por el bien del equipo y demás. Pero también recuerdo que me enseñaron que el triunfo lo es todo y que no tengo que tenerles lástima a mis oponentes, y que tengo que tener vergüenza de perder.

 

Este verano, Hashem me hizo recordar todo esto cuando me pidieron que dirigiera una clínica de basket para treinta niños de mi barrio que provienen de hogares muy religiosos. La mayoría eran israelíes que sabían muy poco de deportes en general y menos todavía de basket en particular (que en Israel es mucho menos popular que el fútbol). Tengo que admitir que al principio vacilé acerca de si debía participar en este proyecto. Poco tiempo antes de que me mudara a este barrio, alguien puso un anuncio invitando a la gente a participar en un partido de basket y el anuncio fue quitado, lo cual generó toda una controversia en la ciudad, que no terminó muy bien que digamos.

 

Más allá de la controversia, yo realmente quería entrenar a estos niños porque quería aprovechar la oportunidad para enseñarles Torá en un medio divertido. Ciertamente no quería meterme en ningún conflicto pro-deportes o anti-deportes en mi comunidad (en la que el sector anti-deportes tiene la gran mayoría). Pero pensé que no obstante que aquí tenía la oportunidad de ofrecerles a estos niños el enfoque de la Torá a los conflictos de la vida, la venganza, la competencia, el triunfo, la derrota, la desesperación – todas las emociones que el deporte hace surgir en el ser humano. Pensando que los chicos no aprendían eso en la yeshiva, decidí aceptar el ofrecimiento.

 

Lo primero que los chicos tienen que entender para poder estar preparados para participar en una competencia y en la vida en general es que el énfasis que pone el mundo secular en el hecho de “ganar” tiene en realidad muy poca significancia para nosotros.  Puede ser muy gratificante en el momento salir ganador y derrotar al oponente pero de acuerdo con la perspectiva de la Torá, no es una forma sana de ver las cosas. El problema de querer ganar por el hecho de ganar y aplastar a tu “enemigo” (al otro equipo) es que esta clase vacía de victoria no tiene ningún valor permanente y a veces uno sale ganador y otras, perdedor. A nivel más profundo, esto no tiene nada que ver con nuestro verdadero propósito en la vida, que es la unificación del mundo.

 

En el colegio secundario, cuando nuestro equipo ganaba, estábamos “en la cima del mundo” y cuando perdíamos, era como si estuviésemos de duelo. ¿Y por qué? ¡Por un simple partido! ¡Nos habían enseñado que era una vergüenza perder!

 

¿Cuál es el mejor método para enseñarles a los niños? Decirles que lleven a cabo un análisis espiritual de la forma en que jugaron. ¿Hasta qué punto me esforcé hoy? ¿Hasta qué punto sentí emociones negativas, como por ejemplo, miedo, egoísmo, pereza, que interfirieron en la ayuda que podría haberles ofrecido a mis compañeros? ¿Fui lo suficientemente humilde o traté de hacer más de lo que era capaz de hacer? ¿Hasta qué punto trabajé junto con los demás, sin egoísmo? ¿Quise jugar según las reglas o si hubiera podido, no las habría acatado?

 

El verdadero ganador en la perspectiva de la Torá es aquel que usa el deporte para mejorar su carácter y también para hacer que los demás mejoren. Si el único objetivo del triunfo es derribar al enemigo y hacer que pierda entonces nosotros también terminamos perdiendo. La competición idealmente debería sacar a flote lo mejor de cada uno, para que terminemos más unidos de lo que estábamos al principio.

 

En la perspectiva de la Torá, la victoria – nitzajon- se relaciona con la eternidad – netzaj. Cuál es el verdadero triunfo? Hacer de tu oponente, tu amigo. El verdadero triunfo surge únicamente cuando el bien triunfa sobre el mal. En el deporte, esto significa que nuestro instinto del bien triunfa sobre nuestro instinto del mal. En el Mundo Venidero, el mal acabará transformándose en bien.

 

Utilicemos entonces el deporte para enseñarles a nuestros hijos el poder de la bondad y de los valores eternos, que es por lo que realmente estamos luchando. Si competimos para poseer el poder de la eternidad, ciertamente saldremos ganadores.   

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