Una Vida Desperdiciada

Cuando todavía vivíamos en Miami, mi marido y yo teníamos un grupo muy simpático de amigos… Sin embargo, por debajo de las sonrisas se estaba fermentando mucha oscuridad…

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Rajeli Reckles

Posteado en 17.03.21

Cuando todavía vivíamos en Miami, mi marido y yo teníamos un grupo muy simpático de amigos… Sin embargo, por debajo de las sonrisas se estaba fermentando mucha oscuridad…

Una Vida Desperdiciada

Cuando todavía vivíamos en Miami, mi marido y yo teníamos un grupo muy simpático de amigos con los que solíamos encontrarnos en Shabat. Nos reuníamos para jugar o para hacer asados. La pasábamos muy bien todos juntos. Mi marido y yo vivíamos en el mismo complejo que una de las parejas amigas nuestras.

Me imagino que sabrán qué significa eso: prácticamente cada noche por medio íbamos a comer unos al departamento de los otros y casi todas las tardes nuestros hijos jugaban juntos, corriendo de una casa a la otra, por lo general pasando por los patios de los vecinos. Yo era muy amiga de la mujer y mi marido era el mejor amigo del marido. Teníamos tan buena relación que ella fue mi salvavidas durante mi primer parto. Nos alegrábamos mutuamente cuando íbamos teniendo hijos, avanzando en el trabajo, etc. Yo estaba embarazada de mi segundo hijo en la época que ella estaba embarazada de su tercer hijo. Nuestras vidas estaban muy entrelazadas.

Sin embargo, por debajo de las sonrisas se estaba fermentando mucha oscuridad. Yo, que nunca me doy cuenta de nada, no me percaté de nada raro hasta que un día mi marido me dijo sin rodeos que estaban teniendo problemas. Yo no lo podía entender ¿Quién iba a pensar algo semejante, a juzgar por la forma en que bromeaban, salían a pasear juntos, y simulaban pelearse por pavadas, como cualquier otra pareja? Ella en ningún momento me dijo nada.

Para cuando lo supe, la relación ya estaba muy tambaleante. Inmediatamente después de dar a luz a su tercer hijo, me confesó que estaban a punto de divorciarse. Mi visión de ensueño de que nuestras vidas corrían paralelas se hizo añicos. Me quedé mirando al recién nacido, tan dulce, tan inocente, de apenas una semana de vida y sentí tanta lástima por él. Yo no lograba entender por qué, con todas las bendiciones que tenían en la vida, no podían tratar de esforzarse un poco más para que las cosas se arreglasen.

Al poco tiempo, él se fue de la casa y muy pronto la batalla se volvió bastante fea. De pronto, mi marido y yo, así como nuestros otros amigos, nos vimos atrapados en el medio de una horrenda ida y vuelta de acusaciones inmundas y horrorosas. Después de un tiempo, me di cuenta de que yo no tenía la menor idea de quiénes eran nuestros amigos. ¿Acaso el marido tenía un costado tan feo como el de que ella lo acusaba? Al final, él entró en una espiral descendente. No sé bien cómo ocurrió, pero de repente él ya no estaba más “ahí”. Cambió de comportamiento; cambió de ropa; cambió de amigos, cambió de rostro; todo en él cambió. Se volvió una persona peligrosa, Y a partir de ese momento, mantuvimos distancia de él. Otros amigos trataron de mantener la misma relación amistosa que antes, pero al final todos nos dimos cuenta de adónde se había ido. La persona que habíamos conocido ya no estaba más.

La mujer se mudó a otro barrio con los tres chicos y el marido desapareció de la escena por un tiempo. Al final él volvió a mudarse a nuestro complejo. La energía que rodeaba esa casa era cualquier cosa menos positiva. Ya no podíamos ni siquiera decirle hola. Pero los chicos  -esos pobrecitos niños, tan dulces y tan inocentes-  estaban atascados en medio de todo ese infierno. La mujer lo acusaba de las peores atrocidades que uno pueda imaginar y él la acusaba de ella de estar mintiendo. Y nosotros mirábamos sin poder hacer nada cómo los chicos iban de acá para allá como una pelotita de ping-pong, a veces con un supervisor designado por la corte, y al final, sin el supervisor. ¿Quién sabe lo que en realidad estaba pasando?

El verano pasado, las cosas llegaron a su punto límite. Unas cuantas semanas antes de que hiciéramos aliá, yo acababa de mandar a dormir a mis chicos y ya estaba a punto de irme a dormir también, exhausta de empaquetar todo y además con náuseas por el nuevo embarazo. A eso de las 9 p.m., oímos que alguien golpeaba la puerta de entrada como loco. Yo sentí que me desmayaba. Mi marido bajó a la entrada y yo oí a la policía a través de los oídos que me latían frenéticamente: “¡Tienen que salir de la casa ahora mismo!” ¡¡¿Qué? ¿QUÉ?!!  Pensábamos que tal vez era una mala broma o algo así pero agarramos a los chicos y los llevamos afuera descalzos y en piyamas.

Cuando salimos a la calle, vimos a nuestros vecinos de la puerta de enfrente acurrucados en un rincón de la vereda, con sus dos hijitas llorando. “¿Qué pasó?”, exclamé, temblando mientras abrazaba a mi hijo menor. “¡Mira!”, me dijeron, señalando a la calle, y yo casi me desmayé del susto. Ambulancias, coches de policías, camiones de SWAT y otras clases de vehículos policiales que nunca antes había visto. Todos estaban estacionados sin orden junto al edificio. Medio vecindario estaba parado del otro lado de la calle. Vi policías agazapándose junto a la puerta de… ¿la casa de nuestro amigo? ¿Acaso esto era realidad o estábamos soñando?. En un estado de shock, nos condujeron a la vereda de enfrente, mientras nuestros hijos empezaron a hacer preguntas, a ninguna de las cuales teníamos respuesta.

Era un enfrentamiento. Nuestro amigo había tomado un rehén dentro de su casa y este estaba con la pistola en la cabeza. La policía estaba tratando de que se rindiera. ¿Cómo era posible que estuviera ocurriendo algo así? ¡Esta clase de cosas sólo ocurre en las noticias! Cuando nos dimos cuenta de que por varias horas no nos iban a dejar entrar a casa, nos refugiamos en la casa de un familiar que vivía cerca. Otro amigo nuestro se quedó allá a ver qué pasaba. A mí me daban vuelta mil preguntas en la cabeza: ¿Cómo era posible que este vecino hubiera caído tan bajo? ¿No le importaban sus hijos? ¿Por qué llevaba un arma? ¿Entonces todas esas acusaciones en su contra eran ciertas después de todo? Pero la pregunta más importante que todavía me sigue persiguiendo es “¿Acaso yo podría haber hecho algo más para ayudarlo?”.

Si hubiéramos sabido que tenía problemas antes de que él cayera al abismo, podríamos haberle dado un ejemplar de En el Jardín de la Fe. Podríamos haberle dado un CD y tal vez… tal vez eso le habría abierto un pequeño orificio de luz en la negatividad que lo rodeaba. Tal vez no hubiera tenido problemas matrimoniales tan terribles si hubiera leído En el Jardín de la Paz (de próxima aparición en español) y si ella hubiera leído La Sabiduría Femenina. Entonces se habría dado cuenta de que todos los desafíos y las pruebas que el Creador le estaba enviando en realidad eran para ayudarlo a que se fortaleciera y creciera. Tal vez habría usado su fe para fortalecerse contra la Mala Inclinación y entonces no habría acabado destruyéndose a sí mismo y destruyendo a toda su familia. Tal vez no se habría rebelado y no habría caído en la drogadicción.

Tal vez habría terminado con vida.

Su rehén habría terminado con vida.

Un año más tarde, todavía sigo pensando en lo maravillosa, lo generosa y lo dulce que era esta persona. Pero ahora me doy cuenta de que por debajo de sus sonrisas y sus bromas se ocultaba una persona indefensa, una persona atormentada, una persona que sufría. Si tan sólo me hubiera dado cuenta entonces… Ahora solamente puedo esperar y orar por su alma para que esta encuentre la paz y pueda superar sus demonios. Por favor, después de que hayan leído esto, enciendan una vela para el mérito del alma de Yosef ben Sara y oren para que él y otros como él puedan merecer la paz eterna.

Si conocen a alguien que necesita ayuda, por favor, no esperen a que la situación sea ya irreparable. Dales de leer el libro En el Jardín de la Fe. Dales un CD: Deja de Lloriquear, No te dejes Caer. Al hacerlo, vas a estar literalmente salvando vidas.

 

Pueden enviar sus preguntas, y en especial sobre temas como el noviazgo, el matrimonio, la educación de los hijos y el rol de la mujer. Escriban a racheli@breslev.co.il

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