A flor de piel

Las películas de violencia y miedo ya no son para mí, ¿Qué me habrá sucedido en todo este tiempo?

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Tali Mandel

Posteado en 16.03.21

Recientemente he viajado a mi país de origen y he tenido la ocasión de visitar a mi familia, han sido unos días muy bonitos y me gustaría compartir con ustedes algunas experiencias que he vivido estando fuera de Israel.

 

Probablemente a ustedes le resulte de lo más normal ver películas de violencia y miedo, pero la verdad es que me he dado cuenta en este tiempo de que me he sensibilizado frente a estas escenas más de lo que creía. En numerosas ocasiones he hablado con judíos observantes que volvieron en teshuvá o hicieron conversión, sobre los cambios que se producen en la percepción sensorial. Es decir, cuando uno se priva de ver escenas violentas, sangrientas, de miedo, etc. se vuelve automáticamente más sensible a todo esto.

 

Como les decía, al visitar a mi familia que, como ya saben, no son judíos ya que hice conversión hace años, me senté a ver con ellos una serie de televisión que me resultaba extremadamente violenta y me provocó malos sueños. Sin embargo, los demás estaban tan normales viendo esas imágenes que a mí me repudiaban y no daban ningún signo de sorpresa ni espanto en las escenas más sanguinarias, ni tan siquiera los más jóvenes que están en plena adolescencia. En este momento me di cuenta de los cambios que se producen en la persona cuando se priva de ver determinado tipo de imágenes.

 

Ya de vuelta en Israel, hablaba en Shabat sobre este tema compartiendo con mis amigos esta experiencia y efectivamente a todos les ha sucedido algo similar. Y es que la persona se acostumbra a los cambios y su sensibilidad se regula automáticamente a su entorno. Si cada día vemos imágenes violentas entonces nuestra percepción de lo que nos rodea se volverá más dura, habrá menos cosas que nos afecten verdaderamente. En cambio, si preservamos nuestra vista de estas escenas que dañan nuestra inocencia seremos más sensibles y perceptivos a las situaciones que vivimos o vemos. Este proceso toma tiempo, como les decía yo no me había dado cuenta de los grandes cambios que se han producido en mi percepción de las cosas, pero ahí están y sinceramente he de decirles que me alegro de que así sea. Prefiero ser receptiva a los cambios que suceden a mi alrededor y al sufrimiento ajeno antes que permanecer impasible mientras veo en la pantalla cómo alguien pierde la vida de forma violenta y cruel.

 

Un caso similar ocurrió en unas clases a las que estoy asistiendo, donde salió a la conversación la importancia de la tzniut para la mujer judía. Al estar siempre cubiertas desde el codo, el cuello y las rodillas, la mujer también desarrolla una sensibilidad especial y ya no se siente cómoda luciendo su cuerpo en bikini o bañador. Sólo cuando sea absolutamente necesario descubrirá tan solo la parte imprescindible de su cuerpo que necesite hacer visible si está en una revisión médica, por ejemplo. En esta clase había una mujer no judía que no lograba entender cuál era el problema de mostrar las piernas si en la clase había solamente mujeres. Por supuesto, no podía comprenderlo porque ella no tenía ese pudor refinado que se alcanza solamente tras años de vestir con recato.

 

Estoy segura de que habrán vivido situaciones similares, por ello les comparto mi testimonio. No son los únicos o las únicas que se han sentido un poco “raros” ante determinadas circunstancias que en el pasado le resultaban de lo más cómodas. Es completamente normal volverse sensible y no tiene nada de malo. Hashem nos ha creado como personas con sentimientos y sensibilidades, que se preocupan si alguien sufre y que desean mantener su privacidad a buen recaudo. No dejen que nadie les convenza de que lo contrario es bueno ni sano.

 

 

Si tienes alguna pregunta o quieres compartir tu historia o inquietudes, escríbeme a tali.mandel.18@gmail.com

 

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