No matarás

Como continuación al repaso sobre los preceptos noájidas, vamos a profundizar sobre el tercero de ellos, que dice “No cometerás asesinato”.

A simple vista, parece un mandato muy sencillo. Simplemente, vive y deja vivir, que dirían algunos. Desgraciadamente, hay algunas personas que piensan que tienen el derecho de decidir sobre la vida de los demás y arrebatársela. Alegan, después, que fue enajenación mental o locura transitoria o alguna otra excusa. No digo que la persona no pueda perder los estribos de tal manera que llegue a asesinar a otro ser humano, pero sí creo firmemente que para llegar a este punto hay una serie de antecedentes a tener en cuenta y que, si nos fijamos en ellos, se pueden evitar muchas tragedias en el mundo.

Veamos, ¿qué hace que una persona sea capaz de cometer una transgresión de esta medida? Hay muchos puntos que pueden indicarnos que la persona tiene un desequilibrio psicológico que puede llevar al asesinato, o bien situaciones frente a las que el hombre desconoce las herramientas que están a su alcance para enfrentarlas, o personalidades un tanto psicóticas. Pero lo que todos tendrán en común es una falta de temor a Hashem descomunal, es más, puede que incluso desconozcan lo que es la emuná y el amor a Di-s.

Por tanto, tenemos el remedio en nuestras manos. Es tan fácil como seguir el plan designado por nuestro Creador, tenemos toda la información al alcance de todos nosotros, en la Torá. En ella, vemos la importancia que tiene el respeto por la vida. Si salvamos la vida de alguien, es como si salváramos un mundo entero. Y, de la misma manera, si asesinamos a alguien, Di-s no lo permita, es como eliminar todo un mundo. Por ello, Hashem nos ha instruido para guardarnos de llegar a este punto. Mediante el estudio de Sus leyes, aprenderemos a respetar a los demás, a cuidarnos mucho de dejarnos llevar por el enojo y a saber hasta dónde llegan nuestros límites.

Parafraseando al sabio Hilel, toda la Torá puede resumirse en una sola frase “no le hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. Es así de simple y, a la vez, así de complejo. Simplemente no hacer a la otra persona lo que no nos gusta que nos hagan a nosotros. Si cumplimos esta máxima, entonces no nos enojaremos por cada menudencia que suceda en nuestra vida. Al acumular rencor por los demás, este sentimiento acaba convirtiéndose en un odio que, con el paso de los días, se va acumulando en la persona y le agria el carácter. Incluso puede llevarle a cometer los crímenes que por desgracia estamos acostumbrados a escuchar cada día en los noticieros. Díganme, ¿no creen que muchos de ellos podrían haberse evitado con la debida educación? ¿No piensan que si esas personas tuvieran temor del Cielo realmente arraigado en sus corazones no se habrían atrevido a cometer semejantes crímenes? Ciertamente, tenemos mucho en lo que trabajar cada día. Y no debemos pensar que por el hecho de ver esta transgresión como algo muy lejano y distante no debemos luchar cada día por superar esos pequeños enojos y esas discusiones que pueden llevar a alterarnos. Nadie sabe lo que sucederá en el futuro y es mejor empezar desde la educación de nuestros hijos para que sepan cómo comportarse en la vida y qué código de ética deben seguir en su camino por este mundo. No debemos olvidarnos, por supuesto, de servir de ejemplo para ellos y comportarnos tal y como Hashem pide de nosotros día a día, sin dejar atrás el menor detalle.

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