Fuerzas encontradas

 La diferencia entre el ser humano y todas las otras especies que existen en el planeta es que el ser humano tiene libre albedrío. Mientras que todas las otras criaturas actúan por instinto, el ser humano es el único que tiene dos instintos por separado: uno al bien y otro al mal. Rabí Najman de Breslev enseña que ambos instintos se originan en el proceso de pensamiento. Los pensamientos buenos y positivos son producto del instinto al bien y los pensamientos negativos, tales como la arrogancia y la herejía, son producto del instinto al mal.

Las cosas que uno elige en la vida surgen por lo tanto de los pensamientos que uno tenga. La persona que piensa en positivo actúa en positivo. El que piensa pensamientos negativos tiende a realizar actos negativos. Dado que toda la creación del mundo fue diseñada para posibilitar que el ser humano tuviera libre albedrío, o sea, libertad de elección, el Creador “equipó” a cada persona con la capacidad de pensar en forma positiva o negativa. Uno tiene libre albedrío de ser arrogante o humilde, generoso o mezquino, honesto o deshonesto, etc.

El instinto al bien y el instinto al mal están todo el tiempo enfrentados el uno con el otro, impulsando a la persona a pensar bien o mal, a tener emuná o a ser un hereje. Apenas uno encauza sus pensamientos al Creador, contemplando la magnitud y la santidad de Él en contraste con su propia futilidad y pequeñez, uno se llena de un aura de humildad y alegría. Pero cuando uno se vanagloria de su poder, o de su capacidad o de su astucia, entonces se está separando de Hashem y sucumbe al veneno del instinto al mal, que le llena el corazón de arrogancia, herejía, mezquindad, envidia y enojo.

El Zohar describe el desafío del libre albedrío como un simple tira y afloja entre los pensamientos puros y positivos y los pensamientos impuros y negativos. Es por eso que hace falta mucha compasión Divina a cada segundo del día para que podamos tener la fuerza necesaria para tirar hacia el lado positivo. Sin plegaria y sin pedirle ayuda a Hashem, uno puede muy fácilmente dejarse llevar al lado del egoísmo, tristeza y depresión.

Rabí Natan explica en Likutey Halajot Minjá 7, que la principal teshuvá (arrepentimiento) de la persona es expiar los pensamientos negativos y esforzarse por pensar en forma positiva. Él sostiene que cada uno de nosotros tiene la capacidad de tomar los pensamienos como si fueran las riendas de un caballo y dirigirlas en la dirección correcta, porque eso es no solamente nuestro libre albedrío sino también nuestro principal desafío en la vida. Nadie dice que sea fácil, pero sin el libre albedrío, no hay forma de que exista el concepto de recompensa o castigo. Cuanto más se inclina  uno a los buenos pensamientos, más refuerza su poder de elegir el bien.

Los poderes aparentemente separados de naturaleza y Divina Providencia surgen de los dos nombres del Creador: Hashem (iud-hei-vav-hei) y Elo-him. Estos dos nombres corresponden respectivamente a la compasión (jesed) y al juicio estricto (din). La naturaleza y el cuerpo humano provienen del nombre Elo-him, que es la fuente del cuerpo y sus funciones. El cuerpo, con sus deseos e impulsos, lleva a la  persona a los bajos deseos animales. El alma, que proviene del nombre Hashem, lleva a la persona a la alegría, la santidad y la emuná.

Las dos fuerzas opuestas de Hashem vs Elo-him, compasión vs juicio estricto, mantienen un perfecto equilibrio entre el bien y el mal, asegurando así el libre albedrío a cada instante. Si no se mantuviera dicho equilibrio, entonces la persona se vería forzada a una dirección o la otra. La más leve coerción deja de ser libre albedrío. Por lo tanto, uno tiene libre albedrío en todos los ámbitos. Incluso en una tarea tan llena de santidad como el estudio de la Torá, uno tiene el libre albedrío de estudiar por el autoengrandecimiento o para rectificar su alma y acercarse a Hashem. Siempre tenemos libre elección.