El mejor padre del mundo

Todos deberíamos merecer saber cuánto nos ama Hashem como Sus hijos, y deberíamos cumplir la Torá y las mitzvot con alegría

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Moshe Neveloff

Posteado en 04.05.21

Al final de la parasha de la Torá de esta semana, que habla principalmente de las leyes del año sabático y del año de jubileo, la Torá dice: "Porque los hijos de Israel son Mis siervos, siervos Míos, a quienes saqué de la tierra de Egipto – Yo soy Hashem, vuestro Dios" (25:55).

 

Con respecto a este versículo, que nos enseña tanto el hecho de que somos hijos de Hashem como Sus siervos, Rabí Natan de Breslev analiza cómo la mayor parte del mundo encara los conceptos de servidumbre y libertad. Para la mayoría de la gente, comer y beber y otros deseos físicos no se consideran una forma de trabajo o labor en absoluto. Pero sí consideran una forma de trabajo a las mitzvot y a las buenas acciones. Lo que significa que el servicio a Dios, las mitzvot y las buenas acciones les resultan como una especie de servidumbre. Por el contrario, cuando se trata de los deseos del cuerpo, se sienten "libres" de comer y hacer lo que les plazca.

 

Rabí Natan explica que este es el aspecto del intercambio del que habla Rabí Najman en su cuento “Los hijos intercambiados”, en la que el hijo de la sirvienta y el hijo del rey fueron intercambiados al nacer. El hijo del rey crece sin saber quién es realmente. La gente piensa erróneamente que el cuerpo es el rey sobre el alma. Sin embargo, ocurre lo contrario. El verdadero rey es la neshamá, o sea, el alma. El cuerpo fue creado para servir de recipiente para el alma, no al revés. Así como el siervo tiene que servir a su amo y hacer su voluntad, el cuerpo tiene que servir al alma. 

 

Rabí Natan agrega que, si bien es loable servir a Hashem y hacer Su voluntad a pesar de la lucha contra los deseos físicos del cuerpo, ese no es realmente el mayor nivel que podemos obtener. El nivel más alto que una persona puede obtener es cuando el cuerpo y los deseos físicos se someten tanto a la voluntad de su alma, que el cuerpo también quiere hacer sólo lo que la neshamá quiere hacer, que es servir a Hashem. Este es el aspecto más elevado de ser hijos de Hashem que podemos alcanzar: que nuestra única voluntad sea hacer la voluntad de nuestro Rey (Likutei Halajot, Leyes de las Bendiciones Matutinas, 3ª enseñanza).

 

¿Cómo se puede alcanzar este nivel en la práctica? ¿Cómo volvemos a nuestro verdadero rol, que es ser hijos del Rey y hacer que el alma domine al cuerpo? 

Rabi Najman habla en varias partes de su libro “La Sabiduría de Rabi Najman (Sijot HaRan)” de la relación que tenemos con Hashem como nuestro Padre. Él dice que es muy bueno cuando una persona logra derramar sus palabras ante Hashem en súplica, como un hijo que anhela a su padre (7ª enseñanza). También describe el tener un corazón roto como un hijo que anhela a su padre, o como un niño pequeño que llora porque su padre se fue (42ª enseñanza). Ser hijos de Hashem significa que tenemos un vínculo eterno de amor con Él, y que realmente anhelamos estar cerca de Dios, al igual que un niño pequeño anhela estar cerca de sus padres.

 

Todos deberíamos merecer saber cuánto nos ama Hashem como Sus hijos, y deberíamos cumplir la Torá y las mitzvot con alegría, sabiendo que estamos haciendo la voluntad de nuestro Padre, nuestro Dios.

 

 

 

 

 

 

 

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1. Romero

5/07/2022

Shalom que buena enseñanza, me ayuda mucho a comprender las perashot gracias.

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