El poder del habla

Maldecir a alguien es una gran falta de emuná. Es mucho peor que guardar rencor, porque uno puede construir o destruir con sus palabras.

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 30.12.21

El habla es el poder más grande que posee el ser humano. Es como un cable que conecta a la persona con las palabras que pronuncia. La vida y la muerte están en manos de la lengua. La armonía conyugal y la destrucción dependen de la lengua. La bendición y la falta de bendición en el sustento, el éxito en la educación de los hijos y la salud emocional – todo esto también depende de la lengua.

 

Por lo tanto, la calidad de vida depende de la manera en que hablamos. El éxito, la abundancia, la buena vida, la felicidad o lo opuesto, Di-s no lo permita, son todos producto del habla del individuo. ¿Qué es el ser humano? Es esencialmente su habla. Es por eso que uno siempre debe bendecir a las demás personas, alegrarlas, darles ánimo y ayudarlas a que se sientan bien consigo mismas. Ojalá siempre nos salgan cosas positivas de la boca…

 

Teniendo en cuenta lo antedicho, ahora podemos entender lo terrible que es maldecir a otra persona. Hay tres puntos a tener en cuenta:

 

Primero, la Torá dice: “Bendeciré a aquellos que te bendigan” (Génesis 12:3). Hashem bendice a aquellos que bendicen a otros y trae maldiciones a los que maldicen. Por tratarse de un pasaje explícito de la Torá, no hace falta que lo analicemos, por cuanto habla por sí mismo. Todo el que bendice es bendito y todo el que maldice es maldito. Por lo tanto, debemos cuidarnos mucho de evitar maldecir a alguien cuando perdemos los estribos.

 

Segundo, Rabí Najman de Breslev dice en nombre de su bisabuelo el Baal Shem Tov que antes de que el veredicto sobre una persona sea confirmado en la Corte Divina, a esa persona se le hacen varias preguntas que tienen que ver con ella misma. Si la persona está de acuerdo con el veredicto, este se confirma. Uno podría preguntar: ¿cómo alguien va a estar de acuerdo con un veredicto de “culpable” en contra de sí mismo? Pues bien. La respuesta es que la Corte Divina le pide su opinión acerca de un caso idéntico al suyo, pero referente a otra persona. Y de la misma manera que él juzga a esa otra persona, de esa misma manera la Corte Divina lo juzga a él.

 

Eso es lo que significa cuando dice que él “está de acuerdo con el veredicto”. Un ejemplo clásico de esto aparece en Samuel II 12:5, cuando el Profeta Natan le pregunta al Rey David qué hacer con el hombre rico que le robó la ovejita al hombre pobre. El Rey David no se percató de que el “hombre rico” era una alusión a él mismo y por eso emitió un juicio severo según el cual él mismo fue luego juzgado. Por eso, siempre debemos recordar que al expresar nuestra opinión sobre otras personas y otras situaciones, en realidad estamos sentenciándonos a nosotros mismos. Por lo tanto, debemos tener muchísimo cuidado con cada palabra que nos sale de la boca. Y no hay nada peor que maldecir a alguien para ser juzgado desfavorablemente. La persona que maldice se está maldiciendo a sí misma.

 

Tercero, el hecho de maldecir a alguien es una gran falta de emuná. Es mucho peor que guardar rencor, porque la persona puede construir o destruir mundos con sus palabras. Hashem quiere que usemos el poder del habla en forma productiva y que traigamos paz, abundancia y bendición al mundo. Por lo tanto, siempre debemos bendecir a los demás y nunca maldecirlos. A la gente le encanta que los demás los bendigan y las bendiciones traen felicidad al mundo. Ellas son el conducto perfecto para hacer que la Presencia Divina more en nuestro medio.