Con gusto a cebolla

Están demasiado serios. Voy a contarles un chiste a ver si sonríen!

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 04.04.21

Un joven de 28 años todavía no había encontrado su pareja. Y tenía un problema que hacía que todas las jóvenes lo rechazaran: no tenía sentido del olfato.

 

En la otra punta de pueblo, vivía una joven de 26 años que todavía no había encontrado su pareja. Pero todos los jóvenes la rechazaban porque tenía siempre el aliento con olor a cebollas.

 

En el pueblo había un casamentero muy exitoso que decidió que estos dos eran la pareja perfecta. Un día los presentó y fue amor a primera vista. Al poco tiempo, se casaron.

 

Un año después del casamiento, el casamentero se encontró en una fiesta con el novio y le preguntó cómo le iba en su vida de casado.

 

El joven le respondió: “Ay… la vida es un sueño. Mi mujer y yo estamos perdidamente enamorados el uno del otro. Pero hay un solo problema…”

 

“Cuál?”

 

“Que cada vez que mi mujer abre la boca, me pongo a llorar!”.

….

Ahora les voy a contar otra parábola más con cebollas.

 

En un pueblito de Europa oriental vivían dos primos. Uno era millonario y tenía una mansión en la montaña y el otro era un pobre mendigo que vivía en una choza al borde del pueblo.

 

El primo pobre apenas tenía suficiente dinero para llevarse el pan a la boca. Pero no quería pedir favores y en especial a su primo, si bien este tenía posiblidades de ayudarlo.  Pero cuando se enteró de que su primo iba a casar a su hija en unas pocas semanas, el mendigo se alegró: “Seguramente mi primo dará un banquete digno de un rey. Habrá pescado, carne, veinte clases de postres y treinta clases de vino y whisky. Ahí voy a poder comer y beber y guardar reservas para un buen tiempo”. El pobre mendigo empezó a contar los días que faltaban para la boda.

 

Había un solo problema.

 

Pasó un día, una semana, dos semanas. Finalmente llegó la semana de la boda y el primo rico no le había enviado la invitación. El mendigo era demasiado orgulloso como para pedirle una moneda al millonario, mucho menos iba a asistir a una boda a l que no había sido invitado.

 

Durante tres días, el mendigo no comió. Estaba seguro de que la boda compensaría una semana de hambre y hasta lo saciaría para otra semana más. Pero llegó el día de la boda y todavía no había recibido la invitación. Se estaba literalmente muriendo de hambre. Tenía que comer algo antes de que se desmayara. Miró dentro de la alacena y no encontró nada excepto un pedazo de pan viejo de varios días antes y una cebolla grande. Entonces se lavó las manos y dijo la bendición y se devoró el pan, que era duro como una roca. Y cuando estaba terminando su “comida”, tocaron a la puerta..

 

“Tu primo quiere pedirte mil disculpas, me envió personalmente a que te venga a buscar y te lleve al casamiento”, dijo el chofer.

 

El mendigo dijo la bendición de después de las comidas, se puso su abrigo y se subió a la carroza

 

En efecto, era un banquete digno de un rey. Le sirvieron los más finos manjares y los vinos más añejos pero había un problema: todo tenía gusto a cebolla. El mendigo estaba seguro de que el chef era incompetente. Todo lo que le servían tenía gusto a cebolla.

 

A esa altura, el primo rico se acercó a su mesa: “Querido primo, gracias por invitarme a tu celebración, pero creo que hay un problema con la comida y la bebida. Todo tiene gusto a cebolla!”.

 

El milonario, que no era ningún tonto, entendió enseguida lo que había ocurrido: “No, querido primo. El problema no es la comida y la bebida de la boda. El problema es que hoy comiste mucha cebolla. Y por eso no puedes sentirle el sabor a la comida”.

 

… comparado con las exquisiteces de la espiritualidad, cada palabra de Torá y cada palabra de plegaria, los placeres materiales y las preocupaciones son como cebollas. Pero cuando uno está ocupado con cuestiones materiales, no puede sentirle el sabor a la Torá ni a la plegaria. Todo tiene gusto a cebolla.  Y si no nos sentimos inspirados con nuestras plegarias y nuestro estudio, es porque tenemos el alma con mucho olor a cebollas.

 

Que Hashem nos ayude a saborear los manjares espirituales. La vida no tiene por qué ser un pedazo de pan duro con cebollas…

 

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