El cheque sobre la mesa

Hashem se encarga en forma personal del castigo de aquellos que afligen a las viudas y los huérfanos...

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 14.03.21

Una vez una persona le preguntó al Jafetz Jaim: “Rebe, ¿cómo hizo para alcanzar una edad tan avanzada?”.

 

El Jafetz Jaim, que ya había pasado los noventa, respondió: “Hashem me ha permitido ver ciclos completos”. Vale decir que Hashem le había concedido el privilegio de ver la justicia Divina manifestarse en este mundo.

 

¿A qué se refería el Jafetz Jaim? Si no me equivoco, se refería a dos sucesos por separado que habían tenido lugar en Radin, su ciudad natal, donde él era Rosh Yeshiva: uno referido a una viuda y otro, a un huérfano. El Jafetz Jaim sentía especial simpatía por las viudas y los huérfanos, que en aquella época la pasaban muy mal. Y él solía cita a la Torá, cuando dice: “Si afliges a una viuda o a un huérfano, Yo escucharé su clamor y Yo me vengaré de ti” (Éxodo 22:21-23). Él solía advertir que Hashem se encarga en forma personal del castigo de aquellos que afligen a las viudas y los huérfanos.

 

La Viuda

 

Una viuda de Radin apenas se ganaba la vida y el sustento para ella y para su pequeño hijo vendiendo whisky a los carreteros que pasaban por su dilapidada choza junto a la ruta al borde del pueblo. Un invierno especialmente crudo en Radin, en que toda la ruta estaba cubierta de una profunda capa de nieve, casi no había carretas ni clientes. El propietario de la choza, que era uno de los hombres más adinerados de Radin, se quejó en febrero de que le debía ya tres meses de renta y que si no le pagaba hasta el fin de semana, la iba a echar. La pobre viuda, que apenas si tenía un pedazo de pan seco para mantenerse con vida, obviamente no tenía dinero para la renta. Ella le rogó que le tuviera compasión hasta que se derritiera la nieve y pudiera volver a vender whisky a los carreteros.

 

El propietario, a pesar de que le sobraba el dinero y no necesitaba de esos pocos rublos que le debía la viuda, argumentó que si le hacía el favor a ella, entonces todos sus otros inquilinos iban a pedirle lo mismo y entonces perdería una tremenda cantidad de dinero. Por eso, sin la menor pizca de compasión, envió a cinco matones rusos a que echaran a la viuda a la nieve y cerró con candado la choza, sellándola con bastones de madera.

 

Toda la ciudad de Radin estaba hecha un alboroto. Todos se juntaron para recolectar comida para la viuday le encontraron un lugar donde dormir junto con su hijo hasta que pudiera encontrar algo mejor. Un grupo de personas fue a ver al Jafetz Jaim antes de Shabat y le preguntó: “Rebe, ¿cómo es posible que Hashem permita semejante crueldad?”.

 

Él respondió, citando la Ética de los Padres: “No desesperen ante la calamidad” (Avot 1:7). Luego dijo: “Existe un Juez Supremo en el mundo; y Él tiene Sus propios horarios”.

 

Pasaron veintidós años. Un perro rabioso entró a Rabin y se dirigió a la mansión del millonario propietario de la choza. Justo en ese momento, por precisa Supervisión Individual Divina, el millonario estaba saliendo de su casa. El perro fue corriendo a él y le mordió la pierna. Poco después, el millonario murió en medio de un sufrimiento imposible de describir con palabras. El castigo tardó en llegar veintidós años, pero Hashem dejó que el Jafetz Jaim fuera testigo del ciclo de justicia que se había completado.

 

El Huérfano

 

Durante el reinado del Zar Nicolas I, la población judía debía llenar una cuota de muchachos entre las edades de 12-25 para enrolarse en el ejército ruso y servir en el ejército durante veinticinco años. Esto era no solamente una sentencia de muerte espiritual sino muchas veces también una muerte física. Este terrible decreto denominado “el decreto de los cantonistas” estaba en plena vigencia en la época del Jafetz Jaim y obligaba a los líderes locales a proporcionar una cuota de jóvenes niños judíos. Las distintas comunidades enviaban a aquellos niños que no tenían nadie que los defendiera, especialmente los pobres y en especial los huérfanos.

 

En la zona de Radin, uno de los millonarios judíos más influyentes tenía un hijo que iba a ser enviado al ejército. ¿Qué hizo? Sobornó a un oficial del ejército, revelándole la identidad y el paradero de un huérfano y lo convenció de que se lo llevara en lugar de su hijo. Al enterarse, el Jafetz Jaim dijo: “Esperen y van a ver cómo Hashem le va a hacer pagar el precio de sus acciones”. Treinta años más tarde, el hijo del millonario se enfermó de cólera y murió. El comité de entierros se negó a realizar el entierro debido a que se trataba de una enfermedad muy contagiosa, y su padre tuvo que cavar una tumba y enterrar a su hijo con sus propias manos.

 

……

 

Muchas veces vemos que hay gente que sufre grandes injusticias y nos preguntamos cómo es posible que Hashem permita que ocurran cosas semejantes en el mundo. Pero nuestros Sabios nos dijeron: ““No desesperen ante la calamidad”; no enciendan el cronómetro a ver cuándo Hashem hace justicia. Hashem tiene en cuenta una cantidad enorme de factores, algo de lo que nosotros, los humanos, no podemos tener idea, pero podemos estar seguros de que la justicia llegará, o en forma inmediata, o en un mes, o en un año, o en una década, o incluso más. Pero llegará.

 

Imagínense un hombre que acaba de comer en un restaurante de lujo que sirve los vinos más caros. Alguien lo mira con envidia y dice: “Mira lo que comió este hombre: la comida más cara del menú! Y encima no le costó ni un centavo…”.

 

Pero el hombre no vio el cheque que había en la mesa. El hecho de que el mozo todavía no haya recogido el cheque no significa que la deuda no vaya a pagarse. Nadie se va de este mundo con una comida gratis. El cheque está en la mesa y pronto va a ser cobrado. Hashem mismo va a venir a buscarlo.

 

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