El regalo del perdón

El desorden es un impedimento para el éxito; la ausencia de objetos amontonados permite que uno sea mucho más productivo.

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Dra. Rivka Levron

Posteado en 18.03.21

Nunca entendí cómo lo hicieron. Mis profesores, una pareja que ha publicado cientos de artículos científicos, tenían la oficina más limpia que haya visto en toda mi vida. Ni un solo papel fuera de lugar. Ni una pizca de polvo en el escritorio. Los lápices y las lapiceras estaban ordenados pulcramente y todo lo que resultaba innecesario llegaba enseguida al tacho de la basura.

 

Muchos años más tarde, estoy empezando a entender: el desorden es un impedimento para el éxito; la ausencia de objetos amontonados permite que uno sea mucho más productivo. Esto puede parecer obvio, pero la aplicación práctica es más fácil de decir que de hacer. Piensen lo difícil que es navegar por una casa en la que la gente ha vivido decenas de años, con todos los accesorios que ha ido acumulando, polvo, y objetos innecesarios… ¿Por dónde empezamos a limpiar? Comparen esto con la facilidad de pasar por un hogar nuevo, recién pintado, y vacío, todo aireado y abierto. El eco de los departamentos nuevos me lo conozco de memoria, de tanto que me he mudado durante mis largos años de estudios universitarios. Yo no tengo mucho equipaje físico.

 

Por el contrario, durante todos esos mismos años, me di cuenta de que el desorden tan perjudicial podía ser no solamente físico sino también, y más que nada, emocional. Empecé a darme cuenta de que mi mente se estaba llenando de recuerdos dolorosos de acontecimientos pasados. Y ese equipaje emocional no se limpiaba automáticamente cada vez que me mudaba. Solamente se iba acumulando, llenando más y más rincones de mi cerebro. De hecho, algunos de ellos crecieron y se transformaron en monstruos enormes. A veces ocupaban todo el espacio disponible y me dejaban sin energía para ser una persona productiva. Era obvio que no me hacían ningún bien. Entonces ¿por qué no los eliminaba? Tal como ocurre con la basura física, es más fácil de decir que de hacer. Esos pensamientos nocivos siguieron dándome vuelta en la cabeza, no siempre ocupando el primer lugar, pero con suficiente acto de presencia como para ocupar un montón de espacio que hacía falta para otras cosas mucho más importantes. Y qué pesadez contenían esos pensamientos…. Una vez una amiga me dijo en broma: “Esa persona no está pagándote la renta. ¿Por qué la estás dejando vivir ahí?”.

 

Durante un reciente curso de pensamiento positivo en el judaísmo, aprendimos que el perdón es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Me acordé de dos mujeres que me habían hecho daño en dos ocasiones distintas en el pasado. Yo sabía que eran muy buena gente y quería perdonarlas y ser amiga de ellas. Cada año, antes de Yom Kipur, pensaba en ellas y me preguntaba si sabían cuánto me habían herido. Decidida a darme a mí misma el regalo del perdón, le envié un email a cada una de ellas para aclararles mis sentimientos y les dije que las perdonaba de todo corazón. ¡Fue algo increíble! Las dos se alegraron mucho de que las hubiera contactado. Una ni siquiera se acordaba de mí y se puso muy contenta de perdonar y ser perdonada. La otra tampoco se acordaba del episodio y me dio las gracias de haberla contactado. Me di cuenta de que también necesitaba pedirle perdón. ¡Qué alivio! En ese mismo momento me sentí varios kilos más liviana. ¡Qué forma tan maravillosa de perder peso y sentirse mejor! Y como el equipaje emocional pesa una tonelada, a pesar de que es invisible. Y puede llegar a ser mucho más pesado que cualquier posesión física.

 

A propósito, ahora que me siento tan liviana después de librarme de esos dos fantasmas, me quedé pensando: ¿qué pasaría si me librara también de todos los demás?

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1. Carolina

8/03/2017

Muchas gracias!

Este artículo bendijo demasiado nuestras vidas! Todah Rabah! Hashem bendiga su vida y la de todas las personas que escriben artículos tan edificadores como éste.

2. Carolina

8/03/2017

Este artículo bendijo demasiado nuestras vidas! Todah Rabah! Hashem bendiga su vida y la de todas las personas que escriben artículos tan edificadores como éste.

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