Ideal o Idolo?

Porque en forma inconsciente, el niño sabía que sus padres no eran tan poderosos y tan increíblemente compasivos como él los había fantaseado.

4 Tiempo de lectura

Dr. Zev Ballen

Posteado en 17.03.21

 El hecho de idealizar a los demás es algo inherente al carácter humano. La idealización de un modelo sano y positivo ciertamente puede promover nuestro crecimiento como personas, pero a veces también nos puede meter en problemas.

 

Cuando apreciamos en los demás cualidades buenas y admirables que deseamos emular y adoptar estamos utilizando la idealización de manera positiva. Podemos imaginarnos siendo más parecidos a esa persona  e incluso si todavía no somos como ella del todo, vamos desarrollando nuestro propio ser ideal, que nos lleva a mejorar y luchar por crecer más y lograr más.

 

El problema surge cuando la idealización se transforma en idolización. Y una vez que ocurre esto, nos ponemos en una situación de riesgo, tanto emocional como espiritual. La persona idolizada cae en desgracia  y nos duele, nos enojamos y nos estancamos en nuestro crecimiento.

 

Había una vez un niño que idealizaba a su padre en virtud de que él era un voluntario de Hatzalá (asistente médico de emergencia). El niño creció viendo a su padre salir corriendo, incluso en Shabat, para “salvar vidas”. El niño le atribuía a su padre un gran poder de salvación, que volvía a casa después de las llamadas de emergencia con historias dramáticas de cómo había ayudado a personas que sufrían terribles dolores o personas que no podían respirar…

 

Este personaje heroico que el niño le atribuía a su padre hacía que se sintiera muy seguro en presencia de su padre. El niño fantaseaba que su padre era un poderoso salvador, sostén y protector. Esto es lo que los niños normales en etapa de desarrollo sienten hacia sus padres.

 

Entonces ¿en qué punto las cosas se complican? Volvamos a nuestro ejemplo:

 

En el caso de este niño, había otras tantas cosas pasando en su vida que le causaban un miedo muy real y muy palpable. Sin que sus padres fueran conscientes, el niño era víctima de abuso de un matón, que lo sometía a toda clase de abuso verbal y físico. A pesar de la imagen idealizada que tenía de su padre, el niño jamás le contó nada a su padre ni a su madre acerca del abuso, que duró varios años, y hasta el día de hoy (en que ronda los treinta), sus padres no tienen idea de lo que le sucedió cuando era chico.

 

¿Y por qué?

 

Porque en forma inconsciente, el niño sabía que sus padres no eran tan poderosos y tan increíblemente compasivos como él los había fantaseado. El niño temía que su padre no reaccionara bien al enterarse del abuso. También tenía miedo de que su padre no le creyera o que reaccionara en forma pasiva y que él mismo tuviera miedo de confrontar la situación.

 

La siguiente viñeta surge de una sesión de terapia que tuvo lugar muchos años más tarde, después de que el joven ya se había casado y se había vuelto socio del negocio de su padre. Noten por favor que el paciente se encuentra a esta altura  en una etapa muy avanzada de su terapia.

 

Paciente: “Hoy descubrimos que uno de nuestros empleados nos has estado robando y que mi padre dijo que no podía creer que alguien tan simpático como él fuera capaz de hacer algo así. Me quedé pasmado…” (inconscientemente, el paciente pensaba que su padre estaba diciendo que su propio abusador era un “buen tipo”).

 

Terapeuta: “Ahora háblale a tu padre. Dile cómo te sientes”.

 

Paciente: “Papá, ¿qué te pasa? Este tipo te ha estado mirando a la cara y al mismo tiempo robando miles de dólares. Te está abusando, papá! ¿Y tú quieres rehabilitarlo? No te soporto, papá. ¿Qué clase de socio eres? Ya no puedo confiar en tu juicio. Me causas muchísimo dolor. Ya no me siento más protegido por ti. A veces deseo que no existieras y listo… Si no tuviera un padre, no tendría que vivir con tanto dolor. Si estuvieras muerto, mi sueño de que vendrás a rescatarme desaparecerá, pero mis expectativas de ti y todo mi dolor también desaparecerán”.

 

Terapeuta: “Bueno. Entonces ahora háblale a tu padre ‘muerto’”.

 

Paciente: “Papá, yo sé que estás en el Cielo porque básicamente siempre fuiste una buena persona. Tú me criaste y me diste el sustento. Y después me hiciste socio de su negocio y me enseñaste muchísimas cosas. Pero estoy contento de que te hayas ido porque no soportaba vivir con tu malhumor y tu crítica y tu pasividad. Papá, nunca te dije esto, pero cuando estaba creciendo alguien abusó de mí terriblemente. ¿Te acuerdas de aquel vecino nuestro del barrio? Bueno, él abusaba de mí enfrente de tus narices!”.

 

“Ahora solamente dale a tu padre. Él tiene ya ochenta años” Ya no esperes nada más de  él… ni protección física, ni protección emocional, ni seguridad, ni nada de nada! ¿Acaso a esta edad no se merece que le des un poco de felicidad y tranquilidad?

 

Terapeuta: “¿Y ahora con quién estás hablando?”.

 

Paciente: “Estoy hablando con esa parte de mí mismo que es ‘todo o nada, blanco o negro’. Ahora mi parte adulta y sana está hablando con esa parte de mí que tiene necesidad de vre a mi padre como alguien “totalmente bueno” o “totalmente malo”, como un santo o un demonio, pero no como un ser humano, no como a un hombre, igual a todos los hombres, que son una mezcla de fuerza y debilidad”.

 

Terapeuta: “¿Y qué te responde esa parte de ti?”.

 

Paciente: “Me dice: ‘no vas a poder establecer un equilibrio entre tus sentimientos de amor y de odio a tu padre. Si tu padre está vivo y vuelves a confiar en él, y empiezas otra vez a darle, entonces vas a empezar a sufrir heridas nuevamente… él te va a quemar… si él se muere, habrás perdido tu “seguridad”, pero por lo menos vas a librarte de este conflicto…’”.

 

“Guau, jamás pensé que tenía derecho a decir estas cosas. Supongo que es señal de que estoy creciendo, el hecho de que pueda hablar de ambas partes de mi conflicto”.

 

Al hablar de los así llamados aspectos “negativos” de su padre y al alcanzar la comprensión de la futilidad de idolizar a su padre, el paciente se cura de su división patológica y se cura. Ahora puede relacionarse con su padre y con otras personas de su vida en forma más equilibrada. No espera tanto de los demás y ya no se siente devastado por sus imperfecciones. Esto le da una nueva fe de que tiene la capacidad de alcanzar la intimidad con los que lo rodean.

 

 

Esta es una historia verdadera. Se cambiaron los nombres y demás datos a fin de proteger la privacidad de los protagonistas.

Escribe tu opinión!

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario