La Solución Fácil

Cierta vez conocí a un ateo muy orgulloso de sí mismo. Una vez, conversando acerca de una tragedia, le di a entender que yo percibía la mano de HaShem en dicha tragedia...

5 Tiempo de lectura

Yehudit Levy

Posteado en 05.04.21

Cierta vez conocí a un ateo muy orgulloso de sí mismo. Una vez, conversando acerca de una tragedia, le di a entender que yo percibía la mano de HaShem en dicha tragedia…

Cierta vez conocí a un ateo muy orgulloso de sí mismo. Una vez, conversando acerca de una tragedia, le di a entender que yo percibía la mano de HaShem en dicha tragedia, a lo que él respondió con tono burlón: “Uf… ¿de veras te parece que es así? Esa es la solución fácil que tienen ustedes los religiosos para explicar todas las cosas… Se lo atribuyen todo a Dios y listo”. Yo le respondí con una cita: El que cree en Dios tiene que dar cuenta por el sufrimiento. El ateo tiene que dar cuenta por todo lo demás. Si el ateo quiere pasarse el resto de su vida tratando de explicar cómo empezó a latir el corazón, y cómo empezó a salir el sol por el este, y cómo comenzó a pensar el cerebro y cómo empezó a desarrollarse el ego, entonces está perdido… Yo, por mi parte, opto por la “solución fácil”. Él la llama “fácil”. Yo lo llamo “obvia”. ¿Para qué vamos  a ir en contra de la lógica?

Parecería que “La Solución Fácil” es el mantra moderno en contra de la Torá, la espiritualidad y de aquellos que creen en Dios. Cuando decimos con completa fe, con Emuná, la auténtica y firme fe en Di-s, que “todo proviene de HaShem”, se nos categoriza de “ingenuos” y se nos acusa de optar por el camino más fácil. El escritor político recurre a todo tipo de argumentos para explicar los acontecimientos mundiales; el científico propone todo tipo de teorías a fin de desmitificar el universo; los psicólogos analizan el funcionamiento interno de la psiquis humana y los filósofos intentan conectar todo esto a fin de darle sentido a la vida. Pero todos ellos niegan ciegamente todo enfoque teológico y continúan bailando en torno a la pregunta central: ¿qué fue lo que precedió a todo esto y Quién es el que supervisa todo esto? A veces me quedo pasmada ante el grado de su estupidez, considerando que estamos hablando de personas “intelectuales”, cuando tratan de eludir el hecho tan simple y tan obvio de que existe un Creador Que Dirige A Su Mundo.

Aquellos que prefieren llamarse a sí mismos “humanistas” y rechazan o cuestionan la existencia de Dios se consideran a sí mismos personas “sin prejuicios”. Aquellos que optan por creer en Dios y vivir la vida de acuerdo con la fe y la Torá por lo general son categorizados de “intolerantes”. Pero en realidad es exactamente al revés: todo el que profesa la anti-espiritualidad es intolerante, ya que se está limitando a sí mismo al mundo finito. Por el contrario, el que cree en Dios es una persona abierta, “sin prejuicios” ya que se conecta con lo infinito y con lo eterno.

Sea como fuere, ¿qué tiene de malo buscar una “solución fácil”? ¿Acaso alguien oyó hablar alguna vez de un preso que trate de buscar la salida más larga y más difícil? ¿Por qué una persona voluntariamente habría de vivir la vida de la forma más difícil posible? ¡Qué absurdo!
En mi opinión, esto representa la diferencia esencial entre el Simple y el Sofisticado, del famoso cuento homónimo de Rabi Najman.

En la historia, dos amigos de la infancia van por senderos separados. Uno se conforma con ser un simple zapatero en su pueblo natal mientras que el otro, que posee más dotes, viaja por todo el mundo en búsqueda de conocimientos y de distintas profesiones. Una vez que se vuelve una persona adinerada, doctor en varias profesiones, el sofisticado retorna a su pueblo natal para hacer alarde de sus perspectivas filosóficas y de su amplio conocimiento. Allí se encuentra nuevamente con su antiguo amigo, que apenas si ha cambiado, extremadamente pobre y ridiculizado por su forma simple de ver la vida, pero a la vez inmensamente feliz.

Un día, ambos reciben una misiva en la que se los invita a una audiencia con el Rey. El simple, fascinado ante este giro de los acontecimientos, se prepara de inmediato y viaja al palacio. Po su parte, el sofisticado se siente apabullado y se atormenta a sí mismo con miles de preguntas: ¿Por qué el Rey quiere verlo? ¿Qué hizo? ¿Hizo algo malo? ¿Esto de que lo llame el Rey, es algo bueno o es algo malo?… Hasta que por fin su mente filosófica y sofisticada decide que tal vez el Rey en realidad NO EXISTE ya que él nunca VIO al Rey. Por eso, en vez de reunirse con el Rey, él se dispone a demostrar que el Rey no existe.

Por una de esas irónicas vueltas de la vida, el simple, con su actitud tan honesta y tan positiva, se transforma en el confiable asesor del Rey, y es honrado por su gran sabiduría. Por su parte, el sofisticado se ve atrapado en el fango de las filosofías retorcidas y acaba olvidado en la más absoluta ignominia, víctima de su propia intolerancia.

Si tenemos en mente el eterno cuento de Rabi Najman, vemos que el sofisticado de hoy en día critica a su compañero espiritual por tener una perspectiva tan simplista y por depositar su confianza en Dios, el Rey. Cuando uno cede a una voluntad superior a la suya propia, los demás piensan que le lavaron el cerebro, tal como trata de demostrar el Sofisticado en este cuento. Por el contrario, en el libro En el Jardín de la Emuná, la auténtica y firme fe en Di-s, el Rabino Arush escribe que aquellos que sufren más son justamente los que hacen más preguntas.
Si le preguntamos a una persona que tiene fe si ella decidió optar por “la solución fácil”, probablemente se te quede mirando sin entender.

Pero si la “solución fácil” implica la aceptación en vez de la perplejidad y el desconcierto, si la “solución fácil” implica que yo confío y dependo de un poder superior a mí mismo, y si la “solución fácil” significa hallar consuelo en la sabiduría eterna, entonces yo prefiero la solución fácil.
Si la “solución fácil” significa simplicidad en vez de sofisticación; si la “solución fácil” significa que me baje de la montaña rusa de las emociones y si la “solución fácil” significa que me someta a mí mismo y que someta mi ego, entonces por favor ¡yo quiero la solución fácil!

En una aparente contradicción, la “solución fácil” llega con el compromiso a cumplir con la Torá, que desde el ángulo desde el que se lo mire, ¡no es para nada fácil! A fin de encarar esta paradoja, el Rabino Arush cuenta la historia de dos hermanos, uno religioso y muy observante y el otro, laico. El hermano no observante escuchó los CDs de Emuná por primera vez en su vida y con su nueva fe en Dios, cambió completamente su forma de vivir y su vida mejoró enormemente. Por su parte, su hermano, que estudiaba Torá y que cumplía los Preceptos, tenía una vida triste y se quejaba amargamente de tal falta de coherencia.

Rabi Arush le explicó que a través de la Emuná, la auténtica y firme fe en Di-s, el hermano no observante iba a empezar a cumplir con los preceptos en forma natural, mientras que lo contrario no necesariamente es cierto. Más allá de que uno cumpla con la Torá antes o después de alcanzar la Emuná, una cosa es cierta: la vida es muchísimo más fácil con Emuná. Por eso, podemos decir que tal vez sí exista una solución fácil, al fin y al cabo…

Una vez Rabi Najman mencionó que si la persona simplemente se detuviera a pensar en la verdadera naturaleza del mundo, ciertamente retornaría a Dios. HaShem creó el mundo a fin de oculta Su presencia, pero para aquellos que Lo buscan en forma activa, Sus firmas y Sus mensajes personales son evidentes en todas partes. Por eso, parecería que buscar a Dios y creer en Él no es tanto la “solución fácil” que los modernos sofisticados quieren creer: más bien, podemos tomarla como la Fórmula para entrar en el maravilloso mundo de HaShem, de la Divina Providencia y del Mundo Venidero.

Escribe tu opinión!

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario