Mi primera vez

Hay un sitio en Ucrania en el que todos piden a un tzadik que interceda ante HaShem para conseguir lo que más anhelan en el mundo.

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Tali Mandel

Posteado en 17.03.21

Hay un sitio fuera de Israel en el que miles de almas han elevado sus plegarias desde lo más profundo de su corazón durante años. En el que todos piden a un tzadik que interceda ante HaShem para conseguir lo que más anhelan en el mundo. Este sitio es un oasis en medio de un desierto helado. Este lugar es Uman y el tzadik es Rabi Najman de Breslev.

 

Durante muchos años escuché hablar de los miles de judíos que viajan a Uman cada año en Rosh HaShaná y me parecía tremendamente increíble que tantas personas que vivían en Eretz Israel decidieran pasar una fecha tan importante fuera de nuestra amada tierra. Esto fue antes de darme cuenta de que Uman en realidad es una pequeña Israel en medio de la estepa rusa. Además, aprendí que Rabi Najman dijo que ayudaría a cualquiera que fuera a su tumba en Uman en Rosh HaShaná, de tal manera que intercedería para que sus plegarias fueran escuchadas ante HaShem y así le fuera otorgado lo que necesitara la persona.

 

 

Esto siempre me sonó fascinante, es un compromiso enorme! Cuánta gente va allá cada año y reza en la tumba del tzadik para que HaShem les conceda lo que necesitan. Yo quería ir a ese lugar tan especial y por fin hace pocos días ese deseo se cumplió. HaShem hizo que yo también fuera a Uman y supiera lo que se siente al estar en ese sitio tan especial.

 

Hoy en día el viaje es algo muy sencillo, se viaja en avión y enseguida se llega a un aeropuerto donde por lo general te están ya esperando con un auto a punto para hacer el camino hasta esta ciudad. Hace años era un camino peligroso y estaba prohibido ir a rezar allá. Sin embargo hoy en día, gracias a Di-s, el trayecto en auto hasta Uman parece sacado de un cuento: árboles con las ramas heladas rodeaban la carretera, la nieve caía suavemente dejando un manto blanco sobre los campos que se extendían más allá de lo que podía ver. Una experiencia realmente placentera y digna de saborear desde la comodidad del asiento del auto, mientras sentía a cada kilómetro la excitación de llegar al destino.

 

 

Yo pensé que el lugar donde descansa Rabi Najman sería un lugar pequeñísimo y que habría una sola calle donde dos o tres personas caminarían desoladas. La sorpresa que me llevé fue mayúscula cuando llegamos a una ciudad de tamaño medio en la que se veían constantemente puestos de comida casher. Debido a la nieve y la lluvia no había mucha gente en la calle pero se veía que era una ciudad con vida. Al llegar al lugar en el que está situada la tumba del tzadik, en la famosa calle Pushkina, todos los locales tenían anunciada la venta de productos casher y solo se veían judíos.

 

La expectación que sentí era enorme al caminar por el pasillo reservado a las mujeres para acceder a la tumba y finalmente llegamos al lugar… Y yo me quedé casi impasible. ¡No lo podía creer! Después de tanto tiempo e ilusión no sentía nada extraordinario. Por supuesto, sentía la kedushá del lugar pero no era un sentimiento tan fuerte como imaginé. Sin embargo, les diré que el tzadik nunca decepciona. Decidí entonces comenzar a recitar el Tikun Haklalí y agradecer a HaShem por haberme llevado hasta ese lugar. Fue solo entonces, a medida que las palabras iban saliendo de mi boca, que sentí cada vez más la emoción de estar en ese lugar. La conexión tan especial que surgió, o que más bien se reveló a partir de esas primeras horas sí que fue extraordinaria.

 

Me equivoqué y pensé erróneamente, una vez más en mi vida, que algo me vendría dado y sentiría un torrente de emociones al llegar al lugar. Pero la conexión con el tzadik, con el lugar, con HaShem fue algo que tuve que activar a través de la plegaria. Y es que siempre se nos pide esfuerzo, que pongamos algo de nuestra parte. Estoy segura de que no a todo el mundo le pasa lo mismo, cada persona es diferente y tiene su forma especial de sentir. Aquí quería solo contar mi experiencia personal, que ha sido muy fortalecedora y edificante. A medida que iban pasando las horas sentía que estaba más como en casa. En ese pedacito de tierra ucraniana hay muchas lágrimas vertidas por judíos de todo el mundo para que HaShem les conceda salud, pareja, paz en el hogar, hijos… y las lágrimas nunca se vierten en vano sino que abren las puertas de los cielos (siempre que sean sinceras y no vengan del desagradecimiento ni del enojo).

 

Que HaShem escuche nuestras plegarias, estemos donde estemos, y que siempre podamos volver a Uman para estar con el tzadik.

 

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