¿Hombres o Serpientes?

Cada hombre creyente confiesa, que si se equivocó en su elección, fue solamente porque no tuvo ayuda desde lo Alto, y tiene que recibir sus fracasos con fe y amor…

6 Tiempo de lectura

Rabino Shalom Arush

Posteado en 06.04.21

Cada hombre creyente confiesa, que si se equivocó en su elección, fue solamente porque no tuvo ayuda desde lo Alto, y tiene que recibir sus fracasos con fe y amor

 
“En las manos de hombre no caeré…”
 
Un hombre está en peligro: adelante de él – el abismo, detrás de él – hombres que lo quieren matar, ¿qué es lo que debe hacer? Mejor será que salte al abismo que caer en sus manos, como ha dicho el Rey David (Samuel II, 24:14): “Caeré mejor en la mano del Eterno, porque muy grande es Su Misericordia, y en las manos de hombre no caeré”. Esto es por la misma razón anterior, porque cuando el hombre creyente está frente a un peligro natural, se apoya únicamente en el Creador rogándole con todas sus fuerzas que lo salve, entonces Él lo supervisa y le hace un milagro. Pero si por el contrario, cuando él está frente a otras personas dirigiendo sus esfuerzos en su dirección y no levanta sus ojos solamente al Creador, entonces Él no lo vigila con completa Supervisión y puede el hombre caer en las manos de sus rivales. Tanto más si se olvida completamente de la existencia del Todopoderoso y ve sólo hombres enfrente de él, entonces el Creador le retira Su Supervisión completamente, y él cae bajo las manos de sus enemigos.
 
Hombres o serpientes
 
En el Génesis se encuentra el siguiente relato:
 
José el Justo fue el undécimo de los doce hijos de Jacob los cuales formaron las doce tribus de Israel. Siendo el hijo más querido por su padre y teniendo sueños en los que aparecía alzado por encima de sus hermanos, provocó la envidia de ellos. Lo odiaban tanto hasta el punto que decidieron matarlo. Cuando vio Rubén, uno de los hermanos, que los otros estaban decididos a realizar su mala decisión, lo quiso salvar. Por eso, les propuso que lo echaran a un pozo vacío… Es decir, vacío de agua pero – ¡lleno de escorpiones y serpientes venenosas!…
 
Supuestamente, hay acá una gran contradicción. ¡¿Qué pensó Rubén?! ¿Qué acto de salvación es este? ¿De qué serviría tirar a José a un pozo lleno de alimañas venenosas? – ¡Ciertamente cuando cayera sobre ellas, lo morderían y lo matarían! Sería mejor que quedará José en las manos de sus hermanos y posiblemente podría despertar su compasión y no le matarían…
 
La respuesta es la siguiente: Rubén sabía que José el Justo es dueño de la fe; estaba convencido que en el momento que José sintiera el peligro de las serpientes y los escorpiones, Le gritaría al Creador con todo su corazón y ciertamente Él lo salvaría. Porque así lo estableció el Creador y advirtió al régimen de la naturaleza y a todos los ángeles designados a la conducción del mundo: inmediatamente después que el hombre Le gritara pidiendo ayuda con todo su corazón – la naturaleza estará obligada a cambiar y a hacer su voluntad, a tal punto que transformará el mar en tierra firme, detendrá el sol en el cielo, el fuego no quemará y los leones no atacarán ni desgarrarán.
 
Por  esta  misma  razón,  Rubén  estaba  completamente convencido y seguro que así salvaría a José, a pesar de que sabía que el pozo estaba lleno de serpientes y escorpiones. Por eso es que está escrito “y lo libró de sus manos” – con firmeza, y no trato de librarlo de sus manos – en forma dudosa. Porque los Justos saben la fuerza de la plegaria; ellos saben con completa claridad que cuando el hombre grita al Creador con toda su alma inmediatamente la naturaleza se transforma.
 
Rubén no confió en la fe de su Justo hermano en la prueba frente a seres humanos poseedores del libre albedrío, porque sabía la dificultad de resistencia en un examen como ese, y temió que en el momento de la prueba José se confundiera y se dirigiera a sus hermanos con súplicas de clemencia o con tentativas de apaciguamiento y convencimiento, diciéndoles: “Soy vuestro hermano, de vuestra propia sangre”, o “Tengan compasión de nuestro padre”, etc. Y entonces, en vista que no confiaría únicamente en el Creador, Su Supervisión no sería completa sobre él, y los hermanos lo matarían sin ningún impedimento.
 
Y así fue que cuando José fue echado al pozo, no se dirigió a las serpientes ni a los escorpiones con súplicas para que lo dejaran en paz, sino que clamó al Creador con todo su corazón, y Él lo salvo de ellos.
 
“Sabe ante Quién estás parado”
 
Cuando un hombre está frente a una persona que le lastima, por ejemplo: un conductor a quien detuvo un policía, o un marido a quien su esposa o sus hijos le apesadumbran, o la esposa a quien su marido o sus hijos afligen, u otros ejemplos semejantes, tiene que decidir en forma inequívoca ante quién está parado. Si está ante el Creador del Universo y tiene fe en Él, y no ante sus hijos, su esposa o el policía, entonces él nunca lisonjeará, nunca suplicará, nunca hará ningún esfuerzo para influir sobre la otra persona para que le deje o que le obedezca. Tampoco se enojará, no despreciará y no maldecirá, sino que se dirigirá a Quien le supervisa y le trajo esta prueba, el Único que le puede ayudar – el Creador.
 
Y hay en esto distintos grados, porque incluso si recibió lo que le sucede con fe, es decir que habló con el Creador y se arrepintió, pero después, a pesar de todo, se dirige a la otra persona tratando de influir sobre ella – esto es también un defecto en su fe, pues demuestra que todavía quedó en él lugar para pensar que el hombre que se encuentra enfrente suyo es una realidad por sí misma, y que tiene alguna decisión en sus manos. Este hombre no vive la verdadera fe de que todos los seres humanos están en las manos del Creador, y que se deben dirigir sólo a Él y no a ningún hombre.
 
El que dice “yo fracasé” es un orgulloso
 
También cuando el hombre sufre como consecuencia de sus propios errores, fracasos y cosas parecidas que supuestamente dependen de su libre elección, debe saber con certeza que solamente antes de errar tuvo el libre albedrío, pero ahora, después que ya se equivocó, tiene que saber – ¡Así lo quiso el Creador! – y no perseguirse con auto-acusaciones, cayendo en el desaliento.
 
Cada hombre creyente sabe muy bien que cuando prospera en su elección es sólo porque es ayudado por el Creador – esto lo confiesa con todo su corazón. Quien no piensa así, demuestra simplemente que tiene orgullo, como si estuviera diciendo “yo prosperé”.
 
También, cada hombre creyente confiesa, que si se equivocó en su elección, fue solamente porque no tuvo ayuda desde lo Alto, y tiene que recibir sus fracasos con fe y amor. Pero cuando el hombre no acepta sus fracasos con fe creyendo que también son obras del Creador, se debe a su arrogancia.
 
El que relaciona sus fracasos consigo mismo, está claro que también relaciona sus éxitos a sí mismo. Por lo tanto lo que dice le gente cuando tiene éxito: “Gracias a Di-s”, “Con la ayuda del Señor”, “Por la Misericordia de Di-s”, y cosas parecidas, en la mayoría de los casos son completamente superficiales. Porque la verdadera prueba de la fe es precisamente cuando el hombre fracasa y tiene que confesar que esa fue la Voluntad del Creador, y que Él tiene un mensaje al no ayudarlo ahora. Por eso no tiene que inculparse y perseguirse, sólo empezar a hacer la correcta elección desde el presente punto de partida. Ahora mismo tiene la nueva elección de aprender del pasado y rezar por el futuro.
 
La regla que se deduce de esta sección es que en cada pesar o falta que tiene el hombre, sin excepción, tiene que creer – “¡Así el Creador quiere!”.
 
¿Por qué y por qué?
 
El hombre que está en el primer nivel de la fe, es decir que cree en la Divina Supervisión Individual, está en la dirección correcta hacia una vida de alegría y felicidad.
 
No obstante le falta el segundo nivel, porque pese a que cree que todo proviene del Creador, todavía puede hacerse las conocidas y famosas preguntas, y tener quejas y rencores como por ejemplo: “¿Por qué el Creador me hizo esto?… No lo merezco. Soy una buena persona. ¿Por qué tengo que sufrir? ¡Fulano o mengano es más mala persona que yo y no sufre!, ¿por qué?”.
 
Esto es de hecho un gran defecto en la fe en el Creador. Si se cree que todo proviene del Creador, se debe creer que todo es ciertamente para bien pues el Creador es bueno, y ningún mal proviene de Él – por lo tanto, el mal realmente no existe. Encontramos entonces que es imposible que el hombre diga “yo creo en el Creador” y al mismo tiempo piensa que lo que le sucede es malo, porque se contradice a sí mismo. ¡Según la verdad y según la fe todo es para bien! Por eso, para llegar a la fe completa, se debe trabajar sobre el segundo nivel.
 
 
Continuará…
 

(Extraído del libro "En el Jardín de la Fe" por Rabi Shalom Arush, Director de las Instituciones "Jut Shel Jésed" – "Hilo de Bondad")

Escribe tu opinión!

1. Johnnatan Garcia

12/03/2020

Wuao, estas enseñanzas son una delicia, con una riqueza en la profundidad de lo escrito, que simplemente me hacen reconsiderar la manera en la que filtro los hechos que me acontecen; y por tanto, estas enseñanzas son una delicia.

2. Anónimo

11/13/2020

Gracias estimado Rabino Arush.

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario

Material sobre este tema