La Pureza y la Santidad

Lo esencial de una verdadera vida espiritual consiste en el deseo de apegarse al Creador, y este deseo depende de la pureza y santidad del hombre…

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 06.04.21

Lo esencial de una verdadera vida espiritual consiste en el deseo de apegarse al Creador, y este deseo depende de la pureza y santidad del hombre…

 
Consejos Adicionales para Lograr la Fe – Parte 3:
 
Cuidar la pureza y la santidad
 
Cuando el Creador quiso firmar un pacto con el primer verdadero creyente, el Patriarca Abraham, y todos sus descendientes, le dijo (Génesis 17:10–14): “Éste es Mi pacto que guardaréis entre Mí y vosotros, y entre tu futura descendencia: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis la carne de vuestro prepucio y será por señal del pacto entre Mí y vosotros… Y Mi pacto estará en vuestra carne, como un pacto eterno”. Vemos, que el lugar del cuerpo que el Creador eligió para realizar su pacto con Abraham, fue justamente en el miembro que es la fuente de todo tipo de apetitos y deseos mundanos; ahí mismo le ordenó circuncidarse. ¿Qué nos enseña esto? Nos enseña que la lujuria, la propensión a los apetitos carnales y la concupiscencia, nos alejan del Creador, nos hunden en lo mundano, y destruyen completamente nuestra fe.
 
¡La pureza y santidad sexual son la base y la esencia para obtener una fuerte y perfecta fe!
 
En el Génesis se cuenta sobre un hombre llamado Er (38:7): “Y Er, el primogénito de Judá, fue malo a los ojos del Eterno, y el Eterno le hizo morir”. ¿Qué pecado ha cometido Er para ser llamado “malo a los ojos del Eterno”? – derramar su esperma con el fin de que su esposa no quedara grávida y perdiera su belleza.
 
Hay que saber que derramar el semen en vano es un gran pecado, aun más grave que toda otra transgresión, a tal punto que se considera a la persona que lo hace como si hubiera matado a alguien. ¿Por qué? La explicación brevemente es, que quien malgasta su esperma en vano, no sólo realiza un acto físico lascivo, sino que realiza un acto espiritual con una muy grave consecuencia. El semen contiene por sí mismo una fuerza increíble – el potencial de traer vida al mundo – hijos e hijas, almas dentro de cuerpo. Por medio de la eyaculación en vano, las almas que deberían llegar al mundo en un cuerpo, nacen “desnudas” y ya no pueden crecer como seres humanos; esto es comparable a matar a los propios hijos no dándoles nunca la oportunidad de nacer.
 
Por lo tanto, el hombre que no se sobrepone a su lujuria y desperdicia su simiente, no sólo transgrede un grave precepto, sino que está excomulgado en el Cielo; en otras palabras, el Creador no presta oídos a sus plegarias, porque es como si hubiera matado a alguien, y como está escrito (Isaías 1:15): “Aun si multiplicareis las plegarias, Yo no os escucho. Vuestras manos llenas están de sangre”.
 
Cuidar la pureza y la santidad significa usar los órganos sexuales sólo para el cumplimiento de un Precepto Divino, que es la procreación, o la dicha matrimonial, o ambas.
 
Para alcanzar esta pureza y santidad, no es suficiente no cometer un acto sexual no apropiado, sino también cuidar el pensamiento y la palabra en santidad. Cuanto más nos concentramos en nuestro crecimiento espiritual y menos nos exponemos a las influencias de la lascivia y permisiva sociedad de hoy en día, mejor podremos cuidar nuestra pureza espiritual. Prácticamente, lo mejor es casarse lo más temprano posible, evitar observar a las mujeres, y alejarse de todo tipo de media que muestra suciedad y conduce a un ambiente de depravación y libertinaje. Dado que los ojos son la ventana del alma, mirando todo tipo de imágenes lascivas y prohibidas se mancha el alma inmediatamente. Esta es la razón por la que la Ley Divina específica y enfáticamente nos exige no observar a ninguna mujer excepto nuestras madres, esposas e hijas. Los Sabios enseñaron que el sólo hecho de mantener la imagen de una mujer extraña en la cabeza, es equivalente a un adulterio mental.
 
Los pensamientos lascivos y las palabras groseras llevan a violaciones de la santidad del hombre, ya que ellos profanan la mente y la boca. El cerebro debe ser ocupado con buenos pensamientos, en pensar en la meta y el objetivo final de la vida, de cómo acercarse al Creador, de cómo hacer el bien. La regla es que los pensamientos lascivos se intensifican sólo en la mente desocupada. La boca debe ser usada para decir buenas palabras, palabras de fe, de aliento, para la plegaria. Una boca que ha sido contaminada con palabras sucias y lascivas no puede rezar correctamente; la utilización de esa boca para la plegaria se parece a usar un inodoro como un tazón de sopa. Incluso si el inodoro estuviera completamente limpio, brillante y desinfectado, ¿quién querría comer de un inodoro? De la misma manera, el Creador no quiere oír los rezos de una boca que es usada para palabras sucias y prohibidas.
 
Cuando el hombre profana su santidad, teniendo pensamientos eróticos o hablando groseramente, tanto más si pasa a la acción o mira imágenes prohibidas, mancha la pureza de su corazón, y dado que lo esencial de la Divinidad está en el corazón, ella no puede residir allí. En consecuencia, el hombre no puede sentir la Luz del Creador, no puede más rezar, y se desarraiga completamente de la santidad y de la fe. Los sentimientos de lujuria son un espíritu impuro que cierra el corazón a la fe, y desconecta el hombre de su Creador.
 
El derramamiento de esperma en vano daña también la mente, ya que el origen del esperma es el cerebro. Por lo tanto, como ya hemos aprendido, todas las enfermedades mentales provienen del libertinaje. El sagrado Zohar enseña que la mente dañada causa la pobreza. Esto es verdad en todo sentido – en la pobreza física, es decir la falta de subsistencia y las deudas, y en la pobreza mental que significa la falta de fe, que se manifiesta en tristeza, depresión y cólera, las cuales son todas enfermedades del alma. Cuando la fe del hombre es averiada, toda su vida se perjudica, especialmente su salud, bienestar doméstico, su sustento, produciendo la tristeza y la desesperación.
 
El adulterio es una infracción notoria de la pureza espiritual del hombre, y va en contra de todo principio de la fe. Nada separa al hombre del Creador tan rápido como el adulterio. Es por eso que cuando el pueblo de Israel estaba pasando cerca el reino de Moab en su camino a la Tierra Prometida, después de haber salido de Egipto, el malvado Bileám aconsejó a Balák, el rey de Moab, que si no podía vencer a los Israelitas con meDi-s militares, entonces lo que debía hacer era tentarlos con la lujuria y ciertamente triunfaría, pues eso es abominado por Di-s.
 
Lo esencial de una verdadera vida espiritual consiste en el deseo de apegarse al Creador, y este deseo depende de la pureza y santidad del hombre. Ya que la lascivia representa la inclinación intensa hacia los actos bajos, que es la voluntad contraria a la santidad, entonces cuando el hombre es arrastrado a ella, pierde todo amor y anhelo de acercarse al Creador; pierde el deseo de aprender la Ley Divina y la fe, de cumplir la Voluntad Divina, y sobre todo, se aleja de la plegaria y del “Aislamiento”, que son las expresiones principales de la fe.
 
El sagrado libro del Zohar enseña, que la prueba principal del hombre en este mundo, es superar el apetito del adulterio. Por otra parte, ya sabemos que lo principal en la vida es adquirir la fe. Resulta que uno depende del otro. La explicación es la siguiente: lo esencial de la lujuria depende de los ojos, y la protección de la mirada significa una fe completa, pues demuestra que el hombre sabe y entiende que el mundo no está carente de Dueño, sino que él es un ser creado y que existen también otras criaturas para las cuales el mundo fue creado. Por lo tanto, él no mira lo que no le pertenece, sino lo que le ha sido dado. Pero, quien mira y ansia lo que no es suyo, de hecho piensa que es el “dueño del mundo” y que todo le pertenece; esta conducta es lo opuesto completo a la fe, y sólo puede traer al hombre tribulaciones y sufrimientos.
 
Los Sabios enseñaron la siguiente regla: “El corazón ansia lo que los ojos ven”, esta es en realidad una ley natural. Es imposible que un hombre que no protege sus ojos no transgreda muy a menudo, y hasta transgreda el Mandamiento de “No codiciarás”, que es un fundamento de la fe.
 
El Rey David menciona algunos versículos donde se dice la palabra “siempre”, y que son dependientes uno del otro. Uno de ellos es (Salmos 73:23): “Di-s, yo siempre estoy contigo” – que significa apegarse al Creador. El segundo (íd. 25:15): “Mis ojos están siempre dirigidos al Eterno” – es la protección de la mirada. Uno depende del otro, porque para merecer lo escrito en el primer versículo, (es decir lograr el mérito de siempre estar apegado al Creador), se necesita ante todo cuidar los ojos según lo escrito en el segundo versículo. Lo contrario también es verdad: cuidar los ojos en forma inmanente es posible sólo a través de la adhesión completa al Creador, porque el hombre puede cerrar sus ojos físicos y continuar errando con los “ojos” de su mente – sus pensamientos, imaginando un mundo entero de apetitos y cosas prohibidas. Solamente cuando su pensamiento está apegado al Creador y sus ojos interiores están dirigidos hacia Él – lo que depende de la fe – realmente cuida sus ojos. Si logra esto, llega a cumplir el tercer “siempre” (íd. 16:8): “He puesto el Eterno siempre delante de mí”.
 
 
Continuará…
 
 
(Extraído del libro "En el Jardín de la Fe" por Rabi Shalom Arush, Director de las Instituciones "Jut Shel Jésed" – "Hilo de Bondad")

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1. Mario Pérez

3/18/2024

Interesante la conferencia del rabino……que pecado tan grave el Zera levatala también que hay que horarle a Dios, para tratar de reparar este pecado tan infame.

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