Refinanciamiento Continuo…

Un mal hábito difundido en nuestra época es el del refinanciamiento continuo. Es una traicionera seguridad en la que cae todo hombre ávido en hacer circular el dinero.

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 06.04.21

Un mal hábito difundido en nuestra época es el del refinanciamiento continuo. Es una traicionera seguridad en la que cae todo hombre ávido en hacer circular el dinero.

Un mal hábito difundido en nuestra época es el del refinanciamiento continuo. Es una traicionera seguridad en la que cae todo hombre ávido en hacer circular el dinero. Este tipo de hombre no hace los cálculos correctos, no presta atención que sus gastos son mayores que sus ganancias. Solamente está deslumbrado por el dinero en efectivo que llega a sus manos, al final se derrumba y contrae enormes deudas.
 
Por supuesto, que lo anterior es el resultado de un alteración en su fe, pues el hombre no calcula sus actos rectamente y no deja que las cosas se dirijan según lo que el Creador desea y le da, sea poco o sea mucho. Porque el hombre creyente sabe, que si el Creador quisiera que invierta una gran suma de dinero, Él se la hubiera hecho llegar. ¿Acaso le falta dinero al Creador que necesita financiación? ¿O acaso El necesita un préstamo en el mercado negro?
 
Si el Creador le da una suma más pequeña, es señal que  Él desea que conduzca sus negocios en pequeña escala, esto será bendecido y de ahí en adelante podrá seguir haciendo otros negocios. Pero el hombre que no posee fe, piensa que solo podrá ganar por medio de grandes inversiones, y por lo tanto cae en grandes peligros, invierte dinero que no es suyo en un negocio que no es seguro que prospere; y también si prosperara – es dudoso si podrá pagar las deudas en que incurrió para hacerlo.
 
El más grande y difundido error en los negocios es, que el hombre quiere hacer girar grandes sumas de dinero y así le parece que gana más. Pero en verdad, si hiciera un cálculo exacto de la circulación anual de su dinero, cuanto invirtió y cuanto ganó, y cuanto dinero le quedó en las manos, finalmente vería que no ganó mucho. Porque el hombre puede ganar solo lo que le fue asignado en el Cielo, y no interesa cuantos miles de millones girarán en sus manos. Nunca podrá ganar ni una moneda más de lo que le fue determinado en el comienzo del año hebreo. Por esto, generalmente, después de calcular sus gastos y entradas, verá con claridad que no ganó más que un simple sueldo.
 
El único camino para aumentar las ganancias de lo que le fue determinado en el comienzo del año hebreo, es por medio de muchas plegarias, mucha caridad y donación del diezmo de sus entradas como es debido. Solo entonces es posible que le serán agregadas ganancias sobre lo que le fue determinado.
 
Si el único problema fuera que no ganó lo que imaginó, eso sería medio consuelo; pero el problema es, que cuando el hombre invierte en un gran negocio grandes sumas que no tiene y necesita financiamiento, mantiene empleados sobrantes, invierte en publicidad etc., entonces gasta su presupuesto anual y incluso llega a extralimitarse y hundirse en grandes pérdidas.
 
Porque respecto a lo que el hombre debe ganar en todo lo largo del año, está todo decretado desde lo Alto, pero respecto a lo que debe perder, puede elegir perder más y más, sin límites. Es decir que la ganancia tiene un límite y la pérdida no lo tiene, y si el hombre hubiera conducido sus negocios en una escala mas pequeña según sus verdaderas posibilidades, solo hubiera perdido esas sumas en empleados suplementarios, publicidad, intereses del financiamiento y cosas semejantes, y en el cálculo final ganaría más, porque ganaría la cantidad completa que le fue determinada. Encontramos, que cuando hizo negocios en gran escala, se endeudó, y perdió inútilmente el dinero que le fue decretado a comienzos del año hebreo, y mucho más. Incluso hay hombres de negocios que se encuentran de pronto con deudas millonarias.
 
Tu Contable
 
El hombre creyente cumple el versículo (Proverbios 28:20): "El hombre Creyente está colmado de bendiciones, pero el que se apura a enriquecerse no saldrá limpio ". El cree en la bendición del Creador, y por esto está contento con lo suyo y no se apura a enriquecerse. Cuando quiere invertir su dinero, aunque consulta con expertos como su director de banco o un economista, se acuerda siempre que el Creador es el único que decide de donde le llegará su sustento. Y antes de terminar una transacción comercial, reza de esta manera: "Amo del universo, Te agradezco por todo el sustento que me diste hasta hoy. Condúceme con un buen consejo como invertir mi dinero en forma que tenga ganancias para poder hacer caridad y beneficencia". Y cuando piensa en invertir en algo determinado, le reza así al Creador: "Amo del universo, me preparo a invertir en este negocio, por favor, dame completa confianza en Ti, que todo lo que me darás – ganancias o pérdidas –lo aceptaré con amor.
 
Sobre este tipo de hombre fue dicho (Jeremías 17:5): "Bendito sea el hombre que confía en el Eterno, y que el Eterno mismo sea su confianza"; y también (Salmos 32:10): "Aquél que confía en el Eterno, le rodea bondad". Por el contrario, el hombre que tiene su fe debilitada y confía en el experto o en el economista con ojos cerrados, realiza la transacción con demasiada precipitación, como si el experto fuera el que le distribuye el sustento. Sobre este tipo de hombre se ha dicho (Jeremías 17:5): "Maldito sea el hombre que confiará en el hombre"; o que confía en si mismo, en su inteligencia y buena suerte, pues podrá decepcionarse. Porque el que confía en algo o alguien salvo el Creador, cae por medio de eso mismo.
 
El Sabio Menajem Mendel de Kotzk explica lo que está escrito en el Midrash (Mejilta, Beshalaj 17): "La torá no fue dada sino a los que comen de la maná" – que la Torá no fue dada sino a los que están satisfechos con lo que tienen hoy, y están contentos con lo suyo y no se preocupan por el mañana". Porque así fue cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto después de salir de Egipto, el maná bajaba desde el Cielo en cantidad suficiente solo para ese día, y así fue durante todos los cuarenta años que estuvieron en el desierto. Y así continua en todas las generaciones, que solo el que es dueño de fe y confianza, se merece adquirir la Torá, porque sin este atributo el hombre ciertamente gastaría su vida en persecución obsesiva tras su sustento, y no se desocuparía para el estudio de la Torá.
 
 
Continuará…
 
(Extraído del libro "En el Jardín de la Fe" por R.S. Arush)

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