De lo amargo salió lo dulce

He aquí otra historia más que ilustra claramente el poder de la gratitud

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 14.04.21

He aquí otra historia más que ilustra claramente el poder de la gratitud. Esta historia, que se publicó en nuestro sitio de internet, demuestra que el poder curativo de la gratitud y la emuná pueden darnos la fuerza necesaria para superar todo sufrimiento, padecimiento o dolor.

Galit Gilboa está feliz de la vida: muy pronto se va a casar.

Pero no.

Unos cuantos meses antes de la boda, su novio fue muerto en el operativo “Muro de Protección”.

Galit se crió en un barrio muy exclusivo de la ciudad de Petaj Tikva en una familia muy acaudalada. Los viajes al exterior y las vacaciones en los hoteles más lujosos eran para ella cosa rutinaria. Hasta los dieciocho años no tuvo grandes desafíos en la vida, pero entonces empezaron las pruebas realmente difíciles. Y esas son las pruebas que ella cuenta en charlas llenas de emuná que da a mujeres y jóvenes de todo el país.

 

Esto es lo que cuenta Galit:

 

Un día, mientras estaba haciendo el sherut leumí (servicio nacional) en Pesagot, vino a verme mi hermano y me dijo: “Galit, no tenemos más casa. Búscate algún lugar donde vivir”. Mis padres se habían divorciado y así fue como durante dos años cada Shabat tenía que buscar un lugar para dormir”, nos cuenta.

A pesar de las dificultades, Galit empezó a fortalecer su emuná y se anotó en la academia “Emuná” de Jerusalén para estudiar diseño gráfico y se hospedaba en los dormitorios de estudiantes. “Una vez llegué al departamento y vi a mis compañeras quejándose de su mala suerte. Cada una contó la mala suerte que tiene. Les dije: ‘¡Ustedes están locas! ¡Nosotras somos millonarias!’. Entonces me puse a darles un discurso de la suerte que tenemos. Ninguna de mis compañeras sabía el problema que yo tenía con mi familia. Entonces una de ellas me dijo: ‘Tú cállate; tú tienes una fortuna; así es fácil estar contenta…’. Yo tragué saliva y me fui a la habitación”.

 

A la edad de veintidós años, y después de mucho insistirle, Galit conoció a Gad Ezra, que Hashem vengue su sangre, con quien se comprometió al poco tiempo, con planes de casarse muy pronto. Justo en esa época empezó la guerra llamada “Operativo Muro de Protección” y Gadi, que ocupaba un puesto muy alto en el ejército (Él nunca me contó exactamente cuál era su puesto de tan humilde que era. Recién más tarde me enteré de la influencia que tenía…) fue trasladado a Jenin.

“Un día, mientras conversábamos, él me dijo: ‘Siento necesidad de contarte lo que me está pasando. ¿Ves lo que está pasando? El domingo enterramos a tres soldados míos; el lunes, a cinco. Solamente quería que supieras que si me llega a pasar algo…’. No quise seguir escuchando, pero él estaba muy serio; nunca lo había visto así. Me pidió perdón por insistir y me dijo que sí o sí tenía que contarme y entonces le dije: ‘Mejor escríbelo, o dibújalo, pero si decides escribirlo, apenas termines rompe el papel en pedacitos o cuando llegues a casa arrójalo al ático’. La conversación tan pesada por fin terminó y la vida siguió como antes – los preparativos para la boda, la búsqueda de un salón de fiestas, todo volvió a ser feliz como antes”.

Galit estaba volviendo de comprar ropa y cuando estaba por llegar a casa la llamaron sus dos hermanos por teléfono, uno después del otro y le dijeron que querían verla, porque hacía mucho que no la veían. Cuando llegó a casa, también vio que su mamá estaba allá cuando a esa hora ella por lo general estaba en el trabajo. Ella se puso muy contenta y les preguntó por qué habían venido todos, si dentro de unos días igual era su cumpleaños. Pensó que le habían hecho una fiesta sorpresa. Cuando quiso mostrarles la ropa que había comprado para la boda, se dio cuenta de que algo estaba mal.

A un costado, vio a su hermano llorando y entonces entendió que había pasado algo malo: su novio había muerto en la guerra. “Me puse a llorar; de pronto entendí todo; nunca me habría imaginado que uno podía llegar a llorar tanto. Un minuto más tarde me puse a cantar ‘Mizmor Le David – aunque vaya por el valle de la muerte, no temeré, pues Tú estás conmigo’ y ‘Tov Lehodot – Es bueno dar gracias a Dios’. Oí a mi mamá llorando desesperada; ella pensó que me había vuelto loca. Entonces le dije: ‘Mamá, esta es la prueba más difícil que tuve en toda mi vida y todavía está todo muy confuso. No sé qué hacer con toda la ropa de las sheva brajot (las Siete Bendiciones – se refiere a los siete días de celebración de los novios), pero en medio de toda esta confusión y de toda esta niebla, hay algo que tengo muy claro: que esto lo hizo el Santo Bendito sea, y que si lo hizo Él, es lo mejor que podría haber pasado’”.

Cuando Galit llegó a la casa de Gadi, se acordó de la “conversación de la carta” que habían tenido el mes anterior. “Pensé: ‘¡Qué tonta que soy! ¿Por qué no le dije que escribiera? Ahora no sé qué fue lo que sintió’. Entré a su habitación y abrí el primer cajón: la carta estaba ahí. La abrí y la leí una vez, y otra vez, y otra vez más. Durante unos instantes vacilé – no sabía si mostrársela a sus padres o no mostrársela a nadie”.

 

La carta decía así:

 

“… Si esta carta llega a tus manos, significa que me pasó algo… Todo es para bien, incluso esto. Yo te prometo que allí donde estoy es el lugar más maravilloso que existe. No sufro ni me lamento. Lo único que me apena es el dolor que se le va a causar a los que se quedan: a ti, a la familia, a los amigos. Difunde la noticia: ‘No existe la desesperación – siempre hay que estar alegres’. Eso es lo que yo te pido, aunque sea difícil. Yo sé que a ti te lo puedo pedir, porque yo conozco la alegría y la felicidad naturales que siempre irradian de tu persona”.

Ante las reacciones de las personas que leyeron la carta, y que aseguraron que puede servir de fortalecimiento a mucha gente, Galit decidió darla a conocer al público.

“No sabía qué hacer ahora. Cómo sigo a partir de ahora. Y entonces me dije a mí misma: ‘Si elijo morir, entonces morir del todo. Y si elijo vivir, entonces vivir del todo’. Pensé: ‘Morir es solamente a manos del Santo Bendito sea, y si Él hubiese querido, me habría llevado a mí también. Y si no me llevó, entonces parece que todavía tengo cosas que hacer acá en este mundo. Entonces me queda solamente vivir. No tengo idea de cómo, pero tengo que vivir con todo, alegrarme por todo. Cuando llegué a la shivá (visita de consolación a los familiares de la persona fallecida), sentí como si me hubiera tragado una tonelada de emuná”.

Cuando terminaron los días de la shivá, Galit fue invitada a dar una charla a un grupo de jóvenes mujeres que hacían el servicio nacional (sherut leumí). “Había como mil jóvenes y yo ni sabía qué les iba a decir. Solamente tenía conmigo la carta de Gadi” recuerda Galit. Entonces se puso a cantar con ellas la canción Tov Lehodot – Es bueno dar gracias. La mitad de las jóvenes estaba llorando y entonces ella empezó a contar su historia personal. Cuatro horas habló con ellas y se fortalecieron juntas. Entonces comenzó a circular el rumor de las maravillosas charlas de espiritualidad y la demanda empezó a aumentar, hasta el día de hoy.

 

Continúa Galit:

“Cuando leí la carta de Gadi y su pedido de que difunda el mensaje de que no existe la desesperación, pensé para mí misma: Me quitaron la vida. ¿Cómo puedo estar alegre? Sin embargo, en el momento en que comprendí que todo era para bien, listo. Podía estar alegre. En este mundo todo está calculado. No hay coincidencias. No por casualidad la bala le dio en el cuello y murió en el instante. En gran medida fue por mérito de Gadi que me fortalecí en emuná y nosotros tratamos de transmitirle esto a nuestros hijos (mientras tanto Galit se casó y hoy tiene siete hijos). Vivir la realidad de que no importa lo que suceda, hay que estar alegres. Hashem dirige el mundo. No tenemos que estresarnos por nada. Nosotros tratamos de vivir esto día a día, en cada aspecto de la vida; vivir la realidad de que todo lo que pasa, todo, desde la prueba más pequeña hasta la prueba más grande, es un regalo que nos hace Dios. ¡Y que en cada situación tenemos la capacidad de elegir!

“Yo puedo elegir dar las gracias por la realidad que vivo y ver lo bueno que hay en ella o lo contrario: quejarme y lamentarme. En el momento en que comprendes que existe un Creador cuyo amor y compasión son infinitos y cuyo único deseo es beneficiarnos, entonces ¡qué alegría, qué dicha! Cuando uno piensa que todo está en sus manos, entonces sí que da miedo. Pero cuando sé que todo lo que me pasa, todo, es con gran amor, directamente del Creador a mí, entonces puedo quedarme tranquila y contenta incluso en las situaciones no tan placenteras y no tan simples.

 

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