De Persia a Israel

Conozco un sinfín de historias que demuestran que el único problema que tiene la persona es su falta de emuná. Esta es una de ellas

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 21.06.21

Conozco un sinfín de historias que demuestran que el único problema que tiene la persona es su falta de emuná. A continuación relataremos una de ellas.

 

Una vez, llegó a Israel un judío proveniente de Persia que había venido explícitamente para reunirse conmigo. Cuando me vio, en una de las clases, se emocionó muchísimo. Al final de la clase, él les contó a todos los presentes su historia en idioma persa y uno de mis alumnos, que habla este idioma, tradujo la historia. Esto fue lo que contó:

 

Este señor era un comerciante muy exitoso que ganaba una fortuna y había adquirido muchos bienes inmuebles. En una época, los bienes inmuebles en Persia se desvalorizaron completamente y entonces este comerciante perdió toda su fortuna y no sólo eso sino que contrajo enormes deudas y en consecuencia se sumió en un profundo estado depresivo. Su tía, que vivía en Israel, le envió el libro En el Jardín de la Fe en la edición persa. Él estudió el libro y así fue como empezó a entender y a ver que en realidad todo lo que sucede lo hace Hashem y entonces empezó a dar las gracias por cada cosa que le pasaba.

 

En uno de los capítulos del libro En el Jardín de la Fe aparece mencionada una segulá (práctica que resulta eficaz para mejorar una cierta situación o que sirve para proteger a una persona de algún daño): que aquel que haga una hora de hitbodedut –plegaria personal– todos los días sin falta durante cuarenta días consecutivos ciertamente va a obtener su salvación. Y así fue como este comerciante se comprometió a hacer una hora de hitbodedut todos los días durante media hora en su lengua madre: en persa. Y dado que allí mismo también decía que a veces uno ve la salvación incluso antes de completar los cuarenta días, por ejemplo después de catorce días, por eso cuando llegó al 14º día, él ya estaba esperando expectante ver algo… pero no pasó nada.

 

Este comerciante empezó a confundirse y a entrar en dudas respecto a si debía continuar o no, pero al final se fortaleció y continuó con la hora de hitbodedut. Llegó el día veintiséis… y todavía nada. Treinta días… y nada. ¡Hasta que llegó el día treinta y nueve!

 

De repente… ¡recibió una llamada de teléfono de su mamá! Resulta que el comerciante había cerrado el teléfono celular debido a todos los acreedores que lo perseguían y su mamá lo llamó al teléfono de la casa y le dijo que hacía ya varios días que alguien lo buscaba y no lograba comunicarse con él, porque el celular estaba apagado. Le contó que ese hombre estaba muy interesado en hacer un negocio con él.

 

Al escuchar eso, el comerciante le pidió a su mamá que cuando aquel hombre volviera a llamar por teléfono, que le dijera que lo llamara al teléfono de la casa.

 

Esto ocurrió al final del día treinta y nueve. El hombre lo llamó a la casa y empezó a detallarle los planes del negocio que tenía pensado hacer con él: ¡un negocio multimillonario y extremadamente redituable que le iba a saldar la mitad de las deudas y lo iba a poner en pie!

 

El comerciante nos contó en la clase: “En ese momento sentí tanta vergüenza ante Hashem por no haberle creído que me puse muy triste”.

 

Después hizo otros cuarenta días y vio más milagros y más salvaciones. Y después, por tercera vez, hizo nuevamente cuarenta días. ¿Para qué? Para tener el mérito de llegar a la Tierra de Israel y asistir en persona a las clases de emuná. Eso fue lo que contó aquel hombre.

 

Efectivamente, Hashem escuchó su plegaria y él logró viajar a Israel haciendo escala en Turquía. Una vez en Israel, conoció a un alumno mío que también es de origen persa, que fue quien lo trajo a la clase  que doy los jueves en la ciudad de Ashdod, y allí relató toda esta historia con gran emoción.

 

Este hombre hizo todo lo que estaba a su alcance por llegar a Israel y corrió gran peligro y todo… ¿para qué? ¡Para venir a la clase de emuná y recibir una bendición! Inmediatamente después volvió a Turquía y, de allí, a Persia. ¡Cerca de cuarenta y ocho horas consecutivas de viajes y vuelos!

 

Traje a colación esta historia como ejemplo de miles de historias que nos demuestran que la persona que descubre la emuná, y empieza a darle las gracias a Hashem por todos sus problemas, deja de tener problemas. Resulta por lo tanto que el único problema que tiene la persona es no tener emuná. Esto lo vemos muy claramente en el relato de este hombre, que tenía una infinidad de problemas y en el momento en que se conectó y empezó a transitar el camino de la emuná y la gratitud, empezó a vivir una vida dulce y tranquila.

 

Alguien me preguntó cuándo va a llegar el Mashíaj. Le dije que no necesitamos al Mashíaj para nosotros mismos, sino para que se revele el reinado de Hashem. El Mashíaj no va a venir a resolvernos los problemas. Al contrario: recién cuando nosotros aprendamos lo que hay que aprender de cada problema, ahí va a poder llegar el Mashíaj. Para solucionar los problemas solamente tenemos que aprender a tener emuná. Como dice el refrán: “No Le cuentes al Santo Bendito Sea que tienes problemas. Diles a tus problemas que tienes al Santo Bendito Sea”. Eso es lo que tienes que decirles a tus problemas: “¡Querido Problema: tienes que saber que yo cuento con Hashem!”.

 

Por supuesto que es bueno contarle nuestros problemas al Creador, pero por lo general cuando uno hace eso tiende a caer en el lloriqueo y el lamento, y entonces uno deja de estar conectado con la emuná. Por eso, tenemos que invertir el orden: en vez de decirle a Hashem que tienes problemas, dite a ti mismo que tienes a Hashem, que Hashem está contigo, que Él es Quien dispone todas las circunstancias y que todo es para bien. Y si le das las gracias a Hashem por el problema, la salvación va a llegar en un abrir y cerrar de ojos. Eso es tener emuná: cuando uno no se asusta de nada y no tiene miedo de nada – solamente sabe que cuenta con Hashem y que cuando hace teshuvá y se arrepiente sinceramente, ora y da las gracias, entonces ve milagros. Cada problema que se le presente,  Él lo va a ayudar a resolverlo. Hashem siempre está a su lado; eso es lo que se llama “tener emuná”.

 

 

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