Hospitalidad en su grado máximo

Están reunidos un español, tres mejicanos, dos japonesas, cinco colombianas, 10 norteamericanos y 20 israelíes. ¿Qué es? Una típica cena de Shabat en Israel..

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Tali Mandel

Posteado en 17.03.21

Están reunidos un español, tres mejicanos, dos japonesas, cinco colombianas, 10 norteamericanos y 20 israelíes, ¿qué es? Una típica cena de Shabat en Israel. Aunque no lo crean, esta es una escena cotidiana en muchos hogares. Pero especialmente hay un caso notorio aquí en la ciudad de Jerusalem al que se hace imprescindible un pequeño homenaje y reconocimiento a tantos años de arduo trabajo.

 

En hebreo, hajnasat horjim tiene un significado muy especial. Significa acoger huéspedes, abrir las puertas de tu casa a extraños, darles un plato de comida caliente y una cálida atmósfera en la que disfrutar en compañía. Este concepto es una mitzvá en el judaísmo y una obligación placentera que requiere de nuestros esfuerzos y tiene una gran recompensa. En Israel, concretamente en Jerusalem, hay una familia muy especial que lleva realizando esta labor de hajnasat horjim durante más de 30 años. Henny Machlis fue una mujer tremendamente bondadosa que acogió en su hogar a más de 100 personas semanalmente para compartir su mesa de Shabat, cocinando ella misma la comida en su pequeña cocina. Ella falleció hace algún tiempo, pero su familia continúa su legado recibiendo a cientos de invitados cada semana.

 

 

No crean que esta familia de la que les hablo era una familia rica y acomodada que decidió compartir con los demás lo que le sobraba. Para continuar sirviendo sus cenas de Shabat, que llegan a costar unos 2.500 dólares, la familia ha pedido a lo largo de los años préstamos al banco, a amigos, han hipotecado su casa y han recibido donaciones de amigos y de invitados para continuar haciendo esta preciosa labor. Henny Machlis decía que “Vivimos en medio de un holocausto espiritual, donde los judíos no saben lo bello y maravilloso que es el judaísmo. ¿Cómo negarse entonces a meterse incluso en deudas con tal de ayudar a los judíos?”.

 

Cientos de miles de personas han pasado por la mesa de Shabat de la familia Machlis gracias al jésed (bondad) de esta mujer extraordinaria. Había tantas personas en su casa que apenas había sitio, pero incluso se quedaban a dormir, en sus camas y ¡hasta en su furgoneta! Cuando el marido de Henny salía por la mañana solo podía saber cuánta gente se quedó a dormir en su vehículo contando los zapatos que había en el jardín frente a su casa.

 

 

La paciencia de esta mujer era tan infinita que incluso cuando alguien tocó a su puerta a las 3 de la madrugada para que le recordara cómo hacer masa de pizza con harina integral, ella se levantó de su cama y fue a enseñarle de nuevo (previamente había pasado una semana instruyendo a esta persona, que tenía una deficiencia mental, de cómo preparar esta masa que tanto le gustaba). Simplemente le dijo a su esposo que era una prueba de HaShem y se metió en la cocina a explicarle con paciencia cómo prepararla.

 

Cuando enfermó de cáncer no dejó de luchar y nunca perdió su sonrisa. Tal y como cuentan los asiduos a sus cenas de Shabat, cuando fueron a verla después de meses de tratamientos, de quimioterapia, de intervenciones y de todo el sufrimiento que su cuerpo experimentó en esos dos años, ella seguía saludando a cada uno de ellos con esa sonrisa que les hacía sentir que eran únicos en el mundo. Su calidez nunca la abandonó, esa luz tan especial siempre estuvo con ella, porque venía de su interior, el brillo del alma no puede apagarse. Ni siquiera una cruel enfermedad puede acabar con el resplandor del alma judía.

 

 

Conozco otras familias que según sus posibilidades han invitado siempre al máximo número de personas que han podido a sus mesas de Shabat. Incluso han acogido a personas que se quedaron sin casa en su propio hogar durante meses. Estas personas me parecen sin duda especiales, dotadas de una generosidad admirable. Si tan solo usáramos una pequeña porción de esta hospitalidad que todos tenemos por nuestra naturaleza divina y pusiéramos cada uno nuestro granito de arena, haríamos una gran mitzvá. Acogiendo a personas que sabemos que pasan solas en Shabat o que tienen dificultades y necesitan un lugar donde refugiarse, estamos acogiendo bajo nuestro techo a la mismísima Shejiná y le abrimos la puerta para que entre a nuestros corazones. Quiera Di-s que siempre tengamos huéspedes en nuestra mesa de Shabat y que podamos hacer jésed cada vez que se nos presente la ocasión.

 

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