La emoción del comienzo

Mis inicios en el judaísmo tuvieron lugar hace años, gracias a Di-s, y tengo en la memoria recuerdos vívidos de mis primeras experiencias.

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Tali Mandel

Posteado en 17.03.21

Mis inicios en el judaísmo tuvieron lugar hace ya varios años, gracias a Di-s, y tengo en la memoria recuerdos vívidos de mis primeras experiencias. Yo comencé a estudiar hebreo en un centro judeo-cristiano, dirigido por una monja judía. Sí, sí, están leyendo bien: ¡Una monja judía! Para resumir un poco su increíble historia, les diré que cuando ella era una simple niña en peligro de muerte por el mero hecho de ser judía, sus padres la llevaron a un convento por miedo a que fuera deportada a un campo de concentración y ahí se crió como una cristiana. Al igual que muchos niños que corrieron la misma suerte en Europa, ella abrazó esta religión y cuando creció fue ordenada como monja. La judeidad de una persona no puede perderse, quien se convierte al judaísmo o nace judío lo sigue siendo durante toda su vida. Así que a pesar de haber abrazado esta religión por motivos circunstanciales, esta monja seguía siendo judía. Al enterarse de sus raíces con el paso del tiempo, fundó en mi país este centro para fomentar un acercamiento entre judíos y cristianos. Dicho sea de paso, este fue el único lugar en una ciudad de millones de habitantes en el que pude encontrar unas clases de hebreo con profesora israelí a las que asistir. Pero esa es otra historia.

 

Hoy quiero contar mis primeras experiencias en un seder de Pesaj. En esta organización, como decía, organizaban todos los años una especie de “seder” con motivo de la festividad de Pesaj. En esos momentos, estaba comenzando a aprender hebreo y me apasionaba conocer costumbres judías. Así que en cuanto me enteré de que se estaba organizando esta cena, me anoté para asistir. Cuando llegué allí había mesas larguísimas dispuestas en la sala principal del centro, cubiertas con lindos manteles y platillos nada usuales para mí: la ensalada consistía simplemente en una hoja de lechuga… ¿sin aderezo? ¿Qué era esa bolita marrón en medio del plato? En lugar de pan había una especie de crackers grandes y cuadrados… Me pareció un poco raro todo, pero me senté en un lugar libre que encontré esperando ansiosa poder comprender a lo largo de la celebración. Entonces, repartieron unos libritos para seguir el orden de la cena y dieron comienzo a la ceremonia.

 

Encendimos una vela y seguimos la lectura del panfleto a cargo de la directora del centro, esa anciana monja. A lo largo del banquete, cantamos varias canciones similares a las que se entonan en un seder judío y comimos algunas de las cosas que se deben comer en esta ocasión: lechuga para recordar el amargor de los años transcurridos en Egipto, el dulce jaroset del color del barro con el que los esclavos judíos preparaban los ladrillos para las construcciones egipcias y la matzá que es el pan sin leudar, libre de jametz. Pero aun así no era propiamente un seder y, a pesar de mi escaso conocimiento, me di cuenta de que tenía que haber algo más.

 

Había un sentimiento de emoción y admiración por esta festividad judía. Todos los que allí estaban querían saber sobre las prácticas del judaísmo y admiraban al Pueblo de Israel. Con la mejor de las intenciones, esta ceremonia servía para que los asistentes se acercaran un poquito al significado de la festividad, pero para mí suponía una especie de simulación con tantos cambios que el parecido con la realidad era tan solo una mera coincidencia. Volví a casa con la sensación de haber rozado tan solo la superficie de un iceberg de conocimientos con profundas raíces bajo el mar.

 

Debo decir que aunque no fuera un seder propiamente dicho, sino una mezcla de costumbres judías con alusiones al cristianismo, me sirvió como una primera toma de contacto con lo que en el futuro sería para mí celebrar verdaderamente el seder de Pesaj.  

 

Viví muchas emociones en esa celebración tan pintoresca, una mezcla de añoranza y tristeza junto con la alegría de la liberación. Pero sobre todo ello, tenía la sensación de que quería seguir aprendiendo y avanzando en el camino del judaísmo; mi admiración por la lucha y la persistencia del Pueblo judío en aquellas circunstancias tan nefastas no dejaba de crecer y una parte de mí me decía todo el tiempo que esa era la verdadera historia de mi familia.

 

Gracias a Di-s, tenemos la oportunidad cada día de acercarnos más al Creador, y es Él mismo Quien nos va poniendo “pistas” en el camino para que transitemos por la senda adecuada, que está preparada especialmente para nosotros. Y estas señales en el camino pueden incluso tratarse de una de una cena nada convencional: sólo hay que detenerse y escuchar atentamente.

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