Un plato de pésimo gusto

El incidente de la sartén con salchichas me dolió en aquel momento, porque sentí la burla en mi propia cara.

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Tali Mandel

Posteado en 04.04.21

En muchos lugares se pusieron de moda los reality shows donde los concursantes hacen gala de sus mejores artes culinarias mientras compiten por ser el mejor chef, o sea un concurso de cocina de toda la vida. Hace unos días, veía uno de estos programas que emiten ahora en mi país de origen y me sorprendía, en parte, ver que la mayoría de los productos que usaban eran absolutamente no kasher. Es decir, el cerdo y el marisco son los ingredientes principales de casi todas las recetas. En ese momento me acordaba de algunas anécdotas de mis comienzos en la cocina kasher, haciendo mis intentos por seguir las leyes de halajá judía.

 

Cuando comencé a estudiar para convertirme al judaísmo, compartía casa con otras dos chicas que no eran judías ni tenían inquietudes espirituales. Les expliqué que estaba en proceso de conversión y me dijeron que lo entendían… Pues bien: ¡nada más lejos de la realidad! Al principio, comencé por eliminar de mi dieta el cerdo y sus derivados y a no mezclar carne con leche. A medida que iba aprendiendo más según avanzaba en mis estudios, empecé a dejar de cocinar en Shabat. Utilizaba los radiadores de calefacción central para mantener caliente la comida en Shabat, pero no funcionaba muy bien porque la comida se quedaba fría y cuando llegaba a casa me tocaba comer en frío el pescado o la carne que había preparado con tanto esmero, así que me di cuenta de que no era una buena solución. A esto se unía el hecho de que era potencialmente peligroso dejar un plato haciendo equilibrios encima de un radiador que cualquiera que pasara podía tirar al suelo, pero intentaba usar mi imaginación todo lo que podía para que la comida conservara el calor. No teníamos espacio para poner una plata de Shabat ya que la cocina era pequeña y no podía ocupar todo el sitio para mí sola con la plata, así que el asunto de comer caliente en Shabat empezó a volverse un poco complicado.

 

En aquel tiempo, cuando estaba en esas de inventarme alguna forma de mantener la comida caliente y de averiguar cómo se podía pasar todo un día sin usar la electricidad, llegué un buen día a casa y una de mis compañeras, que estaba cocinando, pensó que sería divertido enseñarme el plato que estaba preparando: salchichas de cerdo. Para ello, estaba usando una sartén que yo había comprado y que intentaba reservar para mi comida “kasher” e hizo la parodia de ofrecerme para que probara y ver la cara que ponía. Ella ya sabía que yo no comía cerdo y hasta el día de hoy sigo sin entender por qué le pareció gracioso reírse de mis nuevas costumbres alimenticias. Aún recuerdo su risa enseñándome la sartén con la comida y diciéndome que si estaba segura de que no quería “probar un poco”.

 

Aquella anécdota me hizo ver que realmente para mí ya se había vuelto repulsiva la comida no kasher. Aunque durante toda mi vida había comido cerdo, ahora me resultaba totalmente imposible comer nada que hubiera sido cocinado en esa sartén ¡nada en absoluto! Después de un tiempo, aprendí que casi todos los materiales con los que se cocina absorben el sabor de los alimentos que contienen y por eso es necesario tener separados los platos de leche y carne. De esta forma, evitamos que se mezclen estos dos productos y se conviertan en taref (o prohibidos) los alimentos que ahí se cocinan. Ese fue uno de los momentos en los que me di cuenta de que vivir con no judíos no tolerantes iba a ser complicado si quería realmente seguir adelante con mi judaísmo.

 

Por otro lado, a mi familia le costó trabajo entender que no comiera cerdo, si bien han sido siempre muy tolerantes en lo que respecta a mi conversión y a mi vida en general. El hecho de que dejara de comer un producto que ellos consideran “un alimento básico” en la alimentación fue todo un shock del que aún no se han recuperado. De hecho, siguen sin entender muy bien qué es lo que como cada día. Y es que, en la mayoría de los casos, por mucho que uno piense que tiene una mente abierta, que le gusta probar platos nuevos y que practica una cocina moderna y alternativa, la realidad es que su alimentación acaba siendo más reducida que la comida kasher.

 

El incidente de la sartén con salchichas me dolió en aquel momento, porque sentí la burla en mi propia cara. Pensé que llegarían a ponérmela en la boca incluso, ya que acercó la comida a mi cara para que lo oliera, a la fuerza. Pero esto también me hizo darme cuenta de que mi sitio ya no estaba en ese lugar, que ya no tenía nada en común con esas chicas a las que conocía de toda la vida. Esto me hizo replantearme mi situación y hacia dónde quería seguir; y en la vida no hay una dirección que sea “hacia atrás”, sino que siempre hay que seguir hacia adelante. Para mí, seguir adelante era y sigue siendo un compromiso total y absoluto con Hashem, con el pueblo de Israel y conmigo misma. Gracias a Di-s me cambié de casa y la convertí en mi primer hogar judío, completamente kasher, donde nadie cocinaría alimentos repulsivos en mis utensilios de cocina y podría ser realmente yo misma.

 

 

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