Volver a casa

Durante varios años tuve miedo de volar. Todo empezó de una forma irracional y espontánea: pasé de disfutar los vuelos en avión a sentir verdadero pánico.

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Tali Mandel

Posteado en 04.04.21

Durante varios años tuve miedo de volar. Todo empezó de una forma irracional y espontánea: pasé de disfutar los vuelos en avión a sentir verdadero pánico. Siempre me ha gustado mucho viajar y preparaba con ilusión cada viaje, pero cuando se acercaba la fecha me iba poniendo cada vez más nerviosa y al llegar el día de la partida entraba en estado de pánico. En el mometo de embarcar, empezaba a transpirar y a sentir palpitaciones, el despegue era una pesadilla y durante el vuelo cualquier ruido o movimiento del avión me hacían sentir taquicardia.

 

 Todo este “show” se prolongó durante varios años, hasta que viajé a Israel por primera vez.

 

Cuando comencé a estudiar hebreo, enseguida surgieron en mí la curiosidad y el deseo de viajar a Israel y conocer esa tierra que tanto interés me suscitaba sin llegar a entender por qué. Unas compañeras de la clase de hebreo a la que asistía también querían venir a Israel, así que organizamos juntas el viaje. Pusimos mucha ilusión y cariño en preparar cada detalle, nos asesoramos con nuestra profesora y amigos y finalmente vinimos a conocer esta tierra increíble y llena de encanto.

 

Cuando me senté en el asiento del avión, no sentía el pánico que me era tan familiar a esas alturas. Los días anteriores al viaje estuve nerviosa y excitada, pero algo era diferente esta vez ya que estaba emocionada por conocer el país y no sentía miedo. Cuando despegó el avión, me sentí inmensamente feliz y tuve la certeza de que Di-s quería que viera esta Tierra maravillosa. Supe con absoluta seguridad que mi destino era conocer este país único y especial y que no tenía nada que temer. El vuelo fue una experiencia bonita y placentera, de la forma que solía serlo antes ¡incluso mejor!

 

No hay palabras para describir la sensación que me albergó al aterrizar en el aeropuerto de Tel Aviv. Las lágrimas de nostalgia que brotaban de mis ojos al sentir que volvía a mi verdadero hogar después de mucho tiempo resbalaban por mi rostro al tocar tierra. Es una sensación difícil de explicar; sin haber estado nunca aquí, las calles me resultaban familiares y me sentía más segura que nunca. Al pasear por las calles de Jerusalem, cada piedra relataba historias de alegrías y sufrimientos, cada rincón tenía un significado especial, cada persona que cruzaba en mi camino tenía un rostro familiar para mí.

 

Recuerdo la primera vez que vine al Kotel. Me habían contado experiencias increíbles de la gente que visita este lugar por primera vez y yo pensé que también sentiría una oleada de sensaciones al estar ahí parada al igual que tantos millones de personas en el pasado. Sin embargo, lo que yo sentí en mi primera visita al Kotel fue una aboluta paz y armonía, ¡era como si hubiera estado allí un millar de veces! La verdad es que después de salir me sentí confusa al pensar que todo me resultaba tan “normal”, como si fuera un día más en mi vida cotidiana, un paseo más por el Kotel. Sin embargo, sé que en realidad no hay nada de confusión en ello, que mi alma ya había estado allí muchas veces antes y que lo que estaba experimentando era simplemente la vuelta a casa, a mi auténtico hogar.

 

Esta visita a Israel se convirtió en la primera de muchas otras, hasta que finalmente y gracias a Di-s me quedé a vivir aquí. En ese intervalo de tiempo, viajé no sólo a Israel sino a otros muchos lugares y ya no volví a sentir ese vacío y desolación de los años en los que me sentía tan perdida. La angustia ha dado paso a una seguridad completa, ahora me siento a salvo en las manos de Quien siempre me cuida, me guía en el camino y me lleva al sitio en el que tengo que estar en cada momento.

 

A veces, sentimos miedos infundados e irracionales que nos paralizan o ralentizan nuestra marcha pero esto se debe sólo a una falta de confianza en HaShem. Una vez que sabemos que nuestras vidas están en Sus manos, no hay de qué preocuparse ya que todo está controlado al milímetro. Lo que nos está encomendado en esta vida es cumplir nuestro cometido lo mejor posible y esforzarnos por hacer cada día todo lo que está en nuestras manos para acercarnos a Él y seguir el camino que nos ha marcado. No hay nada de lo que tengamos que preocuparnos, estamos en buenas manos y Él guía nuestro camino de vuelta a casa.

 

Si quieres compartir conmigo tus experiencias, puedes escribir a la dirección de correo electrónico tali.mandel.18@gmail.com

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1. Sonia

6/01/2016

Me encantó!

Querida Tali: Me encantó tu artículo! Es increíble cómo logras transmitir con tus palabras tantos sentimientos, tantas sensaciones! Sigue publicando por favor!

2. Sonia

6/01/2016

Querida Tali: Me encantó tu artículo! Es increíble cómo logras transmitir con tus palabras tantos sentimientos, tantas sensaciones! Sigue publicando por favor!

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