Hablarle al Creador

Directamente salido del Trono Glorioso, el genio de nuestra alma anhela sin cesar la belleza y la perfección. Su solo deseo es unirse a su esencia, que es el Absoluto...

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Rabi Najman de Breslev

Posteado en 06.04.21

Directamente salido del Trono Glorioso, el genio de nuestra alma anhela sin cesar la belleza, lo sublime y la perfección. Su solo deseo es unirse a su esencia, que es el Absoluto... 

 
Las seiscientas mil letras del Sefer Torá se corresponden con las seiscientas mil almas presentes en el Monte Sinaí, cuando fue promulgada la Torá. Cada letra viste un alma, un espíritu; cada alma judía representa un principio único. Cada uno de nosotros es portador de un mensaje divino; y ha venido a la tierra para expresarlo. Este mensaje, el carácter de cada uno, es extremadamente precioso: su revelación es indispensable para toda la humanidad, comenzando por su propio portador.
 
Directamente salido del Trono Glorioso, el genio de nuestra alma anhela sin cesar la belleza, lo sublime y la perfección. Su solo deseo es unirse a su esencia, que es el Absoluto. Pero la vida en este mundo es un exilio para el alma, cuya relación con la materia y sus inconstancias, es sólo circunstancial en uno u otro cuerpo. Cuerpo hecho de tierra, animado de instintos y de exigencias funcionales, cuyo destino general y final es el retorno a la tierra. De allí surge el gran conflicto o batalla entre éstas dos tendencias opuestas que arrastran al hombre, cada una hacia su polo.
La conciencia que reside en el corazón del ser humano debe ser el árbitro en este conflicto y regular armoniosamente el papel de cada parte, con el fin de producir una asociación fructífera. Para ello haría falta que esta conciencia fuese guiada e iluminada por el famoso punto, la Nekudá Divina, cuyo papel es, precisamente, inspirar al hombre hacia lo alto, permitiéndole, mediante este movimiento, elevar su cuerpo, su materia. Pero las pasiones quiebran el corazón y confunden la conciencia. Ellas son cómplices de la torpeza, falseando todo juicio y alejando al hombre de su finalidad ideal. Para que el corazón se reconstruya, hace falta hacer estallar la cáscara de vicios, romper la caparazón que asfixia nuestro ámbito interior.
 
Al hablarLe a Di-s, es nuestra Nekudá la que se expresa, se libera, se refuerza, gracias al contacto con su Origen. Es entonces que ella comienza a brillar, iluminando nuestra vida y desintegrando, literalmente, las pasiones y vergüenzas. Ella nos muestra nuestra Letra, ese mensaje que debemos conocer y vivir para ganar nuestro lugar entre las seiscientas mil letras del Sefer...
 
¡Qué maravillosa lección de esperanza nos han dado los Tzadikim al revelarnos este principio! Encontrarse finalmente, encontrar su propio lugar, su letra en el contexto ideal – gracias a un medio tan simple y agradable como es hablar a Di-s, tal como uno le habla a su padre o a un amigo.
 
*
 
"¡Pero eso lo he hecho siempre!. ¡Cada vez que siento la necesidad, hablo con Di-s!".
No es extraño escuchar esta respuesta y hay que felicitar verdaderamente a las personas que se dirigen a su Creador en los momentos difíciles o también en sus períodos de bienestar. Es un nivel muy loable que demuestra pureza de corazón, pero falta aún la fuerza y la perseverancia de un Método. ¿Es que trabajamos únicamente cuando tenemos necesidad o ganas?
 
La plegaria se llama Avodá, Trabajo; y sigue las reglas de toda obra donde la Regularidad es la primera ley. Si queremos que nuestra Avodá, nuestro momento de Hitbodedut, no sea solamente un momento de confidencia espontánea (lo que de por sí es altamente apreciable), sino, más bien, que nos lleve a reales progresos, hará falta Fijarse Un Tiempo Cada Día y que ese tiempo sea considerado como una cita, ¡dado que eso es de lo que se trata!.
¿Por qué no comenzar por cinco pequeños minutos cada día?.
 
Esto parece poco y lo es, en relación a lo ideal (¡el Rabí Najmán pedía a sus Jasidim que usaran al menos una hora!), pero con un poco de entusiasmo, podremos lograrlo. Mientras tanto, si hemos comprendido el justo valor de este método, admitiremos que es lo mínimo.
Comencemos por cinco minutos cada día. Luego podremos, poco a poco, aumentar este tiempo y, el Shabat, por ejemplo, consagrarle un momento más largo. Si en el interín, recaemos y perdemos incluso esos cinco preciosos minutos, no habrá que ofuscarse, ni sorprenderse: hará falta simplemente comenzar otra vez, desde el momento en que uno se ha dado cuenta, como está escrito:
 
"Siete Veces El Justo Resbala y Se Vuelve a levantar".
 
El Justo no es aquél que no Cae, todo el mundo Cae. ¡El Justo es aquél que se levanta!. Cuando uno haya "recaído" mil veces y se haya levantado, verá sus cinco minutos del principio agrandarse y prosperar y podrá aplicarse a sí mismo el maravilloso adagio de los Jajamim: "¡Qué Hermosa Es La Hora De Teshuvá y De Buenas Acciones En Este Mundo: Más Bella Que Toda La Vida En El Paraíso!". Abot 4:22.
He aquí un buen plan para realizar el Hitbodedut; es la Guemará misma quien nos lo traza:
 
"¡Que Diariamente El Hombre Agradezca Por El Pasado y Que Implore Por El Futuro!" Tratado Berajot.
 
Nos permitiremos trazarlo aquí explícitamente, con el fin de asimilar la estructura ideal de la plegaria y de poder hacer un buen uso en el momento adecuado.
 
1- Pasado.
 
Reconocer sus faltas y confesarlas claramente delante de Di-s Es la Mitzvá del Viduy, que es indispensable para la Teshuvá: Reconocer los millones de bondades y milagros que Di-s nos ha prodigado entregándonos Su Torá, ayudándonos a acercarnos a El, colmándonos de bienestar material, salud, prosperidad… Por todo ello, conviene agradecerLe.
 
2- Futuro.
 
Implorar, rogar por la salud, aunque la poseamos, por la subsistencia, aunque estemos satisfechos, por más comprensión, aunque hayamos estudiado mucho la Torá. En fin, orar para evitarnos peligros previstos e imprevistos, materiales y espirituales.
 
Remarquemos, como lo subraya el Talmud, que Implorar sólo se aplica al Futuro. El pasado está cerrado. El Viduy y los agradecimientos son un balance y no un retorno. Aunque estos balances y cuentas sean necesarias, consideremos a cada instante, que venimos de renacer: ¡nunca envejeceremos! Este plan nos sugiere las grandes líneas de nuestra plegaria, pero no nos deberá limitar en nuestro impulso. Es una estructura que cada uno podrá amueblar según sus necesidades personales y de acuerdo a su situación.
 
 
Extraído de La puerta del Cielo, Selección de palabras jasídicas tomadas de la obra del Rabí Najmán de Breslev
 
(Con la amable autorización de www.tora.org.ar )

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