Ni un rastro…

Uno no puede pasarse toda la noche mirando televisión y después pedirle a Hashem que lo ayude a pasar el examen al día siguiente

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 06.04.23

Cuando quemamos todo el jametz [1] que encontramos la noche anterior en la bedikat jametz[2] , recitamos la plegaria Kol Jamira. Entre otras cosas, Le pedimos a Hashem: “En Tu compasión, sálvanos del pecado de jametz, aunque sea en la forma más mínima”. El pueblo judío se toma muy en serio todo este asunto, pues la gravedad de consumir jametz en Pesaj es la misma que comer en Iom Kipur, Dios no lo permita. Pero para que esta plegaria sea efectiva, debemos hacer nuestra parte y hacer todo el esfuerzo posible por observar los muchos detalles de las leyes de Pesaj. Una vez que hemos hecho todo lo que estaba a nuestro alcance, entonces nuestra plegaria por ayuda Divina es mucho más contundente. Rabí Yosef Jaim de Bagdad, el famoso Ben Ish Jai, analiza este principio utilizando una parábola, que fue corrada por primera por primera vez por Rabí Yaakov Emden:

Rubén y Shimon eran dos judíos que viajaban en barco por el Mediterráneo. Una terrible tormenta golpeó el barco en medio del mar y lo hizo naufragar. Todos saltaron a los botes salvavidas. Rubén y Shimon lograron saltar del barco que se hundía y después de una terrible experiencia en el mar, llegaron a la costa de España, apenas varios meses después de que tuviera lugar la Inquisición española. Obviamente, ese era un lugar muy peligroso para un judío. Si los atrapaban, tenían que elegir: o morir o ser forzados a convertirse, Dios no lo permita.

Ambos decidieron que lo mejor sería separarse y cada uno fue en busca de un refugio. Varias semanas más tarde, encontraron un barco que los traería de regreso a Turquía, su país natal. Al encontrarse en el puerto después de no haberse visto el uno al otro casi un mes, ambos se abrazaron muy emocionados con lágrimas en los ojos y se contaron sus respectivas experiencias. Rubén le contó muy animado a Shimon la extraordinaria hospitalidad con que lo habían recibido.

Curiosamente, no le sirvieron cerdo en la comida, ni mariscos ni carne mezclada con leche en la casa de su anfitrión. El día que se fue, Rubén le dio las gracias profusamente a su anfitrión y este le respondió en un susurro: “De nada, mi hermano. Vi que te lavaste las manos antes de partir el pan y después de ir al baño. Veo la luz en tus ojos. Sé que eres judío. Yo también lo soy; soy un marrano[3]  – fuera de casa, actúo como un católico. Dentro de casa, conservamos nuestro judaísmo. No hay absolutamente nada en mi casa que no sea kasher. Estoy muy feliz de poder haberte hospedado en mi hogar”.

Shimon no tuvo tanta suerte. Su anfitrión era un devoto católico al que le encantaba comer cerdo. Después de un día entero muriéndose de hambre, Shimon se vino abajo y comió todo lo que le habían servido. Por supuesto que a Shimon le estaba permitido comer cerdo en esas circunstancias de acuerdo con la ley judía, pero él se preguntó por qué su amigo Rubén había tenido la suerte de tener un anfitrión que tenía una cocina kasher. Cuando llegaron a Estambul, Shimon le contó al rabino de su comunidad todo lo ocurrido y le preguntó por qué Rubén había sido más afortunado que él.

El rabino le preguntó: “¿Alguna vez comiste algún alimento que no fuera kasher?”.

Shimon pensó un rato y respondió: “Sí, una vez iba en viaje de negocios y no había comido hacía mucho tiempo. Así que cuando pasé por un restaurant no kasher no pude resistir la tentación de los aroma y entré y comí toda una comida, de la cual nada era kasher”.

Entonces el rabino le dijo: “Ah.. nunca hay humo sin fuego. Tu amigo Rubén posee un tremendo temor a pecar y como él mismo se cuida tanto, Hashem lo protegió para que no comiera nada prohibido. Tú, que no eres tan cuidadoso, no mereciste el mismo nivel de protección”.

De esto aprendemos que cada vez que pedimos ayuda Divina, primero debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para alcanzar lo que queremos. Uno no puede pasarse toda la noche mirando televisión y después pedirle a Hashem que lo ayude a pasar el examen al día siguiente. Uno no puede sentarse en el pub bebiendo cerveza todo el día y después pedirle a Hashem que le dé un buen sustento. De la misma manera, cuando tomamos conciencia de la importancia que tiene Pesaj y hacemos todo lo posible por sacar el jametz de nuestros hogares, Hashem ciertamente nos ayuda. Tal como prometen nuestros Sabios, aquel que es cuidadoso con las leyes de Pesaj ha de merecer la ayuda Divina todo el año. Tampoco olviden que nuestros Sabios se refieren al instinto del mal como “jametz”. La casa libre de jametz corresponde a un alma libre del instinto del mal. ¡Esa es la verdadera libertad! Que todos disfruten de un Pesaj kasher y alegre. Amén!


[1] Pan leudado y alimentos similares que la Torá prohíbe comer en Pesaj

[2] La búsqueda de jametz en todas nuestras posesiones que se lleva a cabo a la luz de la vela, cuando buscamos en todos los rincones y grietas a ver si quedó una miguita de jametz. Esta revisión se lleva a cabo al anochecer la noche anterior a Pesaj.

[3] Judíos que se vieron forzados a convertirse durante la inquisición y que practicaban su judaísmo a escondidas

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