Pésaj – El Éxodo de Egipto

Finalmente, el orgullo del terco rey se había quebrado. El Faraón llamó a Moisés y a Aharón esa misma noche y les dijo: "¡Levantaos e ídos de entre mi gente...!"

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Rabi Dr. Nissan Mindel y otros

Posteado en 06.04.21

Finalmente, el orgullo del terco rey se había quebrado. El Faraón llamó a Moisés y a Aharón esa misma noche y les dijo: "¡Levantaos e ídos de entre mi gente…!"

En el primer día del mes de Nisán, dos semanas antes del Exodo de Egipto, Di-s dijo a Moisés y a Aharón:
"Este mes será para vosotros principio de meses; será para vosotros el primero de los meses del año.

Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: "En el décimo día de este mes llevará cada hombre un cordero por familia, un cordero por hogar.. Y lo guardaréis hasta el décimocuarto dio de este mes, y toda la asamblea de la congregación de Israel faenará al atardecer.
 
Y tomarán de la sangre y la colocarán en ambas jambas y en el dintel de la casa en donde lo comerán. Y comerán la carne esa noche, asada a fuego; con matzot (pan ázimo) y hierbas amargas la comerán.. Y no dejaréis que quede nada de él hasta el amanecer; pues lo que restare por la mañana en el fuego ha de consumirse.
 
Y así lo comeréis: con vuestras espaldas ceñidas, zapatos en vuestros pies y vuestras varas en mano; y comeréis con premura – es la Pascua de Di-s… y al uer Yo la sangre, os saltearé, y no habrá plaga para destruimos, cuando golpee la tierra de Egipto.
 
Y este día será para vosotros de recuerdo, y lo celebraréis como Festividad para D-i–s, a través de vuestras generaciones…

Siete días comeréis pan ázimo -Matzot-. – – y sacaréis toda levadura de vuestros hogares… ocurrirá que cuando vuestros hijos os pregunten: "¿Cuál es el significado de este servicio? vosotros les diréis: "Es la ofrenda para – Di-s, Quien salteó los hogares de los hijos de Israel en Egipto, cuando diezmó a los egipcios y salvó nuestras casas… " (Exodo 12.2-27).
La medianoche del catorce al quince de Nisán llegó, y, en efecto, Di-s diezmó a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los de la familia del Faraón, hasta los de los cautivos en los calabozos; también así ocurrió con el ganado, tal corno lo había advertido Moisés. Un agudo y amargo sollozo se levantó en la tierra de Egipto pues en cada hogar al menos un ser amado yacía muerto.
El Faraón llamó a Moisés y a Aharón esa misma noche y les dijo:
"Levantaos e ídos de entre mi gente, vosotros, y los hijos de Israel; marchaos, servid al Señor como habéis dicho, y llevaos vuestras manadas y rebajos, corno habéis hablado. Idos, y bendecidme también a mí."
Finalmente, el orgullo del terco rey se había quebrado.
Entretanto, los hebreos habían estado preparando se para su presurosa partida.
Con corazones latiéntes se hablan reunido en grupos para comer el Cordero Pascual.
Estaban de pie en la comida de medianoche, vestidos como les había sido ordenado.
Las mujeres hablan retirado de los hornos los panes sin levadura, los que fueron comidos con la carne del cordero asado, según la prescripción Divina.
 
El sol ya se había elevado por sobre el horizonte cuando, a la orden de mando, toda la nación hebrea se derramó sobre la fresca y tranquila mañana occidental. Pero ni aún entre los peligros olvidaron la promesa hecha por sus antepasados a Iosef, y llevaron sus restos consigo, para enterrarlos luego en la Tierra Prometida.
De esta manera los hijos de Israel fueron liberados del yugo de sus opresores en el decimoquinto día del mes de Nisán, del año 2448 después de la Creación del mundo (1312 a. de la E. común).
Había 600.000 hombres mayores de 20 años quienes, con sus esposas y niños, y con sus rebaños, cruzaron los límites de Egipto como una nación libre tras 210 años de abyecta esclavitud.
Muchos egipcios y otros hombres de distintas naciones se unieron a los triunfantes hijos de Israel, esperando tomar parte de su glorioso futuro.
Los hijos de Israel no se fueron de Egipto desahuciados. Además de sus propios bienes, los aterrorizados egipcios les habían ofrendado oro, plata y vestimentas, en un esfuerzo por apresurar su partida.
De esta manera, Di-s cumplía su promesa hecha a Abraham, de que sus descendientes dejarían su exilio con grandes riquezas (Génesis 15:14). A la cabeza, y guiando a los hijos de Israel en su viaje durante el día, marchaba una nube; y durante la noche una columna de fuego alumbraba la ruta.
Estos mensajeros Divinos no sólo guiaban al pueblo, sino que además despejaban el camino a recorrer, tornándolo fácil, transitable y seguro.
 
El cruce del mar rojo
 
El camino más corto para que los hijos de Israel llegaran a la Tierra Prometida hubiera sido atravesando la tierra de los filisteos.
Sin embargo, Di-s quería dar a la recién nacida nación judía, la oportunidad de liberarse de los últimos vestigios de influencia egipcia y educarla en las modalidades de una nueva y sagrada vida, basada en las instrucciones de la Divina Torá, la cual les sería entregada en el Monte Sinaí.
Además, el camino más corto hasta la Sagrada Tierra hubiera significado la guerra contra los filisteos, y era dudoso si los hijos de Israel, que acababan de abandonar varios siglos de esclavitud continua, tendrían la fortaleza para pelear como hombres libres. Hasta podrían decidirse por regresar a Egipto, en vez de encarar una guerra sangrienta. Por eso Di-s guió al pueblo judío por un largo rodeo que los llevó a través del desierto hasta el lam Suf.

 

Luego de tres días, el Faraón recibió información sobre el progreso de los hijos de Israel. La extraña dirección de su itinerario le hizo pensar que se habían extraviado en el desierto. Arrepentido de haberlos dejado marchar, movilizó a su ejército y tomó el mando personal de su mejor caballería y cuádrigas de combate, entablando la persecución de sus antiguos esclavos.
Cerca de las aguas del lam Suf les dio alcance y los acorraló contra el mar, en un esfuerzo por cortarles toda ruta de escape.
El pueblo, desesperado, se dividió en grupos. Algunos judíos estaban listos, para dar combate a los egipcios; otros preferían ahogarse en las profundidades del mar antes que arriesgar una derrota y volver encadenados a Egipto. Un tercer grupo de gente débil y temerosa comenzó a protestar contra Moisés, temiendo que les había hecho dejar la seguridad de Egipto para ir a morir al desierto. ¿Acaso por escacez de tumbas en Egipto es que nos has traído a morir en el desierto? ¿Para qué nos has sacado de Egipto? -le apostrofaron- ¿No te lo habíamos dicho ya en Egipto? Deja que sirvamos a los egipcios. Es mejor servirles que morir en estas soledades.
Pero Moisés, calmo y firme en uno de los momentos más críticos de su vida, les respondió:
"No temáis. Quedaos quietos y observad la salvación del Señor, que El os mostrará hoy. Pues tal como habéis visto a los egipcios hoy, no los volveréis a ver jamás. El Señor peleará por vosotros, y vosotros os quedaréis quietos" (Exodo 14:13).
Moisés emprendió la marcha continuando hacia adelante, hasta llegar al mismo borde del Iam Suf. La columna de nubes que los guiaba durante la travesía cambió ahora su posición; volviéndose desde el frente hasta la retaguardia de las huestes judías, flotó entre los dos ejércitos.
 
Entonces Di-s hablé a Moisés:
"Levanta tu vara y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo; y los hijos de Israel penetrarán en el medio del mar, sobre la tierra seca (Exodo 14:16).
Moisés hizo como le ordenara Di-s. Alzó su vara, y extendió su mano sobre el mar; un fuerte viento del este se levantó y sopló toda la noche.
Por esta tormenta se dividieron las aguas del Iam Suf, y se recogieron en paredes sobre cada lado, dejando un pasaje seco en el medio.
Los israelitas marcharon inmediatamente sobre ese camino seco que abarcaba un recorrido de costa a costa, y llegaron sanos y salvos a la orilla opuesta.
Los egipcios continuaron su persecución, sin vacilar, en la misma huella.
Pero las ruedas de sus cuádrigas se llenaron de barro en el suelo del mar, resbalando.
No pudieron seguir, y sintieron nuevamente que estaban luchando en vano contra el Señor. Se dieron vuelta para escapar, pero ya era demasiado tarde, pues a una orden de Di-s, Moisés elevó su vara y las aguas reasumieron su curso normal, cerrándose sobre hombres y bestias y cubriendo todo el ejército del Faraón. "No quedó siquiera uno" (Exodo 14-28).
De esta manera Di-s salvó a los hijo! de Israel de manos de los egipcios, en ese dia. Israel vio Su gran poder; reconocieron a Di-s y creyeron en Él y en Moisés, Su servidor.
 
 
Selección extraída del libro "Pesaj, su historia y vivencia"
 © Kehot Lubavitch Sudamericana – www.kehot.com.ar
 
 (Con la amable autorización de www.tora.org.ar)

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