La receta indicada – Ekev

En el barrio, todos sabían que la Señora Siegel preparaba las mejores jalot de la ciudad: no sólo sanas sino también livianas como una pluma...

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 04.04.21

“Todo el precepto que te ordeno hoy, lo observarás y lo cumplirás, para que puedas vivir y multiplicarte, y poseer la Tierra que Hashem les juró a tus antepasados” (Deuteronomio 8:1)

 

En el barrio, todos sabían que la Señora Siegel preparaba las mejores jalot de espelta de la ciudad. No sólo que eran jalot sanas y de bajo gluten sino que además eran livianas como una pluma y tenían un sabor exquisito. Incluso los niños, que jamás habrían soñado con probar trigo integral comían con gusto las jalot de la señora Siegel, cada vez que sus familias tenían la suerte de ser invitadas a la casa de los Siegel para una comida de Shabat.

 

El pequeño Moishi Marcus, de apenas cinco años de edad, sufría de terribles problemas digestivos. Aemás sufría de irregularidad digestiva y de una urticaria persistente e inexplicable. Su madre lo llevó al pediatra, que identificó el problema enseguida como una reacción alérgica a la harina de trigo. La madre, preocupada, le preguntó: “¿Acaso mi hijo nunca va a poder comer pan o tortas?”.

 

El médico le respondió: “La verdad es que lo mejor es que no toque ni el pan ni las tortas, pero la buena noticia es que su organismo sí puede tolerar la harina de espelta. Dele pan de espelta”.

 

“Doctor”, la madre objetó. “Mi hijo jamás va a aceptar comer espelta”.

 

“Nunca diga ‘nunca’”, le suplicó el pediatra. “Usted no conoce a la Sra Siegel?”.

 

“Por supuesto. Todos en la comunidad la conocen. Ella es famosa por esas fantásticas jalot que a veces tenemos la suerte de comer cuando sirven una comida de fiesta en la sinagoga”.

 

“Y qué me diría si le dijera que ella las hace con espelta. Ella es una señora tan especial que si le pide la receta, ella se la va a dar con gusto”, dijo el doctor.

 

La señora Marcus llamó a la señora Siegel y le pidió la receta. La señora Siegel se puso muy contenta de poder ayudar a curar a un niño pequeño que sufría tanto, y de inmediato le pasó la receta a su mamá.

 

Cuando la Sra Marcus estaba preparando, todo parecía muy lógico. Ella era experta en preparar pan y le pareció muy lógica la proporción de la harina espelta con el agua, los huevos, la azúcar natural de caña, la levadura y la sal y también el orden del mezclado de la preparación. Pero había un ingrediente que le parecía poco lógico: el poquito de vinagre que tenía que añadir a la masa al final de la mezcla. “¿Vinagre en la mesa? ¡Qué ridículo!”” se dijo a sí misma. Y no le puso vinagre.

 

Las jalot salieron del horno muy pesadas. Moishi por supuesto se negó a comerlas. Su madre llamó a la señora Siegel a quejarse. Con mucha paciencia, la señora Siegel le pidió a la señora Marcus que le repitiese exactamente todos los pasos de la preparación de las jalot. Pero cuando llegó el momento en que debía añadir la media cucharadita de vinagre, la señora Marcus admitió que le había parecido algo ridículo y que había obviado ese paso. Ella estaba segura de que el vinagre iba a arruinar las jalot.

 

Entonces la Sra Marcus dijo: “Pero ese es justamente mi ingrediente secreto!”. Eso es loqeu hace que las jalot me salgan tan livianas y tan ricas, como si fueran de harina blanca”.

 

Al confiar en su propia lógica en vez de obedecer la fórmula comprobada para el éxito de la señora Siegel, la señora Marcus no obtuvo los resultados deseados.

 

¿Cuánta gente es exactamente igual a la señora Marcus? Dejan de lado algunos preceptos que no les resultan lógicos o relevantes en la época actual y al final acaban tomando las decisiones incorrectas y Le echan la culpa a Hashem por su mala suerte, tal como dice el Rey Salomón (Proverbios 19:3): “La suerte del necio pervierte su camino y su corazón se irrita contra Hashem”.

 

Esta sección de la Torá nos enseña en el pasaje citado que nadie tiene derecho a elegir los preceptos que le gusten y dejar de lado los que no. Si bien Hashem prometió todo un paquete de abundancia al pueblo judío, estas bendiciones dependen de su aceptación de la Torá, que es la clave del éxito. Y lo que es más, el Rambam establece que la persona que niega aunque sea una sola letra de la Torá, es un total hereje (y mucho más todo un precepto de la Torá).

 

La arrogancia y la necedad van de la mano, porque cuando una persona es tan arrogante que deja de lado la sabiduría Divina en pos de su propia lógica, esa persona es una tonta. Por eso, debemos cumplir con toda la Torá, que es el árbol de la vida y el secreto de nuestro éxito.

 

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