Sobre la Parashá – Tzav

Si la persona se encuentra en una situación de estrechez económica y lamentablemente no puede permitirse ciertos lujos o gastos, debe...

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Isaac Cabaritti

Posteado en 06.04.21

Parashá Tzav

 
Si la persona se encuentra en una situación de estrechez económica y lamentablemente no puede permitirse ciertos lujos o gastos, debe
 
Casa chica, corazón grande
 
“Y congrega a toda la asamblea a la entrada de la tienda de la cita…”
 
“Moisés hizo conforme a lo que el Eterno le había ordenado y congregó a la comunidad, a la entrada de la tienda” – (Levítico 8:3-4)
 
Rashí expresó sobre este versículo: “Éste es uno de los lugares en la Torá en que lo pequeño contuvo a lo grande”. Lo que nos quiere indicar el célebre comentarista es: dada la pequeñez de la entrada de la tienda de la que hablamos, se entiende que no hayan podido albergar a toda la comunidad (es decir, los 600.000 hombres). No obstante, en forma Milagrosa, ¡Si alcanzó para que cupieran todos! Si nos ponemos a analizar, ¿cuál era la superficie de todo el Mishkán (el Tabernáculo)? ¿Cuánto medía la superficie de la entrada de la tienda o el patio de acceso al tabernáculo? Mucho menos de 2000 metros cuadrados, un espacio diez veces menor al de una cancha de fútbol, salvando la distancia. ¿Cómo podía caber allí todo el pueblo de Israel? (Existe la opinión del Eben Ezra que no se refería HaShem a la gente común, sino a los líderes y ancianos). Rashi nos enseñó que ocurría un milagro y todos entraban, nadie se quedaba afuera.
 
El Gaon Jatam Sofer aclara la razón de esta maravilla ocurrida y dice que fue por causa de que este santuario se inauguró con toda la majestuosidad y el lujo. Se utilizaron materiales y objetos de muchísimo valor, como el oro, plata, piedras preciosas, telas finas, etc. No existía comparación a la belleza y suntuosidad que ofrecía la casa de HaShem en algún otro lugar. Por lo tanto, este hecho da lugar a pensar que Di-s exige un nivel muy alto.
 
Verdaderamente el servicio que nosotros le brindamos merece ser el mejor y el más destacado y, ¿por qué no? Si no decoramos la casa de Di-s con todo lo que él nos brindó, ¿qué vamos a decorar con oro y piedras preciosas? Sin embargo, existen también los pobres carentes de todas estas magnificencias, aquellos que apenas llegan a fin de mes, que no tienen el conocimiento de todos estos valores y ni siquiera saben cómo se llaman… Entonces pueden llegar a decir: nosotros no tenemos nada que ver con todo esto. Para participar aquí hay que pertenecer a un nivel alto, a otro status social, esto requiere de una buena situación económica, etc. Para erradicar este pensamiento torcido y equivocado, le ordena HaShem a Moisés, ¡¡Congrega a todo el pueblo!! ¡¡Reúneme a todos aquí!!
 
En una superficie pequeña, menor a los 2000 metros cuadrados, que se aglomeren y se apretujen y, de este modo, se van a sensibilizar con el Servicio Divino, un lugar pequeño que contiene a millares de judíos. El público en general debe aportar con soltura sus donativos, con honor y devoción, sin sentirse menoscabados por su humildad, ya que nuestros sabios establecieron: “No existe el concepto de pobreza en una congregación”. Sin embargo, con respecto al servicio y a la dedicación personal, la disminución de los lujos, la conformidad con lo mínimo elemental y el desinterés por los placeres mundanos, son fundamentales para servir a Di-s.
 
Es verdad, que la riqueza y la opulencia son moneda corriente en la casa de HaShem, pero eso es lo que respecta a su servicio comunitario, no es lo mismo con la práctica personal de cada persona. Es menester que seamos humildes, espirituales, desinteresados y conformistas para nosotros, ya que es necesario este modo de vida para poder cumplir con los preceptos y mandamientos divinos.
 
Como encontramos en la Torá, con respecto a los judíosque tenían la obligación de subir a Jerusalén tres veces al año. Nunca hemos oído ni visto la necesidad de construir hoteles ni albergues para esta concurrencia masiva de huéspedes pasajeros ya que todos se ubicaban de alguna manera. Seguramente el espacio físico que ocupaba cada uno en Jerusalén, no era el mismo al que estaban acostumbrados el resto del año en sus respectivas ciudades. Con todo eso nuestros eruditos recalcaron en el Tratado de Avot 5:5: “Nunca se oyó decir: no tengo comodidad en Jerusalén”, puesto que esta santa ciudad prodigaba a sus huéspedes una buena onda y un gran optimismo que quitaba la posibilidad de quejarse; nadie lo hacía. Todo estaba a las mil maravillas, ya que esta metrópoli ejercía una suerte de instrucción sobre sus visitantes a la conformidad y al desinterés por el materialismo.
 
Por lo tanto, nos indica el sabio Jatam Sofer: Si la persona se encuentra en una situación de estrechez económica y lamentablemente no puede permitirse ciertos lujos o gastos, no debe desmoralizarse ni deprimirse, sólo tiene que alzar los ojos al cielo e imaginarse que en el patio del santuario el pequeño espacio físico alcanzaba y contenía a multitudes. No olvidar el viejo dicho: “Casa chica, pero corazón grande”. Lo más importante es tratar de ser feliz con lo que tenemos. El Rey David decía: “Los que buscan a Di-s no les faltará el bienestar” (Salmos 34:11). En hebreo “bienestar” se pronuncia “todo bueno”; por lo tanto el Maguid de Mezritch lo interpretaba así: “¿Saben por qué a los buscadores de HaShem no les falta todo lo bueno? Por la simple razón de que todo es bueno para ellos, todo les cae bien, puesto que son conformistas y se arreglan con poca cosa”.
 
Por eso reza el versículo: “No les faltará”, dado que no lo tienen, pero tampoco les falta y no se siente la necesidad de poseer lo que no les falta. Por medio de estas cualidades de conformidad y satisfacción en todo lo que sea materialismo y confort, se logra forjar una personalidad devota de HaShem y perseguidora de todos sus preceptos. Como cuentan que en cierta ocasión el Jafétz Jaim le declaró a sus allegados: -“Ustedes creen que si yo hubiese comido carne todos los días, hubiera podido escribir el Mishná Berurá (la gran obra de Ley Judía)?”.
 
Es de sumo conocimiento el cuento del turista norteamericano que decidió hacer una visita a la casa del sabio Jafétz Jaim. Viajó hasta la ciudad de Radin, en Europa, y luego de alojarse en alguna hostería u hospedaje, se dirigió hasta la casa del gran sabio. El viajero creía que seguramente se iría a encontrar con una casa de lujo, con todo el confort y las comodidades que una persona de esta envergadura se merece. Al ingresar a la humilde casa del sabio, observó como este Tzadik estaba sentado estudiando Torá, apoyando su libro sobre una mesa gastada y antigua. Las sillas no combinaban con los muebles, todo tenía un aspecto muy pobre. Después de haber entablado una conversación con el gran erudito, le pregunta el forastero al Tzadik: -“Dígame una cosa, ¿qué pasó con sus muebles? Una personalidad como usted debería tener un lugar más apropiado para vivir”.
 
-“Y dime ¿dónde están tus comodidades y tu confort, aquí en Radin?”, le interrogó el anciano al opulento turista.
 
-“Rabino, yo aquí estoy de paso”. En América tengo mis comodidades, mi casa con todos los lujos, mi carro, jardines, obras de arte, etc.”, respondió el turista. -“¡Qué tus oídos oigan lo que dices!”. “Yo aquí estoy de paso”, replicó el sabio Jafetz Jaim.
 
Los grandes Sabioshacían de este mundo algo totalmente pasajero, invertían su tiempo en la Torá y losPreceptos, los cuales brindan un pasaporte para el mundo venidero, donde sí se vivirá la felicidad y plenitud. Estos sabios no eran pobres, sino ricos y multimillonarios en obras de bien, ayudas, Torá, Preceptos, buenas acciones, etc. Como ocurrió con el famoso Jazón Ish, que una vez le trajeron un sobre con dinero de Pidión (caridad, como se acostumbraba). El Jazón Ish no lo quiso aceptar. Al observar esta persona que ofrecía el dinero la pobreza que reinaba en esa casa le preguntó: -“¿Y usted de qué vive?” -“Yo vivo de los favores que le hago a la gente”, replicó el Jazón Ish, queriendo decirle que él no se preocupa por su sustento, puesto que se arreglaba con un mínimo salario que le alcanzaba para mantenerse.
 
Ésta es la visión de los Tzadikim (Justos)y lo que la Torá nos mostró con respecto al patio del Mishkán. Puede la persona hacinarse entre las multitudes y sentirse cómodo, lo principal es estar cerca de la fuente de la espiritualidad y santidad. “Lo demás, es lo de menos.” Para concluir, quiero citar una frase célebre enunciada por el Sába de Kelem: -“¿Por qué la persona no tiene lo que quiere? – Porque no quiere lo que tiene; si quisiera lo que tiene, tendría lo que quisiera”.
 
 
– Extraido de “Karna de Itzjak” por Isaac Cabaritti
 
(Con la amable autorización de www.Torá.org.ar)

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