A La Luz del Shabát – Sheláj Lejá

Cuando realizamos un acto bueno, aunque incluso a veces no invirtamos en él todo nuestro ser ni todo nuestro esfuerzo, Di-s recuerda cada detalle…

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Maór HaShabát

Posteado en 06.04.21

Cuando realizamos un acto bueno, aunque incluso a veces no invirtamos en él todo nuestro ser ni todo nuestro esfuerzo, Di-s recuerda cada detalle

 
Pequeños Grandes Actos
 
Debemos saber, que cuando realizamos un acto bueno, aunque incluso a veces no invirtamos en él todo nuestro ser ni todo nuestro esfuerzo, Di-s recuerda cada detalle, hasta el pensamiento que lo motivó, cuando llega el momento de la retribución – y esto lo hace doblemente – hasta tanto, que a veces nos parece que el pago recibido no concuerda ni es equivalente al acto realizado.
 
 
Un joven ingresó a una Yeshivá para continuar con sus estudios de Torá. Se trataba de, como la gente suele llamar a este tipo de personalidades, "un niño consentido".
Sus cualidades – o la falta de ellas – le impedían adaptarse a las reglas de la Yeshivá, y por más que lo intentaba, no lograba encontrar su lugar. Sus padres habían hecho un gran esfuerzo para enviarlo allí, y él realmente deseaba complacerlos, pero su corazón le decía que era inútil seguir intentándolo, hasta que finalmente decidió abandonar la Yeshivá.
 
Ya había empacado sus cosas, y estaba a punto de irse, cuando un repentino malestar lo hizo acercarse a la enfermería. Allí le comunicaron que tenía una simple gripe, pero como tenía mucha fiebre, debería quedarse, por lo menos, dos días en reposo, para recuperarse.
Uno de los jóvenes mayores, que lo observaba desde su llegada y percibía la angustia que había en su corazón, sintió pena por él y pensó hacer algo para reconfortarlo.
Quién sabe, quizás su compañero le recordaba sus propios comienzos en la Yeshivá.
Bajó a la calle, buscó un kiosco, y le compró un pastel y una bebida. Para los costos de esos tiempos, con unas pocas monedas le alcanzó.
Volvió a la Yeshivá, entró al cuarto del enfermo, y con una sonrisa amistosa le ofreció lo que había comprado para él.
La iniciativa fue aceptada por el joven con mucho aprecio. De pronto comprendió que tenía amigos allí, que alguien se había preocupado por él, y esto lo motivó a quedarse y hacer un nuevo intento por adaptarse.
Durante años estudió en esta Yeshivá, alcanzando un nivel muy elevado en Torá, y convirtiéndose en un Talmíd Jajám (erudito de la Torá).
Un día, mientras hacía una pausa en su estudio, se le acercó una persona preguntándole si conocía al joven "tal y tal", necesitaba referencias de él, ya que le habían pedido a su hija para presentársela.
Se trataba del estudiante que le había comprado la torta y la bebida, y que con su actitud había cambiado su vida. Cuando escuchó su nombre, por supuesto, llenó su boca de alabanzas, buenas referencias y honores, incluso, le relató al padre de la candidata a futura novia, lo que este buen compañero había hecho por él hacía tiempo, y como lo había incentivado, comprándole un exquisito pastel y una bebida, para tomar la decisión de quedarse en esa Yeshivá.
De más está decir, que después de esto se cerró el acuerdo matrimonial, y para alegría de todos, la pareja se casó.
Volvamos nuevamente al principio de la historia: ¿Cuánto costó el pastel? Unas pocas monedas. ¡Y cuán grande fue el pago que HaShem le dio a este joven!

Ahora analicemos el drama que se vivió en el desierto. Seiscientas mil personas, y con ellas jóvenes y ancianos, además de las mujeres, se reunieron para escuchar lo que los mensajeros que habían ido a espiar la Tierra, que ya tenían asegurada, les dirían. Todos los vieron llegar.

¡Ocho de ellos cargaban un racimo de uvas enorme! Otro alzaba una granada, uno llevaba con dificultad un higo inmenso.
Los espías hablaron al pueblo mal de la Tierra: Es una tierra que come a sus habitantes. Viven allí gigantes. Sus ciudades son fortalezas. El pueblo escuchó y tembló, su confianza se debilitó, y lloraron…
Los polos opuestos: Un pequeño pecado. Aparentemente pequeño… A causa de esto el pueblo sufrió mucho, hasta el día de hoy sufrimos las consecuencias.
En el otro extremo, una pequeña Mitzvá (Precepto), aparentemente pequeña, ¿quién puede saber el pago que reportará?… y a cuántas generaciones beneficiará…

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