El mejor jefe del mundo – Bejukotai

El dueño de la empresa tenía lágrimas en los ojos cuando me contó su historia. Sus productos patentados eran no sólo originales sino que también estaban a muy precio. Su personal de marketing y de producción era muy confiable y muy laborioso. Todo parecía estar bien y sin embargo la empresa no estaba produciendo ingresos. Pasaban cosas raras en la empresa: las máquinas de repente no funcionaban y eso retrasaba las ventas; los clientes no recibían los productos en el plazo convenido y para colmo el año fiscal era un desastre. Otro año más como este y la empresa se iba al tacho…

Con voz entrecortada, el dueño me preguntó: “Rabino, ¿qué hago?”.

Yo le hice algunas preguntas, una de las cuales era si él daba suficiente dinero para caridad.

“Por supuesto que sí. Yo doy un diez por ciento de mis ingresos netos después de deducir los impuestos. Soy muy cuidadoso en ese sentido”, me respondió.

“Sí, pero tú eres el dueño de la empresa”, le respondí. “La empresa tiene ingresos netos más allá del salario que recibes, no?”.

“Sí, antes era así, Rabino. Durante los primeros años cuando empezamos a manufacturar nuestros propios productos, ganábamos dinero a raudales, pero últimamente la situación es un desastre, no nos quedan más reservas”.

Yo abrí un Jumash (Pentateuco) en el final de la parashá Bejukotai:

Todo diezmo… Le pertenece a Hashem; es sagrado para Hashem (Levítico 27:30)

“¿Ves lo que dice la Torá? Todo diezmo –tus cultivos, tus frutos, los animales que te nacen-  todo Le pertenece a Hashem. Dime algo: ¿cómo pagaste todas las nuevas maquinarias?”.

“Con las ganancias de años anteriores”, respondió el dueño.

“Y ese dinero no fue diezmado, ¿me equivoco?”

“Es verdad, Rabino, pero el rabino de mi comunidad me dijo que solamente tengo que dar maaser (diezmo) del salario que recibo”.

“En términos técnicos, de acuerdo con la ley religiosa seca, tu rabino tiene razón. Pero si quieres la bendición de abundancia en tu vida, entonces tienes que hacer más que simplemente cumplir con la ley. La maquinaria no tiene la bendición de haber sido pagada con dinero que fue diezmado. Todos los desperfectos y todos los problemas te están costando mucho más que el diezmo de las ganancias netas de la empresa, si lo hubieras donado…”.

El dueño se quedó pensando y preguntó: “Bueno, y ahora ¿qué hago? Ya tengo suficientes deudas sin siquiera hablar de pagar los diezmos anteriores”.

“No hace falta”, le dije. “Ahora ya no debes más nada, porque Hashem se llevó todas las ganancias del pasado. Ahora es el momento indicado para hacer borrón y cuenta nueva. Vende la empresa…”.

“No puedo”, objetó el dueño, sorprendidísimo. “Yo invertí toda mi vida en esta empresa”.

“No quise decir que le vendas la empresa a otra persona. Vendesela a Hashem”.

“¿A qué se refiere?”, me preguntó.

“A partir de hoy, deja la empresa en manos de Hashem. No hace falta que hagas una transacción legal. Simplemente entrégale la empresa a Hashem. Ahora Él es el Dueño y tú eres el director ejecutivo. Hashem es el mejor Dueo, ahora tú trabajas para Él. Sabes lo que pasa? Cuando la empresa es tuya, puede que tenga éxito y puede que no. Pero cuando la empresa es de Hashem, entonces sí o sí tiene éxito! Hashem está dispuesto a que te quedes con el 90 % de todos los ingresos más tu salario como director ejecutivo. ¿Dónde vas a encontrar un jefe como ese? Lo único que tienes que hacer es separar el diez por ciento de los ingresos netos de la empresa tras deducir los impuestos y además del diezmo de tu propio salario, por supuesto. Por el salario de un dólar al año, que vas a depositar en la cajita de caridad de la Yeshiva Jut shel Jesed que te voy a dar– yo voy a oficiar de asesor y administrador de la empresa. Y una vez que empiece a entrar el dinero, pregúntame cuál es la mejor manera de invertir el 10% de Hashem. Espera y ya vas a ver cómo vas a repuntar….”.

El dueño extendió la mano derecha y chocamos los cinco. “Rabino, ¡hicimos trato!”.

Yo por mi parte me olvidé completamente de todo el asunto. Un año más tarde, uno de nuestros secretarios de habla inglesa en las oficinas de Breslev Israel recibió una llamada de teléfono de un individuo de los EEUU que quería hablar conmigo. Era el dueño de la empresa. En un solo año había acabado con todas sus pérdidas y todas sus deudas de siete dígitos. Y como si eso fuera poco, la empresa había tenido ingresos de más de 142.000 dólares después de deducidos los impuestos. Ahora quería preguntarme cuál era la mejor manera de invertir los 14.200 dólares de Hashem. Finalmente, decidimos hacer un Shabatón de emuná y un seminario de un domingo en su ciudad natal, que es un evento que siempre da muchos dividendos. La verdad es que fue un evento sin precedentes. Ahora su empresa continúa con la racha de éxito, mucho más de lo que él alguna vez soñó. ¿Y por qué? Porque ahora Hashem es el dueño de la empresa.

¿Alguna vez pensaron en dejar su propia empresa en manos de Hashem? Incluso si son asalariados, pueden transformar sus finanzas personales en una empresa y dejarla en manos de Hashem. Por cierto que Él es el mejor jefe del mundo!